7. Amargo y dulce

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Sousuke intentó liberarse del beso, ya se lo había dicho a Kisumi, no quería que confundiera lo que hacían con algo más íntimo.

Se separó para mirarlo y notó la sonrisa de picardía del pelirosa, y las orejas de conejo que traía.

-¿Te gustan? -Sousuke lanzó una sonrisa.

Empezó a desvestir al más bajo. Las manos recorrían, los suspiros se escapaban, las ropas que empezaban a bajar, una boca pasaba por lugares prohibidos, y un sólo nombre se oía: "Sousuke".

Los vidrios empezaban a empañarse y los gemidos empezaron al compás del movimiento de caderas, que cada vez era más rápido y desatado. Sousuke arremetía con desesperación sobre el cuerpo de Kisumi, y éste se arqueaba de placer, del placer al que Sousuke lo había acostumbrado.

Cuando hubieron acabado Sousuke levantó su pantalón, que era la única prenda que movía, mientras que Kisumi quedaba desnudo casi por completo. Siempre era así.

Kisumi se acomodó el pantalón para acercarse lo mas que pudo a él, y quedó así unos instantes. Siempre aprovechaban estos momentos para hablar.

-Te fuiste muy temprano hoy. Miho te regañará- lanzó una risilla.

-Tenía que ir por los chicos.

-¿Cómo están?

-Ahora duermen... Y eso me hace pensar que ya debería entrar.

-Oooh... Quédate un poco más Sousuke... -el azabache suspiró

-Un poco. -miró al frente mientras sonreía- Hoy Gou me llamó Papá. -Kisumi levantó la cabeza y lo miró sonriente.

-Son unos niños lindos, y se ve que te gustan.- el otro asintió- Oye... ¿Por qué no nos das un descanso mañana? No quiero ir a trabajar.- Sousuke suspiró.

-Mañana no. Recién firmamos con los coreanos y si doy un día libre empezaran a dudar de nuestra responsabilidad.

-Eehh... ¿Y el viernes? -el azabache lo miró.

-El viernes podría ser. Después de todo se merecen un descanso... Trabajaron mucho por conseguir esa firma.

El pelirosa sonrió.

-Gracias.

-Debo irme ya. -Sousuke tocó sus orejas de conejo- Te quedan bien.

Sousuke bajó del auto.

-Te veo mañana entonces.

El azabache saludó apenas con la mano, y el otro se quedó a observarlo hasta que subió al ascensor. Suspiró.

¿Cómo era posible que Sousuke hubiera cambiado tanto? Los dos años en Australia habían hecho a un Sousuke diferente. Sabía que le habían pasado algunas cosas, pero seguía siendo un cambio brusco.

Kisumi y Sousuke habían sido mejores amigos desde niños, y antes de irse al otro continente, luego de que el padre de Sou los abandonara, Sousuke le confesó que se había enamorado de él, pero Kisumi lo rechazó. No porque no lo amara, sino porque estaba confundido.

Sousuke aceptó su decisión y partió pidiéndole que no por eso dejaran de ser amigos.

Sin embargo el pelirosa notó en los años de ausencia que amaba a Sousuke, y esperó con ansias su regreso, rogando que el azabache sintiera lo mismo que cuando se fue. Pero no fue así. Regresó más frío, más serio, incluso más nostálgico.

Kisumi no fue capaz de declararle sus sentimientos, pero si se atrevió a entregarle su cuerpo para que él se sintiera mejor.

Estaban los dos en su departamento, habían estado tomando y Sousuke empezó a hablar de su familia, de sus presiones, de lo malo que había sido viajar a Australia.

Me dicen papá (Soumako)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora