Trevor pasó la tarde trabajando con Ari encerrados en el despacho y hasta le pidió a la señora Edison, que sí había ido ese mediodía a prepararles el almuerzo, que les sirviera una comida allí para no tener que encontrarse a su madre y a su tía, por lo menos de momento.
Se habían salvado de tener que soportar alguna otra insinuación por parte de las dos mujeres como en la mañana, pero la que había sido su niñera cuando era un niño no había dejado de guiñarle un ojo y sonreír con picardía. Y con ella no había podido enfadarse, incluso le había dado risa.
Ariadne era muy eficiente y hasta le había parecido que era ella quien tenía las riendas aunque manifestaba que era una principiante. A Trev no le parecía, pero no quería refutarle nada, a las mujeres era mucho mejor darles la razón, siempre.
Desde que se habían sentado allí, algo que lo había dejado pensando toda la tarde. ¿Sería eso que había dicho sobre su madre? Ella parecía tener tantos secretos como él mismo.
Por la tarde la dejó descansando, sin insistir demasiado en que lo acompañara a casa de James, con quien, sin excusa, tenía que tener una conversación de trabajo y pedirle su opinión. Era una decisión que podría tomar solo, pero le parecía que sería un buen gesto consultarlo con él. Era un negocio familiar, por más expandido que estuviera, y James era el más idóneo para hablarlo. Aunque era Jamie de todos en su familia, con quien le costaba más relacionarse.
Todo sobre ellos era incómodo.
De jóvenes se habían llevado bien, pero solo hasta cierto punto. Eran muy distintos, y cuando su primo había regresado del exterior después de tantos años, y se había quedado con la chica a la que él no había podido amar, había creído que la relación ya no podía ser salvada.
Pero el tiempo había ido alivianando todo ese peso que recaía sobre ellos, el peso del rencor, de la desconfianza y de los errores del pasado.
Estaba bastante distraído cuando golpeó la puerta de la casa de James, que se sorprendió cuando Liv se asomó.
—Hola, Trevor —saludó abriendo la puerta para dejarlo pasar—. Adelante, no te esperábamos.
—¿Están ocupados? Puedo volver más tarde.
—No, no. James está en su despacho con el de fumigación. Ya sabes cómo es eso, todos los años el mismo problema —comentó cerrando la puerta y pasando a su lado para dirigirse hacia la cocina—. Tendrá que terminar yendo a la ciudad con Marcus o mi padre y hablar con el Secretario de Medioambiente. Está muy claro que si no hay fumigación, no hay cosecha. Tantas trabas sin sentido no tienen explicación, el ochenta por ciento de las familias de este pueblo depende de la plantación y su trabajo allí.
—Lo solucionarán —sonrió entrando en la cocina donde estaba Savannah sentada en su silla para comer.
Liv parecía estar trabajando en una de sus recetas, ya que con la llegada de su hija, había decido que podía trabajar en ciertos pedidos desde su casa, por lo menos hasta que la niña comenzara el preescolar, ya que ninguno de sus hijos iría a la guardería si no fuese estrictamente necesario.
—¿Puedo? —Preguntó mirando a la bebé que ya tenía los brazos levantados hacia él y balbuceaba sin parar.
Liv soltó una risa y contestó. —Adelante.
Trevor levantó a Savannah y la cargó dándole un beso que no fue tan bienvenido como el que la sacara de su prisión. —¿Ya ha venido a visitarte tu abuela? ¿O has tenido suerte y aún no se ha pasado por aquí?
—Que malo eres —respondió Liv girándose por un instante—. Alice y tu madre han venido, han sido muy amables y han traído regalos para todos. ¿Puedes creerlo? Malcom estaba encantado, ahora mismo está arriba con sus juguetes nuevos. Katherine dice que no puede esperar a tener sus propios nietos.
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Lo que ocultan las cerezas
RomanceTrevor se ha convertido en un verdadero empresario. Lleva el mando de la filial de la compañía de la familia en América, y como tal, es completamente dependiente de su asistente. Kassie lleva las riendas de su vida y se ocupa de que todo esté en arm...