Siete.

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―Tenemos que buscar a Bill. ―espeté apenas abrí los ojos. Kale y Byron me miraron frunciendo el ceño― Él está vivo.

―¿Quién es Bill? ―preguntó Kale.

Volqué los ojos. Luego de contarles toda la historia, especialmente mi sueño; que me contó el otro lado de la historia que no recordaba, ellos se miraron extrañados.

―Yo sé que es un vampiro. ―solté esperanzada― Si es verdad que su cuerpo desapareció, es probable que le haya sucedido lo mismo que a mí.

―Regresando a tu sueño, ¿dices que moriste en el accidente? ―preguntó Kale confundido. Negué con la cabeza― Entonces desapareciste del hospital ya convertida en vampira.

―Cuando desperté, había una enfermera que me dio la noticia. Yo estaba conectada a una máquina que me pasaba sangre, y luego trató de calmarme porque reaccioné mal. Entraron unos doctores y uno de ellos quebró mi cuello. Salí del hospital muerta y desperté en transición.

Kale asintió con la cabeza.

―¿Recuerdas a esos doctores? ―me preguntó Byron. Negué con la cabeza tratando de recordar algún detalle más.

―Riggs tenía una sonrisa de satisfacción, pero no vi su rostro. Tampoco el de Bob, el que causó el accidente. Escuché el nombre de un tal Alexander, quién se haría cargo de mi amigo. Fue como si estuviera escuchando a una persona contando una historia y que tú te la imagines.

Ambos asintieron con la cabeza.

―Aguarda un momento. ―dijo Kale frunciendo el ceño― ¿Alexander cuánto?

―No lo sé. Riggs sólo mencionó su nombre.

―¿Por qué preguntas eso? ―le dijo Byron mirándolo interrogante. Kale bajó la mirada, como si intentara recordar algo de sus meses encerrado.

―El científico que me mantuvo cautivo se llamaba Alexander. ―soltó después de unos minutos. Me había levantado a servirme una taza de café y cuando escuché eso, ésta se cayó al suelo logrando que ambos hombres me miren. Corrí a velocidad de la luz hacia la mesa donde estábamos sentados y miré interrogante a Kale, hasta el punto de incomodarlo.

―¿Estuviste con un tal Bill? Un rubio de ojos azules. Tenía el cabello largo hasta los hombros y...

―Estuve encerrado solo en una habitación, Cassandra, al igual que todos los vampiros. ―tenía razón. Mi nivel de euforia era increíble e insoportable. Así que decidí calmarme.

―Perdona. Es mi único amigo que quedó con vida de aquél accidente. ―bajé la mirada. Decidí ir a darme una ducha y cambiarme la ropa mientras el ojiazul buscaba en sus recuerdos alguna figura similar a la de Bill. A veces creía que Alexander o el tipo que estuvo con Kale durante cuatro meses, odiaba su trabajo, ya que le había dado muy poca droga para el efecto de la amnesia. Ojalá eso hubiera pasado conmigo. Sería mucho más fácil que estar recordando por sueños todo lo que me había pasado.

Caminé hacia la puerta del baño y entré, empujándola detrás de mí. Kale se había levantado de su asiento y con sus nudillos tocó mi puerta. La abrí y con una sonrisa observaba mis ojos brillosos.

―¿Tu amigo tiene un acento francés? ―me preguntó. Asentí con la cabeza― Ya sé dónde encontrarlo.

Kale llevaba conduciendo dos horas y media hacia el sur de Estados Unidos, ya que en Kansas se encontraba el galpón donde había sido torturado por menos de la mitad de un año. Según él, Alexander abandonó su profesión de crear vampiros por una mala experiencia. Desde hace bastante tiempo el tipo detestaba su trabajo, pero luego de haber sido succionado por uno de nosotros casi le costó la vida. Los sujetos 355 y 357 fueron los últimos vampiros que él controló.

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