CAPITULO 1: Acordándome de ti

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Los copos de nieve caen desde las nubes, cual pluma de ave que recién se ha desprendido de su cuerpo. Un pequeño copo cae sobre mi nariz, haciendo que sacuda la cabeza y estornude por el frío. Desde ahí un escalofrío me recorre el cuerpo, y por segunda vez me zarandeo a mí mismo con los ojos cerrados.

Del verano al invierno mantengo esa típica chaqueta y los mismos pantalones que son, tal vez, demasiado cortos para el invierno, pero nunca había tenido frío, y ya sea por la presencia de nieve o por lo que sea, desde el invierno del año pasado me es demasiado fácil el resfriado o cosas que lo rodeen en el tema. Ya, bueno... me pregunto porqué será.

El tiempo que ha pasado desde que Joan se fue, ha parecido más largo que los otros deciseis años que llevaba de vida, y la verdad es que esos años no me fueron demasiado cortos, bueno, para los que fueron tampoco pasaron lentamente, pero para reducirse a un sólo año, juro que la muerte es preferible, por precipitado que suene. Cansa tanto como una vida.

-Carlos.-me llama Evie.

-Ya voy.-me quejo.

Desde hace unos minutos, el Hada ordenó a todos los alumnos meterse en la Academia por el exceso de nieve, como casi todos los días. Yo por ejemplo miento, cuando nadie mira me escapo al bosque, donde soy libre de hacer cualquier cosa... cualquier cosa.

Justo cuando Evie se ha dado la vuelta todos los ojos miran a dirección opuesta. Silenciosamente me alejo, y me escondo tras los arbustos, donde nadie puede ya notar ni ver mi presencia en lo que alcanza la vista, aunque Evie ya me conoce, sabe a donde voy y porqué. El porqué ha hecho que me compadezca tantas veces que hasta siento que llamo demasiado la atención, y desde hace mucho, no me gusta nada.

Me adentro en el bosque, fundiéndome con los sonidos de los pájaros al cantar, las hojas moverse con la brisa congeladas, además de mis pies hacer pequeños hoyos en la nieve, aunque dado mi pequeño tamaño y escaso peso, no es algo que al viento le cueste borrar.

Respirar el aire aquí da sensación de más pureza, pues para nada me gusta el aire pesado y caliente que da la sensación de que te paraliza la respiración. Es la parte que me gusta del invierno; ir al bosque, y encontrar esto. 


Desde que Joan se fue, paso mis días sentado en el mismo árbol bajo el que nos besamos la primera vez. A veces me da la sensación de que dos siluetas opacas repiten los mismos gestos, expresiones y palabras que intercambiamos aquel día. Pienso que me gustaría volver a ser una de esas siluetas, en cuyo rostro abundan las pecas, y es bañado por dos ojos castaño claro, con pelo blanco y negro que a su silueta acompañante, de pelo largo y ondulado color miel y ojos verdosos, brillantes, y enigmáticos, le encantaba remover con los dedos.

A veces, disimuladamente para no parecer idiota, aunque lo sea, me paso los dedos entre el pelo por si la sensación se llega a parecer a cuando lo hacía ella, aunque es imposible.

Las preguntas que pasan por mi mente son las más esperadas, porque aunque le he dado muchas vueltas al tema mis dudas siguen siendo las mismas, ¿cómo le pude coger tanto cariño a una chica que poco conocía, y con la que tuve una relación romántica de dos días? ¿Por qué la hecho tanto de menos si me dejó con una carta bañada en lágrimas? ¿A qué tanto sufrimiento si sé que algún día, de una forma o de otra esto acabará? ¿Qué argumentos tengo para que a veces piense que no estoy loco? Porque sí, me he vuelto definitivamente loco, no de esos que se comportan como animales, no, esos que una vez les pasa algo malo, hacen estupideces, no aceptan que alguien se ha ido, y da la sensación de que de un momento a otro se pondrán a hablar solos para pensar que sus días no han cambiado.

Mis actos han transcurrido de varias formas; algunas veces me paso los dedos por el pelo o me siento en el árbol del beso. Otras veces pasa por mi mente, estando al lado del puente por el que pasamos, que todo acabaría si saltara del puente abajo, en otras palabras, que la muerte sería más fácil. Luego me pregunto en qué clase de gilipollez estoy pensando, sacudo la cabeza, y me meto en otro tema. Aunque siempre tiene que ver con ella, o eso parece.

Algunos días la gente comenta cosas sobre Joan en clase, cosas que me ayudan a conocerla un poco más aunque ya es tarde. Lo primero que hago es sentir un puñetazo en el pecho, tal vez después de un largo rato en que unos ejercicios de Matemáticas o Biología me tienen demasiado distraído, y me aguanto sobre el labio inferior, que con todo lo que ha pasado en este último año ya tiene más de una herida. Otras veces, comentan cosas sobre ella que me resultaban adorables curiosidades, aunque su marcha me tiene en otras cosas, y no recuero en la forma en que caminaba sobre los árboles, que parecía un patito cuando la ponían a andar sobre terrenos difíciles o un gato cuando se apoyaba en mi pecho de lado, parecía restregarse un poco antes de quedarse quieta. Por mi mente pasaban esos comentarios, aunque jamás los tenía en cuenta más adelante, y ahora casi me dan ganas de apuntarlo en una hoja para cuando quiero sentirme bien al pensar en ella.

No hay forma de sacármela de la cabeza, y aún después de un año estoy probando todo tipo de cosas para conseguir cambiar eso. Aún así, nada, no hago más que desviar todos los temas a ella, al menos en mi cabeza, porque si dijera en alto todo lo que pienso sobre Joan, puedo asegurar que a la gente le sonarían todas las veces iguales y ya me habría llevado más de una bronca por estar tan obsesionado.

No sirve de nada. Evie y los demás saben perfectamente cómo estoy pasando por esto, me miran con pena cuando paso, callan y me miran igual cuando están hablando y aparezco, hasta cuando estamos juntos en la habitación y yo estoy metido en el portátil, alzo la mirada al ver que las voces han callado y comparten miradas preguntándose qué estaré haciendo, como si en el portátil se buscara algo que sólo puede hacer mi situación peor, a saber qué.

E-mail, WhatsApp, Instagram... da igual, nada nos ha ayudado a hablar en este último año, le he enviado más de un mensaje al was, pero no contesta, ni siquiera da por leído, y estoy por asegurar que en un intento de superarlo me ha eliminado de los contactos o algo por el estilo, o que incluso se ha desinstalado la aplicación, porque a veces sueño, casi sin consciencia, con que está sentada cada recreo en el mismo banco con los auriculares, aislada de sus nuevos compañeros.

Quiero pensar que no es cierto que no tiene amigos, aunque creo que por desgracia, es así, y me parece demasiado creído pensar que es porque ya no nos vemos. Me gustaría dejar de acordarme de ella a cada segundo, aunque no será posible.  


broken ;; carlos de vil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora