Capítulo 6

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Capítulo 6




Adrien



LadyBug continuaba a su lado pero Adrien había escondido su rostro tras sus brazos. Le dolía tanto por dentro porque la haría llorar pero por fuera estaba lleno de furia...

Una voz apareció en su mente

Ah... Es tan frustante... La amas de todas las formas y ella sólo prefiere a Adrien. ¿Qué es peor? ¿No tener identidad o que ella sólo ame a uno de los dos?

¿Qué es peor... Adrien?

Le temblaban las manos y sentía como si se fuese a caer en un profundo sueño. Se abalanzó como un niño pequeño hacia LadyBug y se aferró a ella. Aquella voz, no era la primera vez que la escuchaba, y le atormentaba tanto que hasta aparecía en sus pesadillas.

—Adrien... —dijo sorprendida al tener a su chico entre sus brazos—. ¿Por qué ahora...?

Cuando ella le devolvió el abrazo, cuando lo acobijó, esa voz desapareció. Adrien se dio el gusto de cerrar los ojos, pero cuando lo hizo quedó profundamente dormido. Había olvidado lo magnífico que era dormir sin esa voz susurrándole.

Al despertarse, dio un respingo al ver una habitación blanca. Recorrió con la mirada todos los objetos, estaba en una sala de hospital. Encontró a Marinette sentada a su lado, observándolo. De vez en cuando apartaba su mirada y con sus dedos rozaba sus ojos, como si estuviese impidiendo que las lágrimas saliesen.

—¿C-cómo te encuentras? —le preguntó ella.

—Estoy bien... ¿Qué dijeron los doctores?

—De milagro que no te has quebrado. Sólo tienes que hacer reposo y tomar algunos medicamentos

—Mi padre... —Adrien se reincorporó para ver hacia la puerta pero no había nadie—. No vino...

—La chica que te cuida... Tu...¿secretaria? Ella no puede venir tampoco —le informó Marinette mirando hacia el suelo. Tomó su bolso y se levantó—. Debería irme, de todas formas... No soy una visita deseada, ¿cierto? —la joven sonrió y cuando se dio vuelta para caminar hacia la puerta, esa sonrisa se desvaneció.

—Marinette...

Se quedó completamente solo. Un ruido chillón formó parte del sonido, pero tardó en reconocer que todo era parte de su mente.

¿Ves lo que haces? La lastimas siendo Adrien... ¡Eso es lo único que haces! Ah... Pero si te convirtieras en uno de mis súbditos, ella sería toda tuya y sólo existirías tú, Chat Noir.

—¡No sé quién eres! —Adrien se tapó los oídos y cerró los ojos—. Por favor... Cállate y vete. Déjame en paz.

Eres el más difícil de todos...Nunca escucharás ninguna de mis palabras... ¿Será porque tienes ese talento?

Quizás porque sin Chat Noir, no eres nadie.

—¡BASTA! —gritó y una enfermera acudió a la habitación.

—¿Qué sucede? ¿Te sientes mal? —le preguntó revisándolo.

—No... Estoy bien, lo siento.

—Si pasa algo me avisas, ¿sí? —le aclaró con una sonrisa.

Marinette

En el ascensor del hospital era el centro de atención porque no había podido ocultar sus lágrimas por mucho tiempo. Por primera vez quería ir con Chat Noir y que él la abrazara de esa forma como lo había hecho hoy, pero cuando lo buscó con la mirada como una civil, no lo encontró. No encontraba a ese gato tonto.

Llamó a Alya y le pidió que viniese, su amiga llegó en poco tiempo y abrió la puerta de su habitación como si fuera una gran explosión. Se lanzó sobre la joven de ojos claros y la abrazó.

—Ay... ¿Qué pasó Marinette? ¿Por qué te ves tan mal? —dijo acomodando el cabello de Marinette y sentándose a su lado en la cama—. Cuéntame, lento y claro.

—Adrien ME ODIA. ALYA, ÉL ME ODIA —gritó desplomándose en la cama y llorando.

—¿Qué? ¿Cómo es eso? ¿¡Qué te ha dicho!?

Marinette esforzó la voz para imitar la de Adrien.

—¡Vete! ¡Ya vendrá Cloéh por mí! —pataleó en la cama. No quería ir nunca más al instituto, ni hablar de verlo en la calle—. ¡Quiero morir!

Alya la empujó de la cama y la hizo caer al suelo. La otra chica la miró sin respuesta, con los ojos bien abiertos, sorprendida de cómo había reaccionado su mejor amiga.

—¡Argh! ¡Si siempre ha sido bueno contigo! ¿Por qué ahora te diría esas cosas? ¿¡Marinette, no crees que te estás imaginando todo!?

—¡Es verdad! Él se lastimó y fui a ayudarlo... y me dijo esas cosas.

—¿Dónde está el bastardo que le hizo esto a mi amiga? —exclamó Alya arremangándose las mangas y frunciendo el ceño.

—¡Alya, no es un bastardo! No sé... No sé porque me dijo esas cosas horribles —Marinette comenzó a llorar de nuevo. Tomó una de sus almohadas y la apretó contra su pecho—. Ahora debe estar en el hospital... Lo dejé solo... Está solito, Alya. ¡Solito!

—¿Así que está "solito"? Con más razón, debemos visitarlo y preguntarle por qué te dijo eso. Qué le hiciste para que te tratara de esa forma

—¡No, no puedes! Sería vergonzoso... No, no quiero que vayamos de nuevo.

Alya se mostró pensativa.

—Ay... Ay... Marinette. Está bien, iré yo sola a verlo. Llamaré a Nino para que no se vea tan sospechoso. Pero tú te quedas aquí, eh. Nada de matarte o empezar a engordar. ¿De acuerdo? —la reprochó Alya mientras tomaba su bolso y se iba de la habitación.

—S-sí. ¡Gracias Alya! ¡Te amo!

—¡Dile eso a Adrien! —exclamó y cerró la puerta.

Cuando su invitada se fue, se sentó en su escritorio y escribió en su diario todos sus sentimientos. Pensó que como los egipcios dejaban sus huellas, ella también lo hacía, pero no podía dejarlo marcado en una pared. Quiso arrojarse por la ventana al encontrarse con la idea de que quizás personas del futuro podrían leerlo... en un museo... frente a todos... Quizás hasta el mismísimo Adrien de viejo.

—¡ARRGHH! —exclamó y dejó caer su cabeza sobre la mesa.


***

Quería avisarles que si alguna se atreve a hacer un dibujo de alguna parte que les gustó del fic lo pueden enviar a mi página: www.facebook.com/marsgorey      y yo con gusto lo agregaré aquí en la historia para que todos los lectores puedan verlo n_n ¡Muchas gracias por leer y comentar! ¡Les agradezco a todos los que se toman el tiempo de dejar su huella! 








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