Dos.

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Un mes después.

―Recuéstate en la calle. ―me pidió Byron. Lo miré aterrorizada.

―¿Y si me pisan?

Se encogió de hombros regresando la mirada a las lejanas luces delanteras de un coche que se acercaba hacia nosotros.

―Ya estás muerta. Si te pisan gritarás de dolor, pero no morirás de nuevo.

Le hice una mueca y caminé hacia la carretera. Me recosté recta, con los brazos rectos al igual que las piernas. Cerré mis ojos y contuve el aire. El auto se acercó y de él bajó una mujer desesperada.

―¡Por Dios! ¿Estás bien? ―me sacudió agachándose a mi lado― Iré a llamar a una ambulancia.

Una vez que se fue a buscar el teléfono, miré a Byron. Él asintió con la cabeza. Me levanté y me paré a espaldas de la mujer. Ella murmuraba un par de cosas por la situación, maldiciendo a alguien. Cuando por fin encontró su teléfono, se lo llevó a su oreja y volteó, sobresaltándose por la sorpresa. Sonreí sin mostrar los dientes.

―Pero si tú... ―desvió la mirada hacia el lugar donde segundos atrás estaba acostada.

―Todo puede ser. ―sonreí otra vez y clavé mis dientes en su cuello. Sus gritos se hicieron audibles por toda la ruta. Había pasado un mes desde que Byron y yo hacíamos esto todo el tiempo. Ya no necesitaba a mi familia, esta era mi nueva vida.

Ya había muerto.

―Jamás me voy a arrepentir de haberte obligado a apagar tus emociones. ―aplaudió Byron. Lo miré irónica― Ya no tengo que lidiar con los "ayúdame a encontrar a mi familia", "no lo mataré, merece vivir" o "¡es un alma inocente, Byron, ya déjalo!". Esto es genial.

―Sí, y también tenemos comida todo el día. ¿Gracias a quién? A Cassandra Dawson. ―repuse caminando hacia el lado contrario― Sígueme, tenemos una fiesta universitaria.

Más tarde, casi a mitad de la noche, cerramos las puertas de nuestro departamento en el que vivíamos y tomamos el coche de mi compañero. Me senté en el asiento de copiloto. Byron había hipnotizado al dueño de los departamentos para que nos dé uno gratis, al igual que con el coche. Y se eligió un Audi A9.

Condujo un buen rato por la autopista y entrando a la universidad, aparcó en la calle. Bajé y caminé hacia la entrada. Busqué a alguien que no tenga ningún vaso en su mano y me dirigí a una chica rubia más baja que yo por pocos centímetros. La miré a los ojos.

―Vas a invitarnos a entrar. ―dije. Esperé a que asimilara mis palabras. Al cabo de unos minutos, asintió con la cabeza y entró a la universidad, la seguimos y ella dijo "sean bienvenidos". Entramos y le sonreí a Byron― Que comience la diversión.

Caminamos hacia la barra de tragos. Nuestras miradas se dirigían a sus cuellos e inspeccionaban cada movimiento de las personas. Pedí un vaso de cerveza al igual que mi compañero y me senté en el taburete mientras Byron me imitaba.

―Iré por ella. ―susurró Byron en mi oído, señalando a una chica que se encontraba sola. Se fue y lo observé alejarse. Lo que menos me gustaba de Byron era que me dejaba sola en todo momento. Apenas tenía un mes siendo un vampiro y no conocía a la perfección cuáles eran mis atributos. Sólo tenía por sabido las cosas básicas, cómo hipnotizar, chupar sangre, y no llamar la atención. ¿Cómo seducir? Mucho menos. Siempre fui pésima para esas cosas.

Suspiré saltando del taburete, caminando hacia el tumulto de gente. Mi compañero ya no estaba en la fiesta y deduje que estaba quitándole toda la sangre a esa estúpida chica. Pensé en lo que podía hacer para ganar tiempo. Bailaría si supiera, aunque cada uno estaba en su mundo y nadie se preocuparía en burlarse de mí. Me encogí de hombros quitándome el cabello de la cara y comencé a bailar, sintiendo la mirada de un joven puesta en mí. Lo miré interrogante y una sonrisa luchaba por hacerse visible. Me sacaba los mismos centímetros que Byron de altura. A simple vista se podía notar que su cuerpo estaba bien trabajado debido al gimnasio. Alcé las cejas en una mueca de aprobación y subí la mirada hacia sus ojos.

Así que aproveché la situación y me acerqué hacia él. Puse mis manos en su nuca, entrelazando mis dedos. De puntas de pie, me incliné hacia su oreja y susurré.

―No vas a gritar.

Antes de perforar su piel con mis colmillos, él me interrumpió dejándome estupefacta.

―¿Y qué si lo hago? ―había dicho. Sonrió llevando su muñeca a su boca y la mordió, dejando a la vista sus dientes anormales. No podía ser cierto. Lo miré incrédula.

Antes de que pueda hablar, cayó al suelo con el cuello roto. Di un paso atrás sobresaltada y me encontré con Byron hecho una furia.

―¿Cómo no pudiste darte cuenta de que era vampiro, estúpida? ¡Sentí su olor desde la otra esquina! ―me regañó él. Me encogí de hombros girando sobre mis pies, dándole la espalda.

―Recuerda que soy una vampira de un mes y jamás me diste clases. ―murmuré cruzándome de brazos. Caminamos llamando la atención de un par de universitarios y tuve que excusarme diciendo "es nuestro amigo, está borracho".

―No hace falta tomar clases para darse cuenta ¡que su sangre es negativa! ―negó con la cabeza cargando al joven en el baúl del coche― Si tan solo clavabas tus colmillos en su cuello, morirías infectada.

―No me digas. ―mascullé abriendo la puerta. Byron subió unos minutos después y pisó el acelerador―¿Qué pasará si el vampireso despierta?

―Se quedará sin aire y volverá a morir. Pero despertará en unas dos o tres horas.

―¿Lo ataste?

―Está en el baúl. No puede escaparse a ningún lado.


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