Desángrase mi alma, fluye, imparable, como arena entre las manos, como agua por lavabos, como el tiempo entre los dientes y la vida entre los botones de mi abrigo. Y ya no brillo, si mi sonrisa es mate, mantente firme mientras afilo el cuchillo, el filo plateado, que lejos de librarme del paso del tiempo será a mí a quien mate. Y el pensamiento, que danza entre palmeras se ve congestionado, se para y se marchita, como un lápiz marcado por el roto de una mina por apretar demasiado sobre algo ya borrado y NO PARA, nada frena la caída y adrenalina se dispara, el páramo se ensancha y las muelas se derriten tiñendo de escarlata su saliva y la escupe. La arroja sobre el piso, con la mirada del que perdió lo que siempre quiso, mira con compromiso, sin saber si seguir, hay que pedir permiso para hacerle sonreír.