«No es una historia de amor con un final feliz, ni mucho menos yo soy la princesa que fue rescatada por el apuesto príncipe de las garras de la malvada madrastra. Nuestra historia fue y es real, más real que esos ridículos cuentos de hadas.
Un amor...
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Ashton:
Hubo un momento en el que dejé de creer en todo. No sé, tal vez en la vida, en Dios, en mí. Sin embargo, seguía adelante, a pesar de que ya no era yo la que habitaba ese cuerpo. Me sentía como una observadora; veía cómo mi yo que no era yo seguía avanzando en este mundo, superándose cada vez más y convirtiéndose, finalmente, en aquello que sus padres habían deseado.
Pero no era yo.
Me di cuenta que no solo me sentía así por ti, a pesar de que formabas parte de mis pensamientos inquietantes. El vacío que cada vez se iba agrandando en mi interior se formó gracias a mí, a mis padres y a todo el ambiente que me rodeaba. Tantos rostros felices, tanta alegría en el aire... ¿Sería esa felicidad verdadera, o más bien pasajera, como todo en la vida?
Hubo un instante en el que todos y todo me asqueaba. Sentía asco por mis padres, por las personas con las que pasaba tiempo en mi universidad... Sentía repulsión por mí misma.
Luego de un tiempo en el que llegué a pensar que siempre me sentiría así, una pequeña luz iluminó mi camino. No sé cómo la llamarías tú en ese entonces, pero yo la denominé esperanza.
¿Había esperanza para alguien como yo?
Al parecer sí.
Y en aquel instante volví a remontarme a ese día en el que la coincidencia me llevó a ti. Sin embargo, en esta ocasión no fue la coincidencia, ni el destino, ni alguna otra fuerza superior... Simplemente fuimos tú y yo, siguiendo nuestros caminos.
Lo que no sabíamos era que ambos caminos estaban ligados y nada podría separarlos.
