Cap. 6: La Plaza Bolivar (3)

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Los gobiernos de finales del siglo XIX impusieron un conjunto de cambios urbanísticos que repercutieron en el uso del espacio en las cuadras del centro de Caracas, haciéndolas pasar de un lugar relativamente tranquilo y bucólico a un sitio bullicioso y animado, donde se encontraban el ajetreo del mercado de San Jacinto, a apenas una cuadra, con todo el tráfico de pasajeros de las líneas de tranvías que confluían en la plaza, las personas que asistían a las retretas semanales y luego se reunían en los locales de moda, como la cervecería Donzella, el cine Rialto o el salón de la heladería La Francia. Todoeste movimiento en las calles centrales de Caracas trajo como consecuencia que fuese desalojado como zona residencial en preferencia por el uso meramente comercial, las familias pudientes ubicándose en urbanizaciones periféricas como El Paraíso o las nacientes urbanizaciones del este del valle, y las familias más humildes siguieron habitando en las casas del oeste caraqueño, donde empezaban a crearse zonas con hacinamiento. En las décadas de 1920 y 1930 se hizo más marcada la diferenciación espacial de la ciudad por clases sociales. Dos personajes habituales de la plaza Bolívar en los años 1920 fueron recordados años más tarde por Aquiles Nazoa. El primero, Cenizo, era un perro que un día de 1918 apareció en la plaza, durmiendo al pie del pedestal de la estatua, corriendo a otros perros, y haciéndose querido por la gente de alcurnia que hacía su vida social en la plaza. En 1925, por iniciativa de un conjunto de poetas e intelectuales, le fue regalado un collar de oro, el cual le fue robado al poco tiempo, aprovechándose de su mansedumbre. El triste acontecimiento de su muerte, el 29 de agosto de 1927, congregó a una gran multitud en la plaza. Fue enterrado solemnemente, y se acordó erigirle un monumento con el aporte popular, idea que quedó en el veremos, como tantas otras cosas.

El segundo personaje, Vito Modesto Franklin, fue mejor conocido por el título de Duque de Rocanegras. Primer personaje - y de los más estrafalarios - de la incipiente farándula venezolana, Franklin fue uno de esos venezolanos que se deslumbraron al viajar a Europa en la década de 1920 y al regresar no se resignaron al ritmo pueblerino de la Caracas de entonces. Comenzó vistiendo llamativas combinaciones, como paltó-levita con pantalones cortos, corbatas de colores, monóculo, bastón y guantes; y vestido de esa manera pasaba el día en la plaza Bolívar o en el salón deLa Francia, conversando. Luego sus amigos, entre los que se encontraban los redactores de la revista Fantoches, le hicieron llegar un falso título de nobleza, proclamándolo como Duque de Rocanegras. Esta vida de fantasía y carnaval continuo se prolongó durante las décadas de 1920 y 1930, alternando con intelectuales, poetas, periodistas, toreros, cantantes de ópera y zarzuelas, y sólo perdiendo publicidad en la prensa y en la boca de la gente ante el auge de la radio y el cine en la ciudad. Murió avejentado y medio olvidado en 1938, en una Caracas mucho más bulliciosa y agitada que la que vio iniciar sus andanzas.

De hecho, el Duque de Rocanegras pudo ver como se arrancaron los rosales y se quitaban las orquídeas que adornaban los jardines de la plaza Bolívar, que fueron sembrados y organizados con especies donadas por Adolfo Ernst. Pero el Duque no alcanzó a ver como, bajo el gobierno de Pérez Jiménez, y con la intención de "recobrar su aspecto colonial" el piso de mosaico colocado por Joaquín Crespo fue reemplazado por las losas de granito actual, llamado de manera un tanto cursi "granito del Ávila".

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