Epílogo.

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Kale Davis observó el cajón marrón bajarse con lentitud. ¿Quién iba a pensar que la mujer que había amado desde el primer momento que la vio iba a terminar ahí adentro, a sus veinte años? Cassandra no había podido cumplir su sueño, el de ser feliz y poder formar una familia.

Kale imaginó a una Cassie de cinco años, riendo y disfrutando de su infancia aunque ésta haya sido una farsa. Era una niña. Y lo que más importaba era su inocencia.

Byron estaba a su lado, con la mirada perdida. Él no había dicho ni una sola palabra desde que su hermana había muerto. Prefería guardarse el dolor y descargarlo cuando esté solo.

Dio un paso adelante y lanzó su ramo de flores blancas en el agujero con furia. Al voltear, cruzó la mirada con Kale. Ambos se miraron, sin decirse ni una palabra verbalmente, pero sí con la mirada. Siempre hacían lo mismo, tenían en cuenta el dicho "una mirada dice más que mil palabras".

Byron caminó con las manos metidas en sus bolsillos en dirección al coche. Ahora el castaño dio un paso adelante y miró con detenimiento el cajón. En la placa decía: "Cassandra Margaret Dawson 1996 – 2016".

Un nudo se había formado en su garganta. Ya había llorado hasta más no poder la noche anterior. Pero... ¿cómo no llorar por ella?

Una lágrima cayó sobre el cajón y se la secó al instante. Ainee se puso al lado de él y frotó su espalda. Ella sí estaba llorando. Kale la abrazó y la chica sollozó. Ainee había perdido a su hermano la misma noche.

―Ya... ya estoy mejor. ―murmuró contra su pecho. Se separó de él y lanzó una rosa sobre el cajón de Cassandra. Luego sacó de su bolsillo los anteojos de Dante Spausky, y también los lanzó.

Kale volteó y caminó con la cabeza gacha hacia atrás de todo. Miró por última vez a los quince sobrevivientes del incendio de la base. No había quedado un solo científico con vida y se sintió feliz por un microsegundo, al saber que Cassie había muerto sin deudas.

Todos estaban serios y tensos. Parecían robots. Desvió la mirada hacia el bosque que se extendía tras el cementerio y fue cuando la vio.

Ella estaba apoyada contra un árbol, observando a todos con una expresión de preocupación en su rostro. Kale se quedó sin aliento cuando Cassandra le dirigió la mirada. Sintió lo mismo que cuando sus ojos azules se posaron por primera vez en los suyos.

Cassie le sonrió y volteó, dando saltos hacia el interior del bosque. Su cabello marrón se movía mientras corría y Kale sonrió sin mostrar los dientes. La observó hasta que se perdió entre los árboles.

Luego, se subió al coche donde Byron iba fumando seis cigarrillos al mismo tiempo. Le ofreció y esta vez Kale aceptó. Ninguno de los dos hablaba, pero el rubio estaba tenso. Y Kale sabía perfectamente el motivo.

Byron la había visto.

(...)

Kale no pegó un ojo en toda la noche. Intentó dormir pensando en todos los momentos que compartió con Cassandra, pero ella era el motivo de su insomnio.

Se levantó y se puso las zapatillas. Luego tomó un abrigo y con las manos puestas en los bolsillos, salió de la pensión en Fort Collins. Se dirigió a la autopista e hipnotizó a un adolescente para que le entregue su coche.

Condujo hasta el bosque que se encontraba 13 kilómetros antes de la base de datos. Se puso la capucha de su campera y caminó metiéndose en lo profundo del bosque, hasta que las luces de una cabaña aparecieron frente a sus ojos.

Apresuró el paso y entró sin tocar la puerta. Los vampiros se sorprendieron al verlo allí y Jesse le sonrió entregándole una taza de chocolate caliente, la cual Kale rechazó.

Byron también estaba con ellos. La cabaña había quedado en silencio con la inesperada llegada del castaño.

―¿Qué sucede? ―preguntó Ainee nerviosa.

―Tengo algo para todos ustedes. ―murmuró y sintió el pulso de los quince acelerarse al mismo tiempo.

Los condujo a la habitación donde Cassandra había dejado su sangre humana. Las bolsas estaban guardadas en un freezer y al abrirlo, todos se sorprendieron.

―Ya sabemos lo que es eso, Kale ―dijo Byron confundido. Kale sonrió negando con la cabeza. Tomó una bolsa y la miró fijamente. Luego, se la lanzó a Byron y éste la atrapó en el aire.

―Un día antes de morir, Cassandra me pidió que guardara el secreto por si acaso. Si no hacía las transfusiones, quedaría en deuda con todos ustedes. ―tragó saliva― Y la decisión ahora es suya, ustedes elijen. Si quieren reiniciar su vida, beban de estas bolsas. Y si no... pueden guardarlas para cuando crean que será necesario.

Los ojos de Byron se llenaron de lágrimas y rió para evitarlas.

Ainee sonrió destapando la bolsa y la bebió en un abrir y cerrar de ojos. Y así, lo hicieron todos. Excepto Byron y Kale.

―Éramos los últimos quince vampiros del mundo ―habló Trent, quien mágicamente, había sobrevivido a todo―. Y ahora... ahora todo terminó.

―Basta de científicos. Basta de creaciones en contra de nuestra voluntad ―dijo Jesse limpiándose la boca. Kale asintió con la cabeza y sostuvo con fuerza la bolsa. Este era el final. Cada uno volvería a su vida humana e intentaría dejar lo que fueron en el pasado. Iban a dejar de escapar de un lado a otro. Cumplirían sus sueños y sus metas.

Todos se despidieron y en la habitación sólo quedaron dos personas. Kale miraba la bolsa y Byron lo imitaba.

―¿Qué pasará ahora? ―preguntó el castaño. Su amigo levantó la mirada y luego de unos segundos, lo abrazó. Kale también lo hizo.

―Gracias. Gracias por haberme ayudado a encontrarla. Gracias por haber estado cada vez que te necesité. Y gracias por protegerla con tu vida. Eres el mejor amigo, Kale.

―Tú también lo eres Byron. No me alcanzará la vida para agradecer lo que has hecho por mí.

Al separarse, se miraron a los ojos y destaparon las bolsas.

―Quizá volvamos a encontrarnos en algún momento ―murmuró el castaño. Byron asintió con la cabeza.

―Intentemos tomarla al mismo tiempo.

―Uno...

―Dos...

―Tres. ―dijeron al unísono. Se llevaron el contenido a la boca y lo devoraron rápidamente. Sintieron que su interior se revolucionaba y parecía a punto de estallar. Este era el cambio. Serían lo que desearon desde el primer momento.

Se abrazaron por una última vez.

―Adiós, Byron. ―murmuró Kale abriendo la puerta. Miró a su mejor amigo una última vez. El rubio alzó una mano y lo saludó.

―Adiós, Kale.

Fin.


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