Trevor le pidió prestado el auto a James solo porque era la única persona que había disponible sin entrar a la casa o poner en sobre aviso a los demás de que él estaba allí. Ari cada vez comprendía menos la situación entre ellos dos.
James era sumamente amable, en ningún momento había demostrado, ni siquiera por asomo, tener los mismos sentimientos que ella percibía que Trevor tenía por él. Rencor, rechazo. No había nada en sus gestos o palabras que lo demostrara.
Él le dio la llave del auto sin problemas ni preguntas. —No te pierdas —había dicho, para lo que Trev había respondido con un asentimiento de cabeza antes de abrirle la puerta del acompañante para que Ari subiera al coche.
Luego había manejado casi en silencio a mínima velocidad por las calles del pueblo hasta salir de él.
Ari no sabía qué hacer, si hablarle y preguntar a dónde se dirigían, o dejarlo hacerse cargo de la situación y solo apoyarlo en lo que él creía que necesitaba en ese momento. Terminó por inclinarse hacia la segunda opción, solo intervendría si creía que era muy necesario, después de todo, cada persona tenía derecho a asumir el duelo como más le parecía, como lo sintiera.
Trev terminó deteniéndose en alguna parte en la orilla de un camino que rodeaba las plantaciones de su familia.
—¿Te sientes mal? ¿Qué sucede? —Preguntó ella, alertada porque hubiese aparcado en aquel sitio tan... aislado.
Trevor, que había permanecido con la vista fija en el horizonte todo el tiempo, se giró para mirarla.
—No ocurre nada —musitó—, solo me detuve. Nadie va a encontrarnos aquí.
Bueno, eso era algo que ella no refutaría. El camino estaba tan arenoso que parecía que no había pasado nadie por allí en meses. A sus alrededores solo había árboles repletos de pequeños frutos, el único sonido que se percibía era el de la naturaleza, algunos pájaros con sus cantos aislados festejando el hermoso día, disfrutando de la luz y calidez del sol, y los árboles que se mecían y rozaban sus hojas con la ligera brisa.
—No debería haberte pedido que me acompañases —agregó él contemplando su expresión—. No pensé mucho en los recuerdos que esto podría traerte.
Ari estiró una mano y tomó la de él que todavía reposaba sobre la palanca de cambios. —Yo quiero estar aquí contigo. Esto no es sobre mí, Trev. Es sobre ti y estoy aquí para lo que necesites.
—Yo sé que es así, pero aún así...
—No es el funeral lo que me afecta, no lo hace. No estuve allí para el de mis padres ni el de mi hermano, estaba en el hospital, inconsciente. Pero tu dolor... Lo siento como si fuera mío, sé cómo te sientes.
—Entonces entiendes porqué no quiero estar allí con todos ellos. No necesito que nadie me diga cómo me siento, o que me recuerde lo buena que era mi madre, o su belleza o cualquier otra característica que ella ni siquiera poseía.
—Tu madre te quería y tú lo sabes. Es lo único que necesitas saber o recordar de ella. No importa lo que digan los demás, ni lo que haya sucedido. Eres tú el que tiene que seguir adelante con su vida y no será fácil hacerlo si sientes remordimientos o reproches hacia ella.
Trev desvió la mirada. Ella no tenía idea de la clase de culpas que él poseía en su interior y que no lo dejaban tener paz. Ni siquiera podía verla a los ojos cuando pensaba en ello, pero tampoco podía contárselo. Sabía que nunca lo haría si quería conservarla a su lado aunque significase que también tendría que procurar mantenerla alejada de su familia.
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Lo que ocultan las cerezas
RomanceTrevor se ha convertido en un verdadero empresario. Lleva el mando de la filial de la compañía de la familia en América, y como tal, es completamente dependiente de su asistente. Kassie lleva las riendas de su vida y se ocupa de que todo esté en arm...