Cap. 11: El Gran Ferrocarril de Venezuela (2)

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La gran inauguración del ramal Caracas-Valencia del ferrocarril tuvo lugar el 1º de febrero de 1894, en medio de una gran dosis de ceremonia. Guillermo II despachó el buque escuela Stein en honor a la ocasión. Caracas organizó una función operística de gala y una recepción formal para el personal del ferrocarril. Por primera vez, el comandante de un buque de guerra extranjero - el capitán Einstersheim, del Stein - recibió el Busto de Bolívar en su segunda clase, a la vez que a otros tres oficiales alemanes les otorgaron grados menores de la misma condecoración; Guillermo II, para no dejarse superar, otorgó al ministro de relaciones exteriores de Venezuela, P. Ezequiel Rojas, la Orden Real de la Corona en primera clase. A las 6:30 a.m. del 1º de febrero, un tren engalanado con flores y banderas partió de Caracas, al mismo tiempo que otro salía de Valencia. Debían encontrarse en La Victoria, donde estaba preparada una gran recepción para 350 invitados oficiales. Lamentablemente, la celebración perdió muy pronto el brillo que se esperaba darle. Por alguna razón no explicada, el general Crespo canceló a último momento su asistencia. El ministro von Kleist [embajador alemán en Venezuela] se enfermó y también se excusó. Un deslizamiento de lodo retrasó el encuentro en La Victoria, a la vez que el viaje de regreso a Caracas fue interrumpido bruscamente al descubrirse que un vagón de carga estaba directamente atravesado en las vías. Lo peor de todo fue que el ferrocarril olvidó invitar a la colectividad alemana influyente de Caracas a la ópera y a la recepción, con el resultado de que los alemanes de Caracas boicotearon un té preparado en la misión diplomática alemana. El conde von Kleist informó con pesar a Berlín de la «distensión interna en la colonia [alemana]». Era, quizás, el presagio de cosas futuras.

Indudablemente, el Gran Ferrocarril de Venezuela siguió sobre bases inseguras con el régimen de Caracas durante buena parte de la década de 1890. En junio de 1894, el barón Wilhelm von und zu Bodman, ministro alemán interino en Caracas, informó al canciller von Caprivi que el ferrocarril trataba a sus empleados venezolanos con menosprecio, y que desplegaba una idéntica falta de consideración y de tacto en su trato con las autoridades venezolanas. Estas hablaban abiertamente de una «creciente germanización» por parte del Gran Ferrocarril de Venezuela. Cuando una locomotora arrolló y mató a un venezolano que dormía su siesta sobre las vías y el gobierno puso preso al maquinista, el ferrocarril protestó inmediatamente recortando todos los servicios ferroviarios. Karl Plock, el antiguo ingeniero prusiano, que ahora era director del ferrocarril, fue tan negativo acerca de Venezuela y su gente, que a comienzos de 1895 Caracasrescindió una oferta anterior de hacer a Plock cónsul ad honorem en Berlín. Obviamente, el ferrocarril y el gobierno venezolano se estaban desilusionando rápidamente uno del otro.

A comienzos de 1895, Adolph von Hansemann, de Disconto Bank, intervino personalmente en los asuntos del Gran Ferrocarril de Venezuela. En realidad, hacía tiempo que Hansemann abrigaba ambiciones de dedicarse a los ferrocarriles; unos años antes, por ejemplo, había tratado de obtener la concesión para instalar una línea en Rumania, pero le había ganado de mano el Ferrocarril Austríaco. Como buen hijo de renanos, Hansemann declaró que él había accedido a financiar el proyecto venezolano, más que nada, para ayudar a la decadente industria alemana del acero a pararse nuevamente sobre sus pies. Temiendo que el proyecto pudiera sucumbir a sus crecientes penurias, Hansemann se dirigió al Comptoir National d'Escompte, en París, con la propuesta de establecer un sindicato internacional de bancos para revitalizar el Gran Ferrocarril de Venezuela. Cuando este intento fracasó, porque Francia exigió que primero fueran ajustadas por el general Crespo sus importantes acreencias en Venezuela, Hansemann recurrió a algo más drástico. En abril de 1895, forzó una fusión del Disconto con el Norddeutsche Bank, en virtud de la cual el segundo de los nombrados recibía dos tercios de sus propiedades en acciones del Disconto; los 20 millones de marcos así ganados por el juego de manos financiero del Disconto se usaban para aplacar los males del ferrocarril. Lamentablemente, el diario Zukunft de Maximilian Harden se olfateó la fusión y aconsejó a sus lectores no adquirir acciones del Disconto; ¡los haberes del Disconto, advirtió Harden, estaban siendo «muertos y sepultados» en Venezuela!. El pánico público cayó rápidamente sobre la bolsa de Berlín, y sólo el gran empeño y la personalidad enérgica de Habsemann permitieron al Disconto capear el temporal. A pesar de ello, la subsiguiente emisión pública del Disconto por 50 millones de bolívares para Venezuela, en 1896, contó con una baja suscripción [1].

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