Capítulo 34. Misión conjunta.

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Cristian y yo cogimos nuestras espadas y seguimos a Marta por el pasillo, ¿a donde iríamos, no me podía imaginar ningún lugar al que ir de misión pero; para mi sorpresa íbamos a un lugar totalmente familiar para mí y ese lugar no era otro que Zaragoza, mi ciudad natal, estaba muy diferente de como la recordaba, la ciudad estaba prácticamente desierta, no había coches en movimiento ni ruido, todo estaba en calma, demasiado para mi gusto, los cuatro nos alejamos un poco del centro siguiendo todo tipo de pistas hasta que encontramos un terrible rastro de cuerpos una linea de sangre a su lado, parece que lo habían dejado a posta para que lo siguiéramos, poco a poco avanzamos esquivando los charcos de sangre hasta llegar al lugar menos esperado, estábamos prácticamente a las afueras de Zaragoza, habíamos seguido el camino del río Ebro hasta un pequeño bosque, allí el rastro de cadáveres había cesado y en su lugar había una sustancia negra como el carbón que destacaba sobre el blanco de la espesa niebla que había flotando en el ambiente, esto era muy extraño, ¿por que dejar un rastro para nosotros?, ¿acaso querían que los encontráramos?, nada tenía sentido, ¿por que matar a tanta gente solo para mostrarnos un camino?, era horrible pero; por alguna extraña razón no me sentía triste ni horrorizada, al contrario, me sentía impaciente por conocer a la persona que había hecho todo eso, por combatir con él, por matar a esa persona y por comprobar como de fuerte era en realidad, ¿enserio había pensado en matar a alguien?, ¿que me esta pasando, me estoy volviendo insensible, ¿a caso no tengo sentimientos?, parece que desde el ataque a nuestra escuela en Grecia veo la muerte de otra manera, puede que así esté mejor. Decidí no darle más vueltas al tema y centrarme en analizar la situación y descifrar con que clase de enemigo estábamos tratando.
Al adentrarnos en el bosque una risa maléfica sonó por todo el lugar, Cristian aunque intentaba esconderlo sin mucho éxito, tenía miedo y estaba temblando, me acerqué a él y le susurré al oído "no te preocupes por nada, no permitiré que te hagan daño". Parece que con eso se tranquilizó así que no me volví a preocupar hasta que por detrás nuestro, oí unos ruidos y me dio el tiempo justo para tirar de Cristian y hacer que cayera al suelo esquivando un pequeño puñal que iba dirigido a su corazón.
Rápidamente me giré agarré mi espada y antes de que pudieran huir, ya les había golpeado con esta y sus cuerpos yacían en el suelo sin vida. Los tres se quedaron asombrados mirándome, no sabían que decir sobre mi comportamiento pero; cuando Marta se disponía a hablar alguien se le adelantó.
-Veo que mi señor no hablaba en vano de ti, Sara, has mejorado mucho desde la última vez que nos vimos y eso me agrada, si quieres saber quien soy, te estaré esperando al fondo del camino. Dijo aquella voz misteriosa.
Apreté mis puños, el culpable de todas estas muertes me estaba esperando, pero; lo más importante es que me conocía. ¿Quien podría ser?, ¿alguien de Grecia?, ¿de Japón?, ¿de mi pasado?, ¿Quien?, todo eso ocupaba la mayor parte de mi preocupación en este momento pero; ¿de verdad sería buena idea ir a por esa persona?, una nueva duda apareció en mi cabeza intentando encontrar una solución.

Los espadachines místicos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora