Trevor se estiró hacia atrás, y se recostó sobre el amplio respaldar del sillón en el que se encontraba detrás de su escritorio. Su rostro lucía una expresión de obstinación casi típica de un niño pequeño.
Y Trev no estaba muy lejos de serlo, a pesar de su edad.
—Esto es muy inconveniente —comentó mientras la rubia que estaba sentada del otro lado de su escritorio se limaba las uñas y lo miraba de tanto en tanto—. Kassie, ¿qué voy a hacer? ¿Por qué tenías que embarazarte ahora?
La joven abrió los ojos como plato y también la boca, y se llevó una mano a su vientre hinchado por la criatura de seis meses de gestación que llevaba dentro.
—¡Trevor! ¿Cómo puedes decir eso? Es mi bebé del que estamos hablando.
Ella hizo un mohín y él la imitó.
—Oh, Kassie, ya lo sé. Y estoy muy feliz por ti, créeme. Voy a quererlo como a uno más de mis sobrinos, pero... Me has cambiado por él. ¿Qué voy a hacer sin ti?
—Solo serán unas semanas de licencia y luego volveré.
—Pero no puedes viajar conmigo. Y todavía no lo entiendo. Ese... obtuso de tu esposo... —Protestó entre dientes—. Aún falta tiempo para que nazca, no entiendo su negativa a que vengas conmigo como siempre lo has hecho.
—Oh, mi querido marido es muy protector —soltó con un suspiro soñador que provocó que Trev hiciera una mueca.
—Si no confía en que yo te cuide lo suficiente, podría venir con nosotros.
Era un último intento desesperado por convencerla.
Pero no funcionó. Kassie ladeó la cabeza y lo miró de la misma forma tierna que su abuela lo habría hecho cuando era un niño.
—Trevor, sabes que no va a suceder. Te conseguiré otra para que puedas llevar contigo, y yo me quedaré aquí. Es una buena idea, me permitirá resolver cualquier problema que surja aquí y requiera de la estricta presencia de alguien. Todos sabemos que soy mucho más eficiente que tu vicepresidente.
Trevor se recostó en el sillón y giró sobre su propio eje. Kassie seguía concentrada en sus uñas mientras esperaba una respuesta de su jefe. Aunque más que su jefe, era como un hijo. Un hijo seis años mayor que ella, claro.
Se habían conocido en un bar. Él había pasado todo el tiempo tratando de llevarla a la cama y en el camino habían terminado conociéndose mucho más de lo que cualquier pareja en un encuentro casual como ese.
Al final de la noche, él había conseguido una asistente y ella un trabajo. Ninguno de los dos había vuelto a insinuar jamás que deberían tener sexo.
Cuatro años después, esa sería una idea aberrante. Sobre todo porque Kassandra amaba a su recién adquirido esposo y sabía que Trev seguía enamorado de la única mujer por la que alguna vez había albergado un sentimiento romántico, aunque fuese un amor imposible, del que ya no guardaba esperanzas y al que había renunciado para siempre.
—Así que esa es mi única opción. Llevar a una extraña a la casa de mi familia. ¿Cómo voy a saber, en una semana, que no será más un estorbo que la ayuda que necesito?
—Porque yo la conseguí para ti, y tú confías en mí más que en nadie en el mundo —musitó la joven de veintiséis años alzando la cabeza, en una amplia demostración de su dulzura innata.
Trev ladeó la cabeza y la estudió. Kassie tenía una sonrisa de victoria plantada en su rostro. Era muy probable que ella llevara trazando un plan y poniéndolo en marcha desde mucho tiempo antes de que él se hubiese percatado que el problema existía.
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Lo que ocultan las cerezas
RomansaTrevor se ha convertido en un verdadero empresario. Lleva el mando de la filial de la compañía de la familia en América, y como tal, es completamente dependiente de su asistente. Kassie lleva las riendas de su vida y se ocupa de que todo esté en arm...