Capítulo 8

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Esperando a la Navidad

La charla que tuve con Max hace pocos días me dejo reflexionando sobre el futuro de mi familia. Amo que estén en casa y cada día vuelvo a conocerlos pero se que cada uno necesita un espacio determinado y mi departamento no alcanza esos requisitos.

También el concepto de familia me puso a pensar que tengo 23 años y que el reloj de la vida corre, se que aún soy joven pero tengo miedo de fallar, tengo miedo de nunca poder formar mi propia familia y la familia es tan importante porque le da un sentido a la vida. Pero la esperanza es más fuerte que el miedo, la esperanza ilumina y saber que todos tenemos un destino me calma.

Hoy todos fuimos a hacer compras navideñas mi padre y mi madre distrajeron a Mike, mientras tanto Gabriela, Dave y yo fuimos a comprar los juguetes pero de repente algo nos sorprendió a todos.

-¡Odio este empleo! Tengo que actuar  como si la vida tuviera magia, ¡Por favor!- Grito un hombre con un traje de Papa Noel, lanzando el gorro rojo con pompón a las manos de Dave.

-Mami, quiero ver a Santa- Dijo Mike sonriendo.

-Santa se fue a descansar con los duendes.- Disimulo Gabriela.

-Es que necesito pedirle algo muy importante.- intento de aguantar las lagrimas que le caían de los ojos.

Gabriela no pudo soportar ver a su hijo así, miro a los costados y vio a todos los niños decepcionarse. Ella siempre fue sensible pero siempre encontraba una solución a los problemas.

-Dave- susurro.

-¿Qué quieres Gabriela?

-Si te pones ese traje de Santa y te sientas en el trono de dulces te daré cien dolares.

La naturaleza de Dave era clara, este no dudo, fue directo a los vestidores y en pocos segundos Dave se había ido y Santa saludaba a los pequeños.

-¡Hagan fila!- Ordeno este.

La primera niña en pasar era rubia y no paraba de pedir cosas.

-Quiero patines, dos muñecas, un castillo de juguete...- Dave la paro enseguida al ver que los padres de la niña le hacían señas.

-Santa no cobro su aguinaldo, debes pedir solo una cosa.

La niña se fue con una gran cara de disgusto pero aún quedaban dos niños más antes que Mike. El segundo era regordete y al sentarse en las flacas rodillas de Dave este dio un pequeño grito.

-Para esta Navidad quisiera más suerte con las chicas.- Dijo este inspirado mirando a los ojos de Dave.

-Mira niño, te daré mi secreto, las chicas aman a los incomprendidos que las tratan como basura.

Gabriela y yo miramos a Dave enojadas haciéndole señas para que pare, pero este continuo.

-Tu tienes que ir decirle algo lindo y luego decir que no puedes estar con ella porque ella es tu debilidad ¿Cómo crees que seduje a Mamá Noel?

-¿Enserio? Es que la chica que quiero es muy difícil de conseguir, tú tuviste que esforzarte mucho, supongo.

-No, Mamá Noel era más fácil que la tabla del uno. Pero cree en mi, si eso no te funciona prueba ser Santa, todas las madres lo esperan de noche.- Dijo sonriendo despidiéndose de aquel niño tan simpático.

Por último había otro niño pero este era más flaco y no paraba de hablar de sus problemas, de lo que hizo esa misma tarde, de toda su vida prácticamente.

-Esto hará que te dejes de preocupar.- Dijo mientras le daba de un frasco gris un liquido misterioso.

Al irse el niño parecía bastante tranquilo y mareado, pero para Dave fue todo un éxito. Finalmente Mike esperaba sentarse en el regaso de Santa.

-Hola, mi nombre es Mike y quería pedirle algo muy importante para Navidad.

-Claro pequeño Mike, dile a Santa lo que quieres y el te lo dará. Puede ser un juego, muñecos de acción, pelotas de cualquier deporte, lo que quieras.

-Por favor Santa, has que mi padre vuelva.

Dave se quedo mortificado, como todos nosotros, incluso el hermanito de Mike se puso a llorar.

-Tranquilo Mike, veré que puedo hacer.

La tarde termino y la inocencia de Mike no le dejaba ver lo destruidos que estábamos, eso fue solo un motor para convencer a Max. Conduje otra vez a la pequeña cafetería donde vi al padre de Mike pero cuando llegue me dijeron que había renunciado.

Me sentía molesta, porque él no estaba aprovechando lo que tenia, cada día sin él era un recuerdo perdido, una posibilidad rota, una anécdota menos que contar. No había nada a mi alcance.

Me senté en el sofá arrodillada, mi padre estaba a mi derecha.

-¿No volverá, cierto?

-No creo, se fugo.

-Es una pena, pero la vida nunca lo necesito y puede seguir sin él.

-No se trata de la vida, se trata de nuestra vida, la de Gabriela en especial y la de sus hijos.

-Nunca me dijiste que hiciste para que te recordaran en tu escritorio.

-Escribí con un cuchillo "Lo que das, recibes".

-Buena frase.

La gente a veces vive en su mundo y se encierra en una burbuja, olvidando la realidad. Mirando sus celulares, nuevos zapatos, objetos y no se dan cuenta de que la vida los espera. La vida y sus almas esperan una emoción, buscan experimentar, arriesgarse,buscan esperanza. Y hasta los seres vivos más puros tienen maldad. Porque no habría bondad sin maldad y la intensidad de estos dos son las más fuertes.

Todo esto no puede ser producto de una célula o de una explosión, la Religión no es solo un refugio es una identidad, es el origen de los conceptos, son todos los sentimientos fusionados. Porque una alma es realmente completa cuando logra sentir e interpretar todos los sentimientos en uno y dejarse llevar.

Te hace crecer mentalmente pero también emocionalmente.

Toda ese descubrimiento me dio la idea genial de escribir un libro, tome mi computadora y comencé a escribir.
Estuve toda la noche escribiendo, ya no me importaba el trabajo o los Correos, me dedique a mí misma.
Les estoy dando lo que recibí de su parte, nada.

El día donde todo se fue al diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora