Capítulo 27

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Ari y Jaques estaban sentados alrededor de la pequeña mesa que ella poseía en su departamento. Habían pasado todo el día trabajando codo a codo en la oficina y como habían salido tarde, él se había ofrecido a llevarla a casa.

Ariadne lo había invitado a cenar porque en las últimas semanas habían congeniado y formado un buen equipo. Él se podía comportar de forma profesional cuando quería y era necesario. Había dejado de coquetear con ella y eso les había dado una oportunidad de ser amigos, sin agregados, sin interferencias.

Y eso era lo que ella necesitaba. Un amigo con quien poder pasar el tiempo para no sentirse tan sola, y a la vez, una persona con la que no hubiese complicaciones de por medio, ni secretos, ni mentiras, ni tensiones.

Iban por mitad de la cena cuando el timbre los sobresaltó, e interrumpió la conversación acerca de la familia francesa de Jaques que estaban teniendo.

Con el ceño fruncido miró hacia el lugar del que provenía.

—Qué raro —comentó. No era el portero eléctrico del edificio, sino de la puerta de su departamento, lo que significaba que había alguien en el pasillo.

—¿Quieres que vaya? —Ofreció él.

—No, no. Yo me ocupo, sigue comiendo tranquilo.

Se puso de pie y se dirigió hacia allí.

Extrañada, abrió la puerta casi segura de que era alguien que se había equivocado o algún vecino que necesitaba algo. No había más opciones que esas. Pero lo que se encontró al otro lado le demostró que estaba equivocada.

Sí había otra opción.

Trevor estaba allí, de pie frente a la puerta. Ariadne tuvo que parpadear para comprobar que no estaba teniendo alucinaciones.

—Hola —dijo él con una sonrisa tímida.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Inquirió, arrugando la frente. Su intención no había sido ser así de brusca, pero no había podido contenerse. Estaba realmente sorprendida—. ¿Cuándo...

—¿Cuándo llegué? Hace unas dos horas que bajé del avión.

Recuperándose apenas, Ariadne apoyó las manos en la cintura y volvió a hablar. —¿Por qué no me avisaste? No me dijiste que reservara tu pasaje o que llamara a tu chofer.

Trev se aventuró a dar un paso adelante. —Quería sorprenderte, necesitaba verte. Ha pasado mucho tiempo. ¿Puedo pasar?

Ella dio un paso atrás pero no para permitirle el paso, sino para tomar distancia. —Ahora estoy ocupada, si no necesitas nada urgente, te veré mañana en el trabajo.

—¿Ocupada? Es tarde, Ari. Y esto es urgente, necesito hablar contigo. Quiero contártelo todo, no he dejado de pensar en eso desde que salí de casa.

—Esperaste tanto tiempo, no cambiará nada que esperes un día más.

Ari sabía que si él entraba y veía a Jaques allí se armaría un gran problema, un gran malentendido. ¿Por qué había tenido que aparecer sin avisar justo ese día?

Además, recién estaba comenzando a dejar de extrañarlo, recuperarse del golpe de la desilusión y el dolor por el que él le había hecho pasar. En un comienzo se había arrepentido de haberlo dejado, de no haberse quedado y oír lo que tenía para decirle, pero luego había aceptado que su primera decisión había sido la mejor. ¿Cómo podría estar segura que lo que le diría sería cierto? ¿Cómo saber que no estaba mintiendo una vez más?

Lo que ocultan las cerezasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora