Capítulo 11: Explicaciones

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Me sentía... traicionada. Se suponía que iría a la casa de mi amiga para alejar mi mente de ti y todo lo que te rodeaba, pero por lo visto era más difícil de lo que pensaba. Marissa se excusó diciéndome que eso era lo que necesitaba. ¿Cómo carajos sabía ella qué era lo que necesitaba? ¡Lo que necesitaba era un maldito respiro! Un momento sin ti, sin preocupaciones o problemas.

Era obvio que quería irme de allí, no podía soportar verte; pero algo me detuvo. No algo, sino tú. Tú, con ese tono de súplica y derrotado. Tú, con esa mirada desolada... Diablos, ¿por qué influías tanto en mí, Ashton? Me hacías sentir débil, sin autodominio.

No me resistí, eras mi punto débil. Y lo sigues siendo.

Acepté a que habláramos, así que fuimos a la sala de la casa. Marissa subió las escaleras, dejándonos solos.

De nuevo llegaron esos nervios que me atacaban cada vez que estaba a tu lado. ¿Qué me pasaba al estar contigo? Ni yo me lo podía explicar.

En ese instante no sabía a quién creerle: si a mis padres o al amor de mi vida. Mas debía escucharte, ver la otra cara de la moneda.

Lo que me dijiste... me dejó anonadada.

Mis padres te habían amenazado. Luego del día en el que ellos me informaron sobre tu supuesta traición, fueron a buscarte. Te amenazaron, Ashton. Mis propios padres te amenazaron solo porque estabas conmigo y porque, a palabras de ellos, eras una mala influencia para mí. Te dijeron que te alejaras de mí, que si volvías a acercarte te llevarían con la policía. Tú estuviste tan aterrorizado que te viste obligado a obedecer, pero querías aclarar las cosas conmigo.

Te pregunté sobre lo que mis padres me habían dicho, acerca de que te habían visto besándote con otra chica. No me sorprendió tu reacción, en lo absoluto. Te mostraste tan indignado cuando te lo conté que supe que todo había sido una absoluta mentira. Me explicaste una y otra vez que esa noche la fiesta se había alargado más de lo normal y que habías llegado a casa muy entrada la noche. No estuviste en ningún estacionamiento con ninguna chica y me prometiste con la voz entrecortada que nunca me harías daño de esa forma.

Te creí.

Sabía cómo eran mis padres. Sabía lo estrictos que eran en estos asuntos, aunque nunca pensé que llegarían a tal punto. No podía entender por qué actuaban de esa forma, pero en ese momento aquello no me interesaba. Te creí y eso bastaba.

Aún me sigo preguntando en qué sentido les afectaba a ellos nuestra relación. Es decir, tú eras un chico detallista, amable, solidario, tierno... Todo lo que un padre quiere para su hija, ¿no? Entonces, ¿por qué tanto problema en que estuviéramos juntos?

Después de que la sorpresa pasó, llegó el arrepentimiento y la culpa. Te había juzgado de la peor manera, sin darte la oportunidad de que me explicaras. Había sido tan tonta creyéndoles a mis padres, esos que me habían fallado tantas veces, y no haber confiado en ti. Tú me habías demostrado que estarías siempre para mí y yo no te había creído. Diablos, ¡había sido muy tonta!

Mis disculpas fueron acompañadas por las lágrimas. Mi actitud anterior había sido estúpida, no había pensado bien en el contexto de la situación.

Sin embargo, en parte me alegraba. ¡No me habías fallado! Terminaste siendo la persona que creí que eras, aun mejor. Ashton, mi amor, eras un ser humano tan especial que no podía comprender qué hacías con alguien como yo.

Pero ya no importaba. Lo único que realmente valía la pena era que estábamos juntos, de nuevo.


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