El Espectro

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He hecho muchas cosas en mi vida, no todas son buenas, pero no todo lo malo que hice fue completamente malo ni todo lo bueno fue completamente bueno. En estos momentos me pregunto ¿si todo lo malo que hice se me esta regresando de esta forma? No se si esta bien justificado. Pero es que no encuentro manera razonable de decir como pasó esto, hasta ahora la opción más viable que encuentro es que me este volviendo loca.

Después de mi segundo viaje al pasado las cosas no se encontraban muy bien. Bajé después del anuncio de la criada que decía que "mi padre" quería verme. Lo hice, salí de la habitación aun con la pijama puesta, con los pies descalzos, baje uno por uno los escalones forrados por una suave y elegante alfombra, debo admitir era un lugar hermoso no sabia a donde dirigirme jamás había estado en aquel lugar, caminé hasta lo que parecía el comedor la madera estaba fría y me hizo caminar más rápido por los pasillos hasta toparme con un gran espejo, me mire con detalle como si la figura que se reflejaba se riera de mi. Me miraba, con el suave y severo decoro del que me revestía, no era mi cabello castaño uno mas largo y rubio lo remplazaba, ni mi cara ni mis ojos. Mientras lloriqueaba frente al espejo la figura frente mía se reía con desdén, es la locura sin duda alguna pensé; es la locura que al fin a llegado a mi, de modo imprevisto ¿cuánto más debo soportar esto? ¿Es que Dios, o la vida me quiere poner en desgracia para probarme? Todos mis pensamientos fueron a callados por una voz, giré presurosa a ver de quien pertenecía tan ronca e imponente voz

-¿Cómo amaneciste hoy hija? - era un hombre corpulento, de cabellos platinados, ojos azul y cansados, con una pequeña barba y un traje noble, una pipa humeante sobre su mano, y quieto inmóvil esperando su respuesta volvió a repetir - Parece que no dormiste - negué con la cabeza -

-Apenas pegué los ojos, cavilé toda la noche - mis palabras eran inseguras -

-¿Sobre que cariño? - tocaron a la puerta y el hombre apenas giró la cabeza para ver quien era, pero al parecer no era más importante que mi respuesta -

-Amm... Pues acerca de... Ciertas personas que extraño y que no se si vuelva a ver -

-Señor - interrumpió el mayordomo - lo están esperando - agachando la cabeza en señal de reverencia dió la noticia para después alejarse -

-Cariño podrías ir hoy a mi oficina, como sabrás el editor de libros que viene de Washington estará presente, y como no paras de hablar sobre tu escrito - es obvio que yo soy el fantasma, este cuerpo no era mío, ni el anterior aparentemente soy un alma en pena, portando cuerpos al azar, pero ¿con qué propósito? - Le he hablado de tu obra y estaría encantado de leerla -

-Así será padre - corrí hasta mi alcoba, mire a todos lados, quiero saber quien es está mujer cuyo cuerpo llevo a cuestas, hurgé los cajones uno a uno, encontré una carta pero nada era concluyente, una fotografía vieja desmanchada por al parecer agua y el tiempo ya hacía sobre el tocador, mostraba a aquella dama y su padre, ropas viejas, sombreros esponjosos y cabello enmarcado por caireles cual muñeca. Abrí el cajón del mismo mueble, vi el tan mencionado manuscrito, hojeando me di cuenta que hablaba sobre fantasmas, tenía una prosa algo gastada, como si se contuviera en escribir, la caligrafía era hermosa.
Tal vez estoy aquí con el propósito de hacer algo por ella, incluso la foto y su manera de escribir dicen que ella no es alguien muy alegre. Quizá si logro que publiquen su obra cuando ella vuelva a su cuerpo sea feliz, ojala funcione y eso haga que pronto vuelva todo como antes, no tengo muchas opciones, y ya no quiero llorar que de nada me sirve.
Entré al baño para darme una ducha, me di un baño corto el lugar me hace sentir cual princesa, la suave tela de la toalla era reconfortante. Un par de las sirvientas me ayudó a vestirme, el corset estaba bastante apretado, tiraban de las cintas como si amarraran un barco. Era un lindo atuendo, mi cabello fue peinado a la perfección, parecía una muñeca de porcelana. En la puerta de entrada una carroza me esperaba, me llevó a la ciudad aun que más bien me sentía en un pueblo, las calles sin pavimentos, sucias, polvorientas, los edificios se veían algo viejos, y en una que otra calle mujeres de la vida galante recargadas sobre las paredes sucias hacían su aparición. Una voz, tenue me decía Si, pensé sin duda es el hombre a cargo del carruaje. Una vez más la oí decir, Si.

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