Capítulo 21

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Ariadne miró la entrada del edificio en el que trabajaban y luego a Trevor que estaba sentado a su lado dentro del coche. Habían pasado una hora discutiendo porque ella se negaba a faltar al trabajo otro día y él insistía en que se quedara haciendo reposo como el médico había recomendado.

Ella había ganado, por supuesto. Pero no había tenido tiempo para pensar en que volver al trabajo ya no sería lo mismo. Y poco tenía eso que ver con el asalto, de no ser por los dolores que todavía sentía en su cuerpo, lo habría olvidado por completo con toda la distracción que había tenido el día anterior.

El problema era que no sabía cómo sería estar con Trevor siendo él su jefe. Porque él no había accedido a mantener la relación en secreto. Se había negado rotundamente a llevar esa relación lo más discreta posible, y Ari pensaba que podría llegar a tener mucho que ver con Jaques y las ansias de Trevor de marcar su territorio como no había podido hacer antes.

—¿Qué sucede? —Preguntó él tomándole una mano y llevándosela a los labios—. ¿Te sientes mal? ¿Quieres regresar?

—¿Qué? No, claro que no. Tenemos mucho trabajo hoy, sin contar lo que se ha acumulado de ayer.

Se bajó del auto y no lo esperó para comenzar a caminar. Un tonto intento de mantener la distancia que estuvo lejos de funcionar. Trev se apresuró a llegar hasta ella y le tomó la mano en cuanto estuvo al lado.

Ari se abstuvo de cerrar los ojos para evitar ver las miradas que probablemente todos le estarían dando, sin embargo, solo miró hacia el frente y conservó una expresión imperturbable. Muy diferente a él que amplió más su sonrisa intuyendo lo que estaba pasando por la cabeza de ella.

No miró a nadie en particular, pero se aseguró de que quedase claro lo que estaba sucediendo allí. Le dio un beso en la mejilla sin detener la marchar y continuó como si eso fuese algo normal.

Tampoco se ahorraron las miradas atentas cuando entraron al ascensor. Como de costumbre quedaron en el fondo porque eran los últimos en bajar, y Trevor la envolvió con un brazo, acercándola a su cuerpo en una actitud para nada profesional.

Ari sabía que si le decía algo todo sería para peor, así que se quedó quieta y no dijo nada. Lo único que conseguiría sería llamar más la atención o provocarlo a él a hacer algo más. Ninguna de las dos opciones era digna de ser considerada.

—¿Por qué haces eso? —Preguntó una vez que sí estuvieron a solas.

—¿No es obvio? —Respondió Trevor riendo entre dientes mientras se abrían las puertas del ascensor para bajar en el último piso—. Tory, buenos días.

La secretaria alzó la cabeza y respondió con una sonrisa antes de percatarse de que él había vuelto a tomarle la mano a Ariadne. Su expresión cambió de manera drástica pero no salió ni una palabra de su boca. Chica inteligente. No lo haría delante de su jefe, pero Ariadne estaba segura de que no lo dejaría pasar si tuviese la oportunidad de encontrarse con ella a solas.

Trev cerró la puerta cuando entraron en el recinto donde se encontraba el escritorio de Ariadne y no perdió tiempo para volver a tenerla entre sus brazos. Fue cuidadoso de no apretarla demasiado cuando la abrazó, pero nada lo detuvo a la hora de besarla.

Había pasado toda la noche haciéndolo, pero en vez de saciarse la deseaba cada vez más. Y eso era increíble, se sentía mucho más vivo e incluso parecía que su corazón latía con más fuerza.

No le había sucedido en mucho tiempo y había creído que tampoco volvería a ocurrirle en su vida. Se sentía nuevo, renovado cuando estaba con ella. Y le gustaba, le encantaba esa sensación de libertad que ella le ofrecía sin saberlo.

Lo que ocultan las cerezasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora