Como mencionábamos más arriba, el cambio en la morfología y uso de la plaza vendría por iniciativa de Antonio Guzmán Blanco. Aún cuando éste no era aún presidente de los Estados Unidos de Venezuela, sino Presidente del Distrito Federal, en 1864, mandó este a desalojar el mercado de la plaza Mayor y demoler las arcadas, permaneciendo la manzana despejada unos años. Al ascender Guzmán Blanco al poder decretó el ornato de la plaza, encargando a fundiciones francesas balaustradas, faroles y fuentes, y ordenando la creación de jardines y plantado de árboles. El diseño de la plaza estuvo a cargo del ingeniero francés A. Roudier, el cual proyectó un cuadrado cruzado por cuatro avenidas orientadas hacia los puntos cardinales, y otras cuatro avenidas uniendo el centro con las esquinas de la plaza. En el costado norte se realizó un banqueo para superar el desnivel, banqueo que fue salvado por escaleras en las esquinas noreste y noroeste. En el centro del costado norte se diseñó un pedestal para situar una estatua de Simón Bolívar, pero la idea fue desechada y la estatua fue encargadapara colocarla en el
La estatua tiene una larga historia: es una copia de la estatua ecuestre de bronce del Libertador situada en la plaza Bolívar de Lima, obra del escultor italiano Adamo Tadolini. Encargada una copia a su escultor, la pieza fue fundida en bronce en los talleres donde se hizo la estatua peruana, en la fundición Von Müller de Munich. El pedestal, en mármol, se pidió a E. Ackermann de la casa Wiessenstadt, también de Munich, y llegó en barco el 24 de septiembre de 1874. En la ceremonia de situado del pedestal, realizada con toda pompa el 11 de octubre, el presidente Guzmán Blanco colocó en la fosa debajo del mismo, en cajas de metal, copia del decreto del 18 de noviembre de 1872 que ordenaba la erección de la estatua, una copia del Acta de la Independencia, los cuatro tomos de la Historia y Geografía de Venezuela de Codazzi, un ejemplar del primer censo de la república, ejemplares de los periódicos más importantes del país, como La Opinión Nacional, diversidad de monedas - desde un venezolano de plata hasta una moneda de cinco céntimos - y, de manera más egocéntrica, medallas con la efigie de Guzmán Blanco al lado del Libertador, además de fotografías suyas.
La singladura de la estatua fue larga: el bergantín Thora, donde venía la estatua desarmada en 15 cajas, encalló en Los Roques, pasando los bronces varios días bajo el agua. La inauguración de la estatua, prevista para el onomástico del Libertador del 28 de octubre, tuvo que ser pospuesta hasta el 7 de noviembre, mientras se efectuaba el rescate del pecio. El día de la inauguración hubo varios discursos - la mayoría en alabanza de Guzmán Blanco - música, 21 cañonazos y repique de campanas de las iglesias de Caracas, ante un selecto público que decía representar a la sociedad venezolana, pero que de hecho excluía a los ciudadanos comunes y más pobres, habitantes tanto de los campos como de los barrios más humildes de la pequeña Caracas de entonces.Para proteger la estatua y mantener la distancia, se colocó una cerca de madera en torno al pedestal, reemplazada luego por una de metal. Aparte de esto y de colocar algunos bancos y asientos, poco más se hizo para el ornato de la plaza. En 1877, cinco años después de la inauguración de la estatua, se firmó un contrato con varios particulares, unos para el mantenimiento de los jardines, otros para la importación e instalación de lámparas y candelabros de hierro desde Estados Unidos.
Para el cuido de los jardines se dispuso la contratación de un jardinero, Panteleón Bogado y cinco asistentes, los cuales cobrarían mensualmente en conjunto 72 venezolanos, equivalentes a 360 bolívares de los de entonces. Se construyeron ocho estanques en el medio de cada triángulo, equipados cada uno con bombas, tuberías y mangueras, que elevaban el agua para el riego hasta las copas de los árboles. Adolfo Ernst, el naturalista e historiador alemán residente en Venezuela, contribuyó con los jardines colocando varias orquídeas en vasijas colgantes de las ramas de algunos de los árboles, bastante bajos para la época.
En cuanto a la iluminación, como se mencionó más atrás, se encargaron a la fundición J. L. Mott Iron Works de Nueva York cuatro candelabros de cinco luces, a 240 $ c/u, veinte faroles para éstos en 8 $ la unidad, cincuenta columnas a 17 $ y sus respectivas lámparas a 3,50 $, cincuenta barandas a 10 $ y 48 guardamatas a 12,50 $ la unidad. Toda esta iluminación ornamental fue instalada durante ese año de 1877, mientras que también se hacían otras modificaciones, como el cubrir las caminerías con una capa de granzón fino - luego reemplazado por cemento -, y la colocación de varias bancas y asientos. Estas reformas transformaron la plaza en un lugar de recreo y descanso para la gente de entonces, particularmente para la gente con cierto poder adquisitivo, que podía vestirse elegantemente, llevarse (o hacerse llevar) algunas sillas y disfrutar de las tertulias del lugar. En efecto, algunos decretos y disposiciones establecidos en varios momentos, impedían el paso a la plaza a las personas que no estuvieran correctamente vestidas, con camisa y pantalón. Algunas personas mayores recuerdan que, por no tener dinero para comprarse ropa "decente", tenían que dar rodeos al caminar para evitar pasar por la plaza Bolívar, pues no la dejarían cruzarla en alpargatas o en camisas de diario. Sin embargo, también era considerada una falta de respeto cruzar la plaza con el sombrero puesto, en deferencia a la estatua del Libertador.
Con los años se volvió tradición el espectáculo de la Banda Marcial del Distrito Federal en las retretas dominicales. Desde finales del siglo XIX se dispuso que dicha banda interpretase variadas piezas, desde valses hasta pasodobles, en el pedestal o retreta ubicada en el costado centro norte de la plaza, en dos funciones semanales, generalmente los jueves y domingos en la mañana. Los dos más recordados directores de la Banda Marcial, Sebastián Díaz Peña y Pedro Elías Gutiérrez mantuvieron a la banda en la cima de su popularidad desde finales del siglo XIX hasta finales de los años 40 del siglo XX.
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Historias de Caracas
Gizem / GerilimSe trata de toda una colección de las historias de la capital de Venezuela: Caracas. Este libro tendrá relatos históricos y también de terror