Cartas Sin Destino Adaptándose

261 17 2
                                    

Cuando desperté creí que todo lo ocurrido un día antes sólo había sido una pesadilla, no abría los ojos esperando que cuando los abriera encontrara mi cuarto como siempre, escuchara la voz incesante de mi padre diciendo que se me hacia tarde para la escuela, apretaba tan fuerte mis párpados como pidiendo un deseo. Cuando por fin tuve el valor de abrir los ojos, me decepcioné, para mi mala suerte todo era una terrible verdad, no era mi cuarto, en vez de las paredes color turquesa habían unas paredes de color verde sucias, en vez de mi tocador color blanco con un hermoso espejo con unas cuantas fotografías, perfumes, mi maquillaje, había un horrible sillón algo viejo, descolorido y polvoso. Me levanté de la cama me metí los zapatos que por suerte eran un par de vans color rosa, me acerqué al mini escritorio y pasé mis manos por la descolorida madera con hoyos llenos de polilla, cerré mis ojos e imaginé estar en mi habitación, la mesa donde solía hacer mis trabajos aquella mesa color café algo rayada con la lámpara para estudio, la silla acolchonada, no pude evitar llorar, cerraba cada vez más fuerte los ojos sentía como el calor de mis lágrimas recorriendo mis mejillas, a callaba mis sollozos, abrí los ojos de golpe en la habitación había una ventana una horrible ventana con cortinas de tul blanco odié desde el primer día esa ventana, me acerqué a la ventana sostuve nostalgicamente las cortinas.

-¡¡¡Maldita sea!!! - tire con fuerza safando el cortinero, me acerqué a la mesita de noche y tire un vaso de vidrio lleno de agua, sollozaba cada vez más fuerte así como cada vez más lágrimas fluían de mis ojos. No me bastó me acerqué a la cama y la destendí aventando las cobijas que revestían la cama, aventé también las almohadas contra la pared - ¡¡¡Maldita sea!!! ¡¿por qué me pasa esto?! - gritaba con fuerza, pero aun no sacaba mi ira, caminé hasta la pared dónde el papel tapiz se estaba resquebrajando y comenzé a arrancar trozos de ese horrible y lúgubre papel verde, pero ya no podía más me tire al piso me encogí para sostener mis rodillas con mis manos haciendome bolita, lloré y lloré hasta casi quedarme seca, todo era un completo desastre. Algo me sacó de mi transe era una enfermera que había abierto la puerta y me hablaba -
-Disculpa -me dijo mientras yo alzaba la cara - El Capitán Nicholls me dijo que te trajera esto, por ahora no vas a ayudar a las demás enfermeras, pero tendrás que hacerlo para estar aquí. La otra semana recibirás adiestramiento -
-Si - dije con la voz en un hilo -
-Querida se que debes estar triste pero esto es la guerra nada es perfecto, así que levántate por que si no te mataran - esa enfermera fue una perra al decir eso, yo leí sobre la guerra en mis clases y se lo que les va a suceder y por lo que se un par de bombas caerán en un tiempo probablemente muera así que no dije nada -

Cuando ya no lloraba me levante y tome la ropa para irme a bañar, el cuarto de baño estaba en la misma habitación. La letrina era algo vieja al igual que el lavamanos que no le servía una llave, abrí la llave de la ducha y esperé a que saliera agua caliente pero al parecer no había en ese lugar, me metí al agua poco a poco, tenía muchísimo frío por que el agua parecía provenir del polo norte, tenía tanto frío que no me bañe bien el frío me obligó a salir. Me sequé con una toalla que la enfermera había dejado junto con la ropa, la toalla se sentí como una fibra para lavar trastes. Salí con el cabello enrollado en la toalla y con el vestido de enfermera. Al salir a la habitación vi lo horrible que lucía la habitación así que me puse a acomodar las cosas tendí la cama levante los vidrios del vaso y los restos de papel tapiz que rompí. Me sequé el cabello y coloque la toalla por la ventana para que secará, había un viejo peine en la mesa, me cepille el cabello, tuve que ir al baño dónde había un espejo para poder peinarme, me maquille un poco con lo que me dejaron las enfermeras creo que todo ese maquillaje aun tiene plomo. Después me puse las medias blancas y los zapatos clínicos. Salí de la habitación a buscar la cocina o algo ya sentí el estómago rugir. Cuando llegé al jardín caminé hasta ver más allá y creo que me perdí llegé muy lejos, no sabia como llegar a la cafetería así que pregunté a una mujer corpulenta con un mandil sucio, la verdad tenía miedo de hacerlo esa mujer me inspiraba miedo.

Cartas Sin Destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora