—Tómalas —dijo Trevor colocándole en la mano las llaves de su departamento.
Ariadne dejó la palma abierta. —¿Por qué me las estás dando?
—No puedes volver a tu departamento, Ariadne. Ya lo hablamos, no puedes estar sola allí. ¿Qué vas a hacer si algo te ocurre? —Volvió a cerrarle la mano en un puño para que las aceptara. Se la cubrió con la de él y se inclinó hasta quedar a la altura de sus ojos—. Ya sé que puedes cuidarte sola, pero me sentiría más seguro si te quedases en mi casa.
Ella suspiró. —Ya hablamos de esto, no voy a dejar mi departamento, Trevor. Tendré más cuidado.
La gente se movía alrededor de ellos por todos los costados. Era un día agitado en el aeropuerto y ella estaba a punto de abordar. Ari tenía sentimientos encontrados, se sentía aliviada por marcharse y no tener que seguir fingiendo que todo estaba bien, pero por otro lado no quería dejarlo.
Cuando estaban juntos él solo tenía ojos para ella, le dedicaba toda su atención. Era cariñoso y dedicado, la hacía sentir como si de verdad se interesara, como si sintiera algo por ella.
Trevor no tuvo más remedio que terminar cediendo. —Está bien, pero quédatelas. Si algo sucede, por cualquier cosa que necesites, puedes ir allí.
—Estaré bien —Compuso con una sonrisa.
Él la abrazó. La cubrió con sus brazos y la asió contra su pecho como si no quisiera dejarla ir. Todas sus demostraciones de afecto significarían algo si ella pudiera estar segura de que eran reales y no fingidas. De que él no le ocultaba más cosas cuando juraba decir la verdad.
—Regresemos al pueblo, no te vayas. —Pidió sin soltarla—. Te necesito.
Ari colocó las manos en su pecho para alejarlo y mirarlo a los ojos. —Has estado sin mí por mucho tiempo, lo harás bien. Aquí está tú familia y tu padre que te necesita.
La expresión de Trev se ensombreció. —¿Por qué dices eso? ¿Qué importa el tiempo? Te encontré, Ariadne. Te encontré y no voy a dejarte ir, ¿cómo es que aún no lo ves?
No quería decírselo, pero no quería ser ella la mala de la película. No quería marcharse dejándolo con la angustia de no saber qué era lo que le ocurría. Porque ella sí tenía sus sentimientos claros.
—Te escuché, Trev. Te oí hablar con Fredric, le dijiste que no sabes lo que sientes por Olivia o por mí. Que cuando estás aquí todo es diferente, complicado.
—Ariadne —pronunció con la tez pálida.
Pero ella no dejó que la interrumpiera. —Los sentimientos no cambian con el lugar en el que te encuentres. Además, me mentiste, me dijiste que Olivia era tu pasado. Me habría dolido menos si hubieses sido honesto. ¿Por qué no pudiste decirme la verdad?
—Es que esa es la verdad, Ariadne. Estoy contigo ahora, te quiero a ti. Ella es... como una sombra que no puedo abandonar, no puedo dejarla ir por más que lo intento. Me tortura.
—Porque todavía sientes algo por ella —sentenció—. Por eso te persigue de esa forma. Porque la quieres para ti y no puedes tenerla.
—No, no es así. Yo... —miró hacia todos lados con desesperación—. No te vayas así, déjame explicártelo todo. Quédate, hay cosas que no te he dicho.
Ella soltó una carcajada amarga. —Por supuesto que no, pero no voy a quedarme. Tuviste tu oportunidad de contármelo todo, Trev. Y la dejaste ir. Ahora no estoy segura de si quiero saberlo, porque no sé si podría creerte.
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Lo que ocultan las cerezas
RomanceTrevor se ha convertido en un verdadero empresario. Lleva el mando de la filial de la compañía de la familia en América, y como tal, es completamente dependiente de su asistente. Kassie lleva las riendas de su vida y se ocupa de que todo esté en arm...