Ashton:
Se puede decir que cuando estaba en secundaria era una chica muy lenta... No, lenta no. No era observadora, no me percataba de ciertos detalles bastante obvios y por eso, cuando sucedían cosas de repente, me llegaba la verdad como un balde de agua fría.
Aunque, en algunos casos, esa verdad fue lo mejor que me pudo haber ocurrido.
Ya habían transcurrido dos semanas desde que nos habían asignado el trabajo. Todo estaba pasando con tanta normalidad y naturalidad que a veces me preguntaba si eso en realidad estaba sucediendo, si era cierto que me encontraba ahí, a tu lado, actuando como dos desconocidos que se estaban empezando a conocer y que se agradaban más de lo que parecía.
Tú eras... ¿Cómo decirlo? Intrigante, misterioso, reservado; pero también amable y divertido.
Cuando te acercaste a mí un día para preguntarme cuándo iniciaríamos con el trabajo, yo solo podía asentir y balbucear. Lo he dicho, dialogar no es lo mío, y siempre actuaba como una tonta cuando alguien aparte de mi pequeño grupo de amigos me hablaba. Así que ahí estaba yo, sin poder soltar algo coherente. Pero tú no te burlaste ni nada parecido. Lo único que hiciste fue organizar la fecha y la hora en la que nos reuniríamos, mientras yo susurraba un "sí" ahogado. Luego me miraste y sonreíste.
Esa sonrisa me impactó —tú, Ashton Pierce, sonriéndome. A mí, precisamente a mí—, y tuve que fingir que no me afectó en nada. Te sonreí de vuelta y, tomando un poco de valentía de no sé dónde, me despedí como lo haría cualquier persona normal.
Empezamos a reunirnos tres veces por semana. A mi parecer, era mucho para un trabajo, pero tú afirmabas que era lo necesario para hacerlo bien y como se debía. Yo no me oponía, claro que no. En algunas ocasiones era en mi casa y otras veces en la tuya. Solo Leyla y Marissa conocían mi casa, así que se sentía... raro tenerte allí. Sin embargo, me acostumbré a que fueras un elemento constante en mi diario vivir. Y me estaba gustando más de lo que debería...
Después de eso, además de hablar sobre el libro, comenzamos a dialogar sobre nosotros. Tú me preguntabas aspectos un tanto personales, cosa que no esperaba, pero te respondía como si te conociera de siempre, y eso me sorprendió mucho más a mí porque yo no era así, no solía ser tan abierta con las personas. Sin embargo, allí estaba, hablándote con confianza y sin temor. Tú tampoco te guardabas nada conmigo, o así lo percibía yo, y comenzamos a forjar una relación profunda en poco tiempo.
Lo único que me torturaba en ocasiones eran esos toques disimulados que a veces nos dábamos. Al tocarnos, mi piel se incendiaba. Parecía quemarse, pero era un dolor placentero. Necesitaba más de ti, aunque sabía que no lo obtendría en ningún momento.
Ashton, Ashton. Te estabas volviendo en alguien para mí en tan poco tiempo y eso me preocupaba.
A veces lo único que quería hacer al llegar al instituto era correr y contarte algo, cualquier cosa, con tal de tener tema de conversación. ¿Qué me hiciste, Ashton? Yo no me comportaba de esa manera, para nada, pero estaba cambiando poco a poco y tú no te dabas cuenta que era gracias a ti.
Luego comenzaste a acompañarnos a mí y a mis amigas en los almuerzos. A ellas les caías bien y ¿cómo no hacerlo? Eras especial. También me acompañabas a las clases y cuando compartíamos unas pocas, en las que estaba sin ellas, te sentabas conmigo. Me decía a mí misma que simplemente eran detalles de un amigo a una amiga, pero Leyla y Marissa no opinaban lo mismo. Me dijeron que era bastante obvio que yo te gustaba, mas yo me negaba vez tras vez porque esa sola idea se me hacía ridícula.
No fue hasta que llegó el día de la entrega del trabajo que todo fue claro a mis ojos.
La mayoría de los estudiantes estaban disfrazados, incluido nosotros, ya que teníamos que hacer la representación de una escena del libro. Yo estaba con un traje bombacho, el pelo recogido en una coleta baja y un leve maquillaje. El libro que se nos había asignado era "Orgullo y prejuicio", así que yo haría de Elizabeth Bennet y tú de Mr. Darcy. Me encontraba muy nerviosa; no era fanática de las representaciones en público, aunque esta afortunadamente solo era con nuestro pequeño grupo de la clase de literatura.
Al llegar nuestro turno, tú, antes de entrar a actuar, me agarraste de la cintura, para sorpresa mía, y me dijiste mirándome a los ojos "Buena suerte". Te deseé lo mismo, pero sin tanto significado detrás de mis palabras. Como dije antes, yo no veías las cosas obvias tan fácilmente.
Iniciamos la escena con normalidad, como lo habíamos ensayado. Notaba cierto brillo en tu mirada, pero lo dejé pasar.
Sin embargo, algo pasó. Fue ese algo que cambió el rumbo de todo.
No me esperaba que en el momento en el que te acercaras a mí, tal como teníamos planeado que haríamos, sujetaras mi rostro con suavidad y lo acercaras al tuyo, rozando nuestros labios y compartiendo respiraciones aceleradas. Era claro que eso no estaba dentro de la escena original. El beso se basó en un minúsculo contacto de nuestras bocas, pero fue suficiente para llevarme a la perdición.
Incluso después de habernos separado y que todos en el aula comenzaran a aplaudir, no comprendía por qué lo habías hecho. ¿Acaso era una especie de broma pesada? ¿Estabas cumpliendo una apuesta, en la cual yo estaba implicada?
Esas ideas negativas se conglomeraron en mi cabeza, trayéndome a una realidad que yo había creado.
Lo último que recuerdo de ese día fue que salí corriendo del salón y huí. Huí de ti, de todos, de los sentimientos que se estaban acumulando en mi corazón...
Pero tú no terendiste.
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Volar a tu lado
Short Story«No es una historia de amor con un final feliz, ni mucho menos yo soy la princesa que fue rescatada por el apuesto príncipe de las garras de la malvada madrastra. Nuestra historia fue y es real, más real que esos ridículos cuentos de hadas. Un amor...