Capítulo 1: El momento en el que te vi

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Ashton:

Hola, amor. Es posible que nunca leas esto, o tal vez sí, aún no lo sé. Lo único que puedo decir con certeza es que te amo y te extraño. Sin embargo, es hora de dejarte volar.

Y ¿cómo puedo hacer eso? He pasado meses pensando en ello, gastando mi cabeza para decidir qué hacer, porque no es solo dejarte ir a ti, sino también a mí. Debo liberarme de esta carga en mi espalda que me atormenta y no me deja seguir con mi vida, tranquila y sin preocupaciones. Pero es más difícil de lo que parece.

Puede que hacer esto sea una tortura para mí. Debo reconstruir poco a poco los momentos que pasamos juntos, recordarlos como si estuviera viviendo de nuevo cada uno de ellos, como si yo estuviera allí, junto a ti, apenas creando nuestra historia.

Entonces, como todo tiene un comienzo, ¿por qué nosotros no?

Oh mi amor, nuestro comienzo fue... mágico. Fantástico. Me sentía en otro universo, de alguna manera podía sentir que en ese instante en el que nuestros ojos conectaron fue... especial. Simple y llanamente especial. Siempre he dicho, y es algo de lo que he estado segura, que lo llamativo en ti fueron y serán tus ojos. Tenías un brillo encantador, resplandecías con ellos y me fascinaba. Además, en tu mirada podía percibir cierta benevolencia, amabilidad, me daban confianza...

Eso fue lo que me llevó a conocerte.

Lo recuerdo como si no hubieran pasado casi veinte años.

Eras nuevo. Llegaste al instituto el primer día de clases de nuestro penúltimo año. Yo estaba con una de mis amigas en la oficia de la secretaria, recogiendo nuestros horarios. Ella me contaba lo que había hecho en sus vacaciones mientras yo asentía y la escuchaba porque no sabía qué decir. Mis vacaciones habían sido un asco, la había pasado mal con los mismos problemas con mis padres, así que de algún modo sentía un poco de envidia que ella lo pasara tan bien y yo estuviera amargándome la vida. Pero era una envidia pasajera, era mi amiga al fin y al cabo, y lo mínimo que podía hacer era alegrarme por ella.

En fin, yo estaba atenta a ella cuando escuché una voz gruesa. Aún lo recuerdo, aún sé lo que dijiste ese día, y lo rememoro una y otra vez. Tu voz merece ser recordada para siempre, con ese toque suave y melodioso que te endulza pero no empalaga.

Cuando volteé —porque lo que habías dicho era "permiso", dirigido a nosotras— y te di espacio para caminar, nuestros hombros se rozaron. Traías una camisa azul oscuro y yo una blusa sin mangas negra. Te giraste a pedirme disculpas, pero te detuviste.

Y parpadeaste.

Justo ahí una pequeña chispa de alegría pasó por tu mirada. No pude identificar por qué ya que mi amiga, quien se llamaba Leyla, me jaló y me sacó corriendo de aquella sala. No había chica más inoportuna que ella.

Lo que sí pude darme cuenta es que dudaste, abriste la boca pero después la cerraste, y luego no supe nada porque ella me estaba alejando de ti; solo para decirme que el chico nuevo, es decir, tú, se veía muy atractivo. Casi quise golpearla, aunque me contuve; ella era así, actuaba con impulso y era muy enérgica. Sin embargo, me sentía frustrada porque era obvio que querías decir algo, pero no pudiste y por culpa de ella. Ese fue el primer momento en el que me alejaron de ti.

Aún me sigo preguntando qué hubiera cambiado si me hubieras dicho lo que sea que tuvieras que decirme porque creo firmemente que hasta la más mínima acción de una persona puede alterar el rumbo de la historia. Sé que éramos dos completos desconocidos, es posible que solo fueras a disculparte, pero en el fondo de mí podía comprender que no era simplemente eso. O tal vez eran ideas mías.

Aunque no importaba. Desde que entraste en ese mismo segundo y chocaste conmigo ya se estaba iniciando nuestra corta historia. Juntos la estábamos escribiendo sin percatarnos de ello.

Esa es una de las razones por las que te amo; porque fue ese día en el que empecé a vivir y fue gracias a ti.


Se despide, la chica de las mariposas

Ann 


Volar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora