Treinta y dos.

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Abrí los ojos bostezando. Tenía el cuello duro como una tabla y me insulté a mí misma por no haber usado mi mochila como almohada. Me estiré y esperé rozar mi brazo derecho con Kale, pero no lo hice.

Me incorporé al instante y lo busqué con la mirada. Kale no estaba en ninguna parte.

Hice fuerzas para levantarme y me colgué la mochila en la espalda. Giré mi cabeza hacia la carretera, ya no llovía pero estaba nublado. En cualquier momento se largaría a llover peor que anoche y yo debía encontrar a Kale para buscar refugio.

―¡Kale! ―lo llamé adentrándome entre los árboles. Bufé conteniendo mis ganas de arrancarme los pelos, y escalé la elevada colina que se presentaba ante mis ojos― Oye, de los nervios me estás haciendo hablar como una persona culta.

Silencio. No había otra cosa que odiara más que el silencio.

―No pierdas la compostura. ―me dije en voz alta. Miré hacia ambos lados creyendo que los árboles podían escucharme. Creo que esto me estaba haciendo mal. Suspiré cerrando y abriendo los ojos.

Emprendí nuevamente la caminata, pero ésta vez fue interrumpida por pasos a mis espaldas. Sonreí y volteé.

―¡Por fin! Ya me iba a perder si tú... ―comencé a decir antes de ver a Kale apuntándome con un arma. Fruncí el ceño e involuntariamente mis labios se entreabrieron. Elevé las palmas de mis manos a la altura de la cabeza y tragué saliva nerviosa. Mi corazón estaba a punto de escaparse por mi boca, pero él no parecía notarlo. Di un paso adelante y Kale sostuvo con fuerza el revólver de sus manos― ¿Kale?

―Todo el mundo está buscándote. ¿Qué mierda hago yo con una prófuga, eh? ―dijo después de unos minutos de completo silencio― Estoy arriesgando mi vida por ti, Cassandra.

―¿Qué ha pasado contigo? ―pregunté buscando aquél brillo en sus ojos que siempre tenía, pero no lo encontré. Podría estar hipnotizado por algún vampiro.

Pero ¿por quién?

Esa era la gran pregunta.

Retrocedí sin bajar las manos de su lugar. En un mal movimiento, mi pie pisó fuera de la colina y sin tiempo a aferrarme de algo, rodé colina abajo. Kale había empezado a disparar y en cuanto terminé de dar vueltas, tomé la mochila y eché a correr. Realmente era un milagro que ninguna bala me haya dado.

Sentía que Kale me perseguía. Había bajado la colina con tanta velocidad que temí que haya vuelto a ser un vampiro.

Los disparos cesaban, pero un dolor atroz se apoderó de mi brazo derecho. Me escondí tras un árbol y me quité todos mis abrigos. Por suerte, sólo había sido el roce de una bala y no algo más grave. Pero no podía negar que el dolor era una mierda, sinceramente.

Seguí corriendo sosteniéndome el brazo con una mano. Ahora las lágrimas caían por mis mejillas y lloraba a moco tendido. Tenía una ola de sentimientos, impotencia, ira, tristeza y decepción.

Caí de espaldas al suelo cuando choqué contra un pecho firme. Al levantar la mirada, me encontré con mi hermano.

―Oh, Byron. ―susurré levantándome. Él mordió su muñeca apenas vio mi brazo sangrando y bebí de su sangre que luego vomité. Me tiré en el suelo y volví a llorar. Él se agachó a mi lado y secó mis lágrimas. Bueno, eso no calmaría mi llanto pero al menos me hizo sentir acompañada― Mataré al que le hizo eso.

―¿Hacer qué? ―preguntó fingiendo no saber nada. Entrecerré los ojos y lo miré expectante. Conocía muy bien a Byron y a decir verdad, él estaba mintiéndome. Ahora mismo.

―Tú lo hiciste. ―acusé señalándolo. Se echó para atrás negando con la cabeza. Lo fulminé con la mirada y le di un puñetazo que lo tomó desprevenido. Miró con recelo la estaca que estaba por clavarle en el pecho― No creí que pondrías a una de las personas más importantes de mi vida en mi contra.

―¿De qué hablas?

―¡¿POR QUÉ HIPNOTIZASTE A KALE, BYRON?! ―él bajó la cabeza, avergonzado. Dejé caer la estaca al suelo y me hice un bollo. Byron iba a tocarme, pero lo aparté rápidamente― Necesito estar sola. Quiero estar sola.

―Cassie, yo...

―Cassandra. Por favor.

―De acuerdo, lo hice porque, uf... ―lo miré de mala gana― Era su oportunidad de ser feliz. Es humano, necesita vivir y hacer su vida. Lo que tú estás haciendo es egoísta. Pones a todos de tu lado para que te protejan mientras que a ellos... ¿quién los protege?

Le pegué una patada.

―¡Vete al diablo, Byron Dawson! ―exclamé haciendo énfasis en el apellido― Quieres salvar su vida, ¿pero terminando con la mía? ¿Quieres asesinar a tu hermana? ―me levanté negando con la cabeza― Esto no es algo mío, es problema tuyo. Lo que tú propones es egoísta. Quieres terminar con la vida de alguien para proteger la tuya. Ah, y escucha: yo no obligo a nadie a estar de mi lado, ¿bien?

Caminé alejándome de él. A unos metros de distancia, me caí de rodillas y grité con todas mis ganas. Creía que de esa manera iba a quitarme un peso de encima.

―¡QUÉ HAN HECHO CONTIGO, HERMANO!


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