Capitulo Veinte y Siete

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Amy no podía creer que Harry se hubiera ido. Es decir, casi la besa, pero nada. Se había ido dejándola con los papeles del divorcio, que ni se interesó en leer. 

Comenzó a llorar, dejando aflorar todos sus sentimientos. Liberando todo el dolor que le producía perder para siempre al amor de su vida. Él creía que estaba con Louis. Harry era un idiota, definitivamente el mas grande de los idiotas. Como era posible que no se diera cuenta que estaba enamorada de él, y solo de él. Que jamás había sentido algo similar en su vida, mas que mal, Amy se había entregado en cuerpo y alma, y él simplemente le llevaba los papeles del divorcio. Un imbécil total. 

La puerta aun seguía abierta, y Amy no se había percatado de Grym había salido de la casa, tras Harry. Se sentó en la mesa del comedor a tomarse un café. Se sentía horrible, enferma, como si estuviera a punto de caer en la peor de las gripes. Tenia unas horribles ganas de vomitar, y su cabeza le retumbaba. Podía escuchar el retumbe de los latidos de su corazón

Decidió ir a leer un rato, quizá eso la haría olvidar lo ocurrido. Miro sobre la mesita de la sala los papeles de divorcio. Y deseo con todas sus fuerzas que Harry jamás la hubiera encontrado.

Comenzó a buscar a Grym, necesitaba estar con el único que la apreciaba en ese momento, pero antes de si quiera decir una palabra, corrió al baño a devolver todo el café que acababa de beber.

Se miró al espejo, y se sintió la cosa mas fea que jamás haya sido creada. Y todas las palabras de su madre a lo largo de su vida le hicieron eco en su cabeza.

-¿Cómo es posible que Harry algún día se enamore de mi, si soy un asco? –se dijo a ella misma. –Jamás nadie podría fijarse en mí. Soy una idiota…. –Antes de que pudiera volver a insultarse a ella misma, las ganas de vomitar le ganaron nuevamente.

Se quedó unos minutos ahí, en el suelo del baño, apoyada en la bañera, por si las nauseas volvían a invadirla. Pero como no ocurrió decidió salir del baño. No valía la pena insultarse ni nada, Ella sabía perfectamente que era una asco. Repetirlo solo la hacia sentir peor.

Amy se encontraba recostada sobre su cama, aun estaba vestida, cuando su teléfono comenzó a sonar insistentemente. Se sentó como pudo y contestó.

-¿Si?

-¿Amy? Soy Emma, escucha, esta noche celebraremos mi cumpleaños en mi casa. Tu sabes donde es, por que no vienes y nos divertimos.

-No me siento bien Em, de verdad, creo que estoy enferma.

.Oh, vamos. Esa es la peor excusa de la historia. No aceptaré un no como respuesta. Te espero en media hora. –y antes de que Amy pudiera decir cualquier cosa, colgó.

-Está bien, una salida no me hará daño ¿no Grym? –dijo en voz alta después de unos minutos. 

Sin esperar respuesta de su perro comenzó a retocar el maquillaje. No iba a dejar que nadie la hiciese sentir poca cosa, y eso la incluía a ella misma. Se emborracharía, si. Esa noche olvidaría todo su mundo hecho pedazos, total. No me puedo casar en Londres.

Cuando estaba completamente lista, abrió la puerta llevándose la sorpresa mas grande de su vida. Harry estaba a punto de tocar la puerta, y tenía a su perrito en las manos.

-¿Qué se supone que haces con mi perro? –preguntó Amy, mientras le arrebataba al animal de las manos. 

-Me siguió cuando salí de aquí. 

-¿Si?, pues eso fue hace como una hora. ¿Qué se supone que te demoró tanto en subir y bajar por el elevador?

-Solo un gracias habría bastado Amy. –dijo Harry. Lo cierto es que había estado prácticamente todo ese tiempo en la puerta de Amy, decidiendo si era lo correcto o no volver a llamarla después de haberla “casi” besado.

-Pues Gracias –dijo seca- ya puedes largarte.

Harry estaba a punto de obedecerle, pero no pudo. Simplemente era una idiota, y no volvería a serlo. ¡Al diablo con el plan! Antes de que la rubia le cerrara la puerta en la cara, puso su pie, deteniéndola.

-¿Pero que…? –pero antes que siquiera pudiera terminar de hablar. Harry la estaba besando. Sus labios se juntaron con una fuerza y una pasión desmesurable, todo lo que había intentado ocultar esas dos semanas salió a la luz. Amy tomó a Harry por el cuello, haciendo mucho más profundo el beso, y supo que estaba tan perdida como hacía dos semanas.

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