Capítulo 9: ¿Engaño?

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Un día en el que me habías invitado al cine, mis padres me informaron que debían hablar conmigo de algo serio e importante. "Serio e importante" indicaba problemas, mas les obedecí y me senté a escucharlos.

Qué gran error, aunque no había otra salida.

Me contaron que te habían visto con otra chica. Que te vieron besarte con otra chica, otra chica... ¡Otra chica! Ellos te habían conocido una vez que te invité a ver una película en mi casa, y aunque no se mostraron muy emocionados por el hecho de que su única hija tuviera novio, no mencionaron nada al respecto. Sin embargo, noté su mirada de sospecha sobre ti y me di cuenta que no confiaban en lo nuestro.

Puedo asegurarte que al principio no les creí, pero luego les pregunté cuándo fue. Me respondieron que el martes pasado.

El martes pasado me dijiste que no podías salir conmigo porque en el trabajo de tu padre habría algo así como una fiesta, y que era un evento en el que debían asistir padre e hijo, así que era indispensable tu presencia.

No quería creerles a ellos, mas todo tenía sentido. Me contaron que te vieron en la noche, en un estacionamiento detrás del supermercado. Cuando contestaste mis mensajes eran las doce de la noche y se suponía que ese evento terminaría a las diez.

Encajaba. Lo que ellos me decían y lo que tú me habías mencionado antes encajaba.

No pude más que creerles, pero no quería porque eso implicaba aceptar el hecho de que tú me... engañabas.

Ellos trataron de consolarme diciéndome que eras un idiota que no me merecías, que no me apreciabas lo suficiente, que era una chica maravillosa y que esto era solo algo pasajero; que después de un tiempo lo superaría.

Estaban tan equivocados.

No obstante, les creí, Ashton, lo hice. Eran mis padres, querían lo mejor para mí; no podían estar mintiéndome. ¿Qué razón tenían para hacerlo?

Me encontraba en un mar de lágrimas cuando tocaste la puerta. Le pedí a mi padre que te dijera que estaba enferma, aunque no era una mentira del todo; mi corazón estaba enfermo y agonizaba por ti.

Escuché la preocupación en tu voz y querías entrar a verme, pero papá no te lo permitió. En ese momento se lo agradecí y luego de una larga charla entre ustedes, de la cual no quise escuchar mucho, él cerró la puerta y yo me marché a mi habitación. No quería ver a nadie, solo deseaba encerrarme para siempre.

Te observé por la ventana mientras entrabas al auto. No alcanzaba a verte el rostro, pero ya lo podía imaginar: con esa típica mueca de confusión en él, sin entender lo que pasaba. Rayos, te conocía muy bien. Después de unos minutos, finalmente te fuiste.

Y no te diste cuenta que detrás del vidrio yo lloraba por ti.




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