Capitulo Veinte y Cuatro

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Se despertó a las once de la mañana aturdida intentando tocar con la mano el cuerpo de Harry pero encontró la cama vacía. Y entonces se acordó. Ronroneó como un gato antes de estirarse y levantarse de la cama para empezar una nueva vida. Buscó su maleta, con la cual había viajado a Las Vegas y comenzó a meter toda la ropa que había traído mientras que todo lo que había comprado con el dinero de Harry lo dejo allí, como el vestido malva que utilizo para acompañarle a la inauguración de un nuevo hotel. Comenzó a recordar todos los momentos que pasaron desde esa noche y las lágrimas volvieron a florecer. Intentó calmarse, para que Harry no la viera llorar, no quería que supiera cuanto le afectaba dejarlo.

Fue a la cocina para buscar cajas de cartón para guardar todas sus novelas, y se encontró con Frank haciendo el desayuno pero solo había un plato en al encimera.
- Hola Frank, ¿Harry no desayuna hoy aquí? – preguntó Amy –
- No, el señor se ha ido muy temprano y creo que sin dormir – Amy había estado a punto de aclararle ese “creo” pero no tenía ganas de remover más el tema – Si ese plato es para mí, te lo agradezco pero no tengo nada de hambre. ¿Te importaría llamar a un taxi? – le pidió Amy –
- Eso es una ofensa señorita, yo mismo le llevaré en la limusina. – dijo Frank –
- De verdad que no hace falta, yo puedo coger un taxi. 
- Me niego – Amy sonrió mientras con la cabeza afirmaba en señal de aceptación a que la llevara en limusina, y después de meter todas sus novelas en cajas y recoger todos los juguetes de su perro comenzó a bajar las cosas y meterlas en la limusina, o al menos meter lo que le dejaba Frank –

El viaje se le estaba haciendo muy duro, el silencio los consumía. Frank no tenia idea que decirle o como hacerla sentir mejor, pues se notaba que Amy estaba muy triste, aunque intentaba aparentar otra cosa. Para ella dejar la casa de Harry era una autentica tortura. Al llegar a el edificio, Frank bajó todas las cosas de Amy y la ayudó a subirlas. Se despidió afectuosamente del que fue su mayordomo por dos semanas, a pesar de ser callado, era una buena compañía, y Amy lo extrañaría mucho. Cuando metió la llave en la cerradura y su pequeño apartamento se abrió ante sus ojos dejo todo en el recibidor y se tumbo en el sofá mientras Grym no paraba de dar vueltas loco de contento por volver a estar en su casa. Ella no podía decir lo mismo.

Se había quedado dormida y se despertó a las siete de la tarde, había dormido muchísimo, pero aun así las ganas de llorar le provocaban ardor en los ojos. Decidió comer algo pero se acordó que su nevera estaba vacía. Se le estaba cayendo el techo encima y no sabía qué hacer para disminuir esa sensación de vacío que le producía volver a su apartamento.

No podía entender cómo es que Harry no había sido capas si quiera de despedirse, mas que mal habían estado juntos un par de veces. Amy pensaba que aunque sea algo había significado para Harry el estar con ella, pero al parecer se equivocó. A pesar de ser un idiota, lo extrañaría, y mucho. ¿Qué pasaría ahora con su madre? Seguramente le restregaría por el resto de su vida este “fracaso” matrimonial, y la sola idea de que su madre en cada navidad o cena familiar le preguntara por su ex marido la irritaba, y la hacía sentir aun peor.
Pero ella había aceptado el trato de Harry, había sido ella la que dibujo su destino, sabiendo desde un primer momento que él la podría enamorar y luego dejar con la misma facilidad. Pero las ganas de callar a su madre, y la pequeña esperanza que le producía que Harry se enamorara de ella también, la habían llevado a cometer el peor error de su vida.
Cogió su ordenador portátil que estaba donde ella lo había dejado antes de marcharse y aunque su cabeza estaba pensando en Harry y toda esa situacion, sus dedos estaban tecleando en una página de vuelos de low cost, para marcharse a Londres. También puso su número de cuenta sin prestar atención a lo que hacía porque en su cabeza solo había una cosa, y esa era Harry.

Cuando quiso darse cuenta de lo que estaba haciendo, vio que tenía un billete para Londres al día siguiente por la tarde. 

Y cuando quiso darse cuenta estaba de camino al aeropuerto para llegar a la ciudad donde había nacido, sin avisar a nadie. Desapareciendo, porque en esos momentos es lo que necesitaba. En esos momentos no quería oír hablar de nadie. No quería oír a su madre regañándola por mentir, o a Kath diciéndole que debió decirle a Harry que lo amaba, o ver la mirada de decepción de su padre. No quería. Simplemente quería estar sola y olvidar que se había enamorado de un imbécil bipolar. Quería olvidarlo, a él y sus bellos ojos verdes, a él y su cabello ondulado, a él y sus besos, a él y su todo.

Y así lo hizo.

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