Veintiuno.

896 91 0
                                    

Una semana más tarde de haber llegado al lugar que indicaba el boleto que me había entregado mi difunta amiga, pude salir de noche a una fiesta universitaria. Estaba comprando botellas de agua en el supermercado y por una confusión terminé llamando la atención de una pelirroja excedida de simpatía, que me invitó a la fiesta. Lo pensé millones de veces antes de salir a la calle y cerrar la puerta de mi pensión donde me alojaba. Era un servicio barato y bastante completo para mi gusto.

La zona me parecía bastante conocida: esta mañana, mientras caminaba al supermercado que se encontraba a unas cinco cuadras de mi nuevo hogar, pasé por el frente de una cafetería. Las meseras se manejaban con patines para trasladarse de un lado a otro con más velocidad, según lo había visto a través de los cristales polarizados. Me traía recuerdos de un pasado no muy lejano, aunque mi mente se negaba a reconocer aquellas visiones. De repente, mi vista cambió por completo, dejándome ver personas que al caminar me miraban con desagrado y mis ojos se trasladaban hacia las venas de sus cuellos.

Me tomé la cabeza con las manos y apreté los ojos con fuerza, volviendo a la normalidad. Al abrirlos, me encontré bajo la suave brisa de la noche y sola como un cactus en la calle. Tragué y continué con mi caminata sin bajar la guardia. Al llegar a la universidad, entré al lugar y me acerqué a la barra. Me senté en uno de los taburetes y miré a todos bailar. Aquí me había reencontrado con mi hermana.

Contuve las ganas de llorar por su pérdida. Nada me había dado tiempo para sufrirla a mi manera, ya que apenas me enteré de lo sucedido me habían secuestrado y luego me sentí amenazada en todo momento. Suspiré y me pregunté por primera vez en la noche: ¿qué mierda estaba haciendo en este lugar?

Salté de mi asiento dispuesta a marcharme de allí. Temía que un vampiro o algún encubierto me hayan visto y ahora esté comunicándose con alguno de los hombres de Jon. Mierda.

Desde que se enteraron de que sigo viva, fui una noticia para todos los involucrados en el tema y lo sigo siendo. Es como una búsqueda del tesoro, nada más que aquí matan para sobrevivir.

Me imaginé a los vampiros haciendo un trato con los científicos. Los enemigos de mis enemigos son mis amigos.

Entonces... ¿a quién le pediría ayuda?

Sentí que dejaba de caminar y alguien me tomaba de la cintura. Me giré para verlo a los ojos y me encontré con un joven demasiado apuesto para mi gusto. Él se quedó mirándome fijo y me desesperé por el único hecho de que sea un vampiro y me haya descubierto. Sin dejar de mirarme, él me habló.

―No gritarás. ―dijo. Apreté los dientes con fuerza y el joven se inclinó para succionar de mi cuello. Quise gritar del dolor que se sentía. Era como si miles de cuchillos filosos estén clavándose en tu piel. ¿Esto era lo que sentían las personas cuando los lastimaba así? Él tosió y se echó para atrás. Recordé que todos mis alimentos y bebidas llevaban efedra y sonreí con sorna― Ayúdame.

―¿Ayudarte? ―pregunté sacando un pañuelo del bolsillo y pasándomelo por los pequeños orificios que tenía en el cuello. El joven se inclinó para vomitar la sangre que me había sacado y retrocedí un paso. Estaba haciendo lo mismo que había hecho Hayley al intoxicarse con sangre de vampiro. Fruncí el ceño y me agaché para mirar los movimientos que hacía. El vampiro se puso boca arriba y le dio fin a su no vida.

Cuando mi amiga bebió sangre de mi muñeca, ella sólo tosió y se mareó. Pero apostaba mi vida que había sido por el efecto de la efedra y nada más. ¿Cómo era posible que éste haya muerto y vomitado mi sangre luego de succionarme el cuello?

Me levanté del suelo y observé a mí alrededor. Nadie estaba prestando atención y largué con precaución el aire que había contenido todo el tiempo. Eché a correr y salí al exterior por la puerta trasera, que daba a un callejón. Y otra visión llegó a mi mente.

Era un joven orinando en un árbol al final del callejón. Levantó su mirada para encontrarse conmigo y sonrió. Pero esa chica a la que le sonrió, no era mi yo humana. Él la acorraló contra ese mismo árbol y comenzó a deshacerse de su ropa, pero ella... ella le estaba chupando la sangre. Di un paso hacia atrás y tropecé contra una rama, cayendo al suelo. Ellos dos no se percataron de mi presencia, es más, Cassandra lo había tirado al suelo a punto de asesinarlo. A mi lado apareció un rubio. No pude distinguirlo, pero supe que su mirada estaba en la mía. En la yo que estaba en el suelo, espantada por aquella situación. Él caminó hacia Cassandra y la lanzó lejos. Abrí los ojos como platos y observé cómo le salvaba la vida al joven moribundo. La chica lo fulminó con la mirada y se dirigió hacia el rubio con rapidez.

Grité sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas. La imagen había desaparecido. Las sequé de un manotazo y al levantarme del suelo, eché a correr por la acera. No sabía a dónde me dirigía, sólo seguía a mi mente.

Me paré en seco frente a una choza a punto de derrumbarse. En la oscuridad, la pequeña casa daba un aspecto siniestro a cualquiera que pase por ese lugar. Empujé la puerta de rejas que la cubría y la duda sobre qué mierda estaba haciendo ahí no dejaba de rondar por mi cabeza. Caminé por el pequeño camino de piedras cubiertas de tierra y al llegar a la puerta de madera pintada de un color verde, tragué saliva. Medité antes de entrar o salir corriendo hacia la pensión.

Elegí la primera y creo que fue uno de los peores errores que cometí en mi vida. No había sucedido nada malo, pero estaba demasiado oscuro. Saqué mi navaja del bolsillo de la chaqueta que había comprado hace unos días con el dinero que me había dado Hayley y la afilé esperando que cualquier cosa se atreva a asesinarme.

Y nuevamente, llegó una visión a mi mente.

Era en primera persona. Me había despertado bajo un techo de madera al borde de caerse y por lo que sentí, había estado durmiendo en el suelo. Me levanté y giré la cabeza hacia todos lados intentando ubicarme en el lugar donde me encontrada. Mi mirada se dirigió desde la punta de mis pies hasta mi ombligo, pero no tenía ningún tipo de lesión. Tenía la ropa rasgada y mi blusa bordó se mezclaba con mi sostén de color marrón. Había mirado al suelo de madera y al encontrarme con una mancha enorme de sangre, me levanté escoltándome con una de las paredes.

Hasta ahí llegaba mi recuerdo. Al volver a la realidad, estaba sentada en el mismo lugar de la mancha. Me levanté con más rapidez de lo normal y la observé frunciendo el ceño. Aquella mancha era como una forma de reconocer una parte de algún escondite secreto. Me acerqué a inspeccionar bien la zona, pero escuché unos ruidos de la parte de abajo. Con sigilo, me acurruqué en un rincón y la tapa del escondite se levantó con fuerza haciéndome sobresaltar. Contuve la respiración y recé para que el que esté ahí no me vea ni me haga daño. Lo observé y maldije para mis adentros al caer en la cuenta de que ese era Holland Riggs. Podría matarlo ahora mismo, pero la oscuridad me jugaría en contra.

Riggs contempló el contorno de la choza. Suspiré con tranquilidad una vez que se marchó dejándome sola por completo. Tenía miedo de que me descubra y haya fingido no haberme visto, para luego enviar a los suyos y así asesinarme.

Pasados unos cuantos minutos, me di cuenta que en el lugar donde estaba ahora, era donde había despertado nueve meses atrás con mi nuevo estilo de vida:

Aquí desperté comenzando mi vida como vampiro. 

A PositivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora