ciento cincuenta y cinco días.

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Y que quieres que te diga,
que me duele que no estés,
que me digan que te han visto,
que no sigues igual,
que has cambiado.
Que te has dejado el pelo y la barba largas
como tanto te gusta.
Que no cambias tu forma de vestir,
de negro,
como todo lo que llevas dentro.
Que vuelves a fumar lo mismo o más de lo que lo solías hacer.
Que llegas tarde a casa
y que visitas sitios en los que no te puedo encontrar.
Que no quieres nada serio con ninguna chica
pero si que quieres volar
de cama en cama
hasta encontrar algo del calor
que yo sí que estaba dispuesta a darte
hasta en pleno verano.
Que te quiero,
y que quizá me muero,
porque no estás
y no vuelves
y en otoño me caigo
y me seco como las hojas de los árboles
y en invierno me congelo como el agua en la Antártida.
No sé tú,
pero yo sigo aquí desde hace más de un año
y ni si quiera te das cuenta.
Estoy dispuesta a darlo y dejarlo todo por ti
pero una vez más no cuentas conmigo
pero sí con las piernas que esta noche si están dispuestas a abrirse
solamente para ti.
Una vez más te echo de menos
y lloro
y grito
y caigo
y me levanto
y me vuelvo a caer,
porque no te vas aunque quiera que vuelvas
y si por algún casual vuelves
será un sueño como los de siempre
o puede que se te hayan acabado
las bocas en las que te gusta volar
y decidas recurrir a la mía sabiendo
que estoy dispuesta
para ti.
Bésame otra vez, que estoy aquí.
Dime que me quieres, porque estoy aquí.
Vuelve, no me moveré de aquí.
Siempre tuya, recuerdalo.
Te a(m)o.

M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora