Capítulo 14

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Ari se bajó del avión sin saber cómo sentirse por haber regresado. Era bueno, supuso. Volver a la normalidad. A su casa, a su cama, a su soledad.

Excepto que ya no estaba tan asustada e insegura como cuando había llegado por primera vez a la ciudad. Ahora tenía un trabajo y sabía que el mes siguiente podría pagar el alquiler y las temidas cuentas.

Miró a Trev que había conservado un humor particular desde que habían salido de su casa. Le había parecido que estaba aliviado de marcharse, pero por otra parte, no podía ocultar la tristeza que le había dado dejar a su familia.

En especial a Emilie que los había llevado al aeropuerto y se había quedado con ellos hasta el último minuto. Estaban muy unidos, había observado Ari. Solo con ella él parecía estar relajado, sonreía mucho más y de una forma auténtica. No había esa tensión que había detectado con el resto de la familia.

Y le había gustado verlo así. Estaba bastante segura que él estaba tan solo en esa ciudad como ella misma. Pero por lo menos Trevor tenía el consuelo de tener una familia en alguna parte.

Admitía que sentía un poco de envidia, había extrañado a sus padres y a su hermanito mucho más viendo a toda esa familia junta.

—¿Te apetece ir a almorzar conmigo? Podemos dejar las valijas en mi casa y bajar al restaurante que hay a media cuadra. —Ofreció él saliendo de las inmediaciones del aeropuerto—. Yo invito, por supuesto.

Ari lo pensó bien. No debería aceptar, pero la verdad era que estaba hambrienta y su heladera estaba vacía por completo. Cuando llegara allí tendría que ponerse a ventilar todo un poco y quitar así el olor a encierro y humedad que debería haber después de tantos días de hermetismo.

Un buen almuerzo antes de comenzar no le vendría nada mal.

Así que terminó asintiendo. —Creo que sí, gracias.

Trevor sonrió complacido y siguió a su chofer que los había estado esperando. Ese era un detalle del que se había ocupado la infalible Kassie.

—¿Feliz de estar de vuelta? —Preguntó cuando ya estaban dentro del coche.

Ariadne lo observó sin decir nada. No tenía una respuesta certera para esa pregunta. ¿Estaba feliz de volver? No sentía ninguna emoción especial, ni felicidad, ni amargura. A veces pensaba que cada día su interior se iba vaciando un poco más.

—Supongo que debería estarlo, pero no lo sé. No es que este sea mi hogar, todavía no logro considerarlo de esa manera. ¿Y tú? ¿No sientes melancolía por haberlos dejado a todos?

—Sí, algo. Los quiero, pero nunca me siento del todo cómodo con ellos. Excepto con Emilie, seguro que lo has notado. Ella es mi mejor amiga, me entiende.

Ari asintió y le sonrió. No agregó nada porque no tenía qué decir y se giró para mirar por la ventanilla y contemplar el continuo ajetreo de la ciudad. Eso sí que no lo había extrañado, la diferencia era inmensa. El ruido, los atascos, las decenas de personas aguardando por cruzar la calle en las esquinas.

Trev por su parte prefirió deleitar su vista en ella. Era tan hermosa y estaba tan llena de capas que a él le gustaría descubrir y hacer desaparecer.

Pero solo era eso, un deseo. Tenía una grave batalla en su interior entre actuar en consecuencia o dejarlo estar y respetar lo que Ariadne le había pedido, que era a su vez lo que él había creído que era lo mejor para ella.

Sin embargo después de hablar con Olivia había empezado a dudar de todo. ¿Podría ella estar en lo cierto? ¿Podría convertirse en el hombre que una mujer como Ari necesitaba?

Lo que ocultan las cerezasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora