Capítulo 3

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Para cuando llegó el día del viaje, Ari estaba exhausta. Las semana anterior, Trevor la había vuelto definitivamente loca. Su jefe era una pesadilla personificada.

 Kassie había estado alrededor solo para guiarla, pero nada más, todo el peso del trabajo había recaído sobre ella que no estaba nada acostumbrada a personas tan intensas como ese hombre.

Él tenía mucha energía y le costaba seguirle el ritmo. Nunca nadie la había exasperado tanto como él, nadie había puesto a prueba su santa paciencia. El viaje no la había entusiasmado demasiado al principio, pero después de conocerlo, estaba ansiosa por conocer a su familia. ¿Cómo tendrían que ser sus padres para que con sus treinta y dos años, se comportara como un niño de seis?

Un dato importante era el hecho de ser hijo único. Eso tendría que haber influido.

Trevor Johnson no caía nada mal cuando tenía la boca cerrada. Era agradable a la vista, muy agradable. Pero desgraciadamente, era casi un milagro que no tuviese algo para decir.

—¿No nos olvidamos de nada? —Preguntó él cuando ya estaban ubicados en sus asientos en primera clase.

Ese día se había mostrado más fastidioso que lo normal. Pero había sido diferente, de alguna forma, ella intuía que él estaba nervioso por ver a su familia. Kassie le había dicho que eran muy especiales todos y cada uno de ellos. Y que eran muy numerosos.

Además, estaba la famosa Rose. Seguro que él estaba ansioso por ver a su novia.

—Querrá decir si yo no me olvido de nada, señor —murmuró, pero se giró hacia él con una sonrisa divertida—. Considerando que hasta armé su maleta.

Trevor le devolvió la sonrisa y relajó la espalda contra la acolchonada y cómoda butaca. —Muy acertada, Ari. ¿Segura que guardaste los regalos?

—Sí, señor.

—¿Y mi ropa interior?

Ari no lo estaba mirando en ese momento, pero él sí a ella. Vio como bajaba a su regazo el celular que estaba apagando y abría los ojos de par en par. Abrió la boca por unos segundos y volvió a cerrarla antes de girarse hacia él.

—Su ropa interior está dentro de la valija, señor, junto con toda su ropa.

Trev contuvo una carcajada por su expresión ultrajada y avergonzada, tenía las mejillas rojas como dos tomates. Y era tan adorable y tentadora que no pudo resistirse a picarla un poquito más. Lo mismo le había sucedido toda la semana, la había presionado hasta casi hacerla explotar, pero ella no había cedido. Era o bien muy dura, o muy flexible. Ya lo descubriría.

—Verás, hay uno en especial que es mi favorito. Es rojo y la tela es suave y elástica, seguro que lo recordarás es muy agradable al tacto.

Ari no sabía si él hablaba en serio o se estaba burlado de ella. Trataba el tema con una naturalidad que la perturbaba, como si fuese lo mismo hablar de su ropa interior que hablar del clima o de una transacción financiera, y la contemplaba con toda calma como si no notara que era una situación muy embarazosa y para nada profesional.

Ya había tenido bastante con tener que empacarle todas sus pertenencias solo porque él no podía hacer que todo cupiera en la maleta.

—La verdad es que no, señor. —Soltó de golpe y terminó por suavizar la voz al darse cuenta de su error—. Espero que esté allí y no haya quedado en su departamento.

Lo que ocultan las cerezasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora