Capítulo 32

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Trevor sonrió al escuchar sus palabras, trató de incorporarse pero lo único que consiguió fue sentirse mareado casi al instante, y cayó de nuevo contra la almohada.

—¡Cuidado! —Exclamó ella sosteniéndolo por los brazos—. Tienes que tener mucho cuidado, vas a provocar que se salten los puntos. Ya no hay mas lugar para ser imprudente, Trevor. Ya no.

Él ignoró todo lo que dijo antes, y a pesar de sentirse dolorido, conservó una sonrisa inmensa. —Dilo de nuevo, quiero oírte decirlo.

Ari apretó los labios y desvió la vista hacia un lado. Trev le tomó una mano y la llevó a sus labios, sabiendo que lo que antes había pronunciado había sido producto de un momento de debilidad, así era ella, así era Ariadne. Siempre con miedo a exponer sus sentimientos por temor a salir lastimada.

Sin que ella respondiera nada, él volvió a hablar.

—No tengas miedo a decirlo, Ari. Significas mucho para mí, lo sabes ¿no?

Ella asintió e inhaló profundamente. Cuando habló también cerró la mano alrededor de la que él utilizaba para sujetarla y lo miró a los ojos. —Cuando te vi aquí, frio, inconsciente, creí que nunca iba a poder decirte lo que siento por ti. Olvidé todo lo que habíamos discutido antes, no me importó, solo quería que despertaras. Y después de lo que Jaques me dijo...

Trev sabía que no tenía que interrumpirla, pero no pudo evitarlo. —¿Qué dijo Jaques, exactamente?

Ari se quedó muda y parpadeó, algo sorprendida por la intervención.

—Eso no es lo importante, lo que importa es que me ayudó a abrir los ojos. A reflexionar. Hizo que me diera cuenta de que me estaba cerrando a cualquier oportunidad por miedo. Y a pesar de que sé que yo también tenía algo de razón, no estaba siendo justa.

Fallando una vez más, Trev quiso enderezarse para tenerla más cerca. —Y eso está bien, me lo merecía. Fue mi culpa por ocultarte cosas y por no ser claro desde un comienzo con mis sentimientos. Pero a la que quiero es a ti, y no a Olivia. Quisiera poder demostrártelo de alguna forma.

Ella sacudió la cabeza a ambos lados y sorbió por la nariz, señal de que las emociones le estaban ganando. —No tienes que hacerlo, yo te creo.

—¿Me crees? ¿De verdad? —Trev parpadeó y una sonrisa comenzó a asomar de sus labios.

Sin dejar atrás las lágrimas, Ari dejó escapar una pequeña risa. —Sí, sí te creo. No quiere decir que haya olvidado todo de un momento a otro, pero creo que merecemos darnos una oportunidad.

Porque no podía hacer otra cosa, volvió a tomarle la mano y la besó repetidas veces. —Te amo tanto. —Tiró de su mano hacia él en un intento de acercarla—. Ven más cerca, no puedo levantarme. ¿Tienes idea de todas las cosas que quiero hacerte ahora mismo?

Ariadne se inclinó hacia adelante y le dio un beso fugaz en los labios. —Pero no puedes. Tienes que hacer reposo. Tienes que cuidarte. Y además, vamos a tomar las cosas con calma.

Las cejas de él se alzaron, alarmado. —¿Con calma? ¿Qué significa eso?

—Simplemente eso. No quiero apresurar nada. ¿No estás de acuerdo con que deberíamos tomarnos las cosas con calma?

—Pero si nos queremos... —titubeó Trev—. Si los dos estamos seguros de lo que sentimos, ¿cuál es el problema?

Ella se lo había imaginado. A veces tratar con Trevor era como hacerlo con un niño. —¿Y cuál es el problema en ir despacio? No estoy hablando del sexo, Trev. No es eso a lo que me refiero. Estoy hablando de cosas más...

Lo que ocultan las cerezasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora