Abuelo

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La vida no tenía colores oscuros por entonces y tampoco pensaba que él  marcharía para no volver dejándome un vacío tosco y hueco que congela mis entrañas desde el día de su temprana e injusta partida. Jamás valoramos lo que tenemos delante hasta que nos topamos de narices con la cruda realidad de que de un día para otro se ha esfumado sin dejar más rastro que la certeza de que nunca volveremos a verlo. Quisiera parar el tiempo, volver atrás, poder despedirme como un hombre y no unas simples palabras en aquella habitación pérfida y maldita, reminiscente de un final al que oidos sordos hice se acercaba. Desde entonces he vivido todo desde una perspectiva secundaria, silenciosa y sigilosa, tratando de que ningún ser se percatase de lo que me sucedió y de mi egoismo pútrido, tratando de no hacer tintinear las cadenas de la culpabilidad al compás de mis pasos desacompasados por su pérdida. Y es que vivir con la inerte ilusión de algún día poder volver a degustar tu compañía se hace la más dolorosa tortura.

Mecánica melancolía mediáticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora