Capítulo 14: Una dolorosa separación

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Ashton:

Perdóname.

No había podido escribir porque hace poco... Bueno, se puede decir que mi salud no ha estado muy bien. Fui al doctor y me recomendó reposo, aunque sé que eso no ayudará en nada.

Mi corazón. Ese es el que duele y nada podrá curarlo. Ni siquiera una semana entera en cama con potes de helado y películas baratas de humor. Nada lo solucionará.

Pero ese no es el propósito de esta carta. Como ya sabes, la única razón por la que hago esto es para plasmar de alguna manera nuestra historia. No espero que sea conocida mundialmente, eso no es mi propósito. Lo que quiero es sacar de mí lo que por tanto tiempo me he guardado y resulta que el papel es un buen confidente en estos casos.

Bien, a lo que iba.

Cuando mis padres me informaron que habían decidido, en definitiva, que nos mudaríamos de ciudad pensé que se trataba de una broma. Una broma muy pesada, pero al fin al cabo una broma.

No lo era. Era tan cierto que inmediatamente me dijeron que debía ir a empacar porque al otro día a primera hora vendría el auto que llevaría nuestras cosas.

¿Te confieso algo? Ese día me puse histérica. Totalmente histérica, casi demente. ¡No podía ser cierto, no, no! ¿Por qué lo hacían? ¡Estábamos muy bien aquí! La casa en la que vivíamos era grande, teníamos el espacio suficiente para todos. Nuestros vecinos eran amables y cálidos, no habíamos tenido nunca algún inconveniente con ellos. Era un lugar pacífico donde podíamos estar tranquilos. No lo entendía, de ningún modo comprendía esa decisión tan repentina.

Luego, como si algo encajara en mi mente y las ruedecitas en mi cabeza empezaran a funcionar, lo supe. Era tan obvio y no lo había notado antes.

Nos querían separar. ¡Lo estaban haciendo de nuevo! Ellos supieron unos días antes que estábamos juntos otra vez y lo más extraño de la situación era que... lo habían aceptado, así no más, sin replicar nada.

Había creído que después de todo aceptaban nuestra relación, pero, como siempre, me equivocaba.

Me enfurecí tanto al darme cuenta de ello que les grité como nunca antes. Las palabras, crueles y llenas de ira, salían de mis labios sin parar. No me podía detener, era el momento de dejar salir todo. Les confesé que ya sabía la mentira que habían inventado solo con la intención de separarnos y lo mucho que me había dolido eso. Les dije que los odiaba, que en ese momento los estaba odiando profundamente. Y no me arrepentí al haberlo soltado. Era lo que sentía.

Luego de que me hube callado, ellos... quedaron estupefactos. Estaban totalmente mudos; lo único que hacían era observarme con expresiones dolidas. Eso fue lo que no me permitió estar más tiempo en su presencia. ¡Dolidos! ¡¿Acaso lo que había dicho era una mentira?! No, no lo era. Nada lo era y ellos lo sabían, tal vez por eso habían reaccionado de esa forma. O mejor dicho, no habían reaccionado.

Cuando estuve en mi habitación, convencida de que la puerta estaba bien asegurada, te llamé. Mis manos sudaban y estaba segura de que mi voz iba temblar al pronunciar la primera palabra, pero no me importó; debía hablar contigo cuanto antes.

Contestaste y el alivio llegó a mí. Ashton, siempre has sido una fuente de alivio para mí, me infundías tranquilidad con solo escuchar tu voz.

Te relaté todo lo sucedido y tampoco lo podías creer. No nos cabía en la cabeza el hecho de que ellos insistieran en separarnos. ¿Por qué no les agradabas? No eras, de ningún modo, una mala influencia para mí. Al contrario, tú me hacías bien, me hacías feliz. ¿No se supone que lo que un padre quiere para su hijo es que él sea feliz? Yo... simplemente no lo entendía, no los entendía.

Después de la tranquilidad pasajera que experimenté al hablar contigo, mis padres tocaron la puerta con fuerza. Me informaron que no importaban mis réplicas y mi oposición, nos marcharíamos y nada lo iba a impedir.

No, no podían separarme de ti... Tan solo la idea de tenerte a kilómetros de distancia me resultaba perturbadora, no lo aceptaría.

Sin embargo, yo era menor de edad en ese entonces. A pesar de toda la resistencia que pusiera, ellos tenían un derecho sobre mí y ¿qué era lo que yo debía hacer? Obedecerles, eso era.

No pude llamarte de nuevo. Las lágrimas que surcaban mi rostro y la debilidad que mi cuerpo experimentaba no me dejaron hacer nada más que estar acostada en mi cama abrazando la almohada.

Me iban a separar de ti...


Volar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora