Treinta y uno.

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Byron conducía por la carretera, en silencio. Lo único que se escuchaba era la radio antigua reproduciendo Burning Love de Elvis.

Al parecer, el único de buen humor era Kale, quién movía su cabeza y tarareaba la canción.

Ooh, ooh, ooh, i feel my temperature rising cantó. Byron se volteó y le dio una bofetada en la cabeza. El castaño comenzó a reír― Vaya, no sentía ese golpe desde hace un año.

―Jamás vi a un humano tan insoportable. ―me susurró mi hermano y sonreí negando con la cabeza.

Bajé la ventanilla esperando que el aire gélido chocara contra mi rostro, pero conseguí que un bicho choque contra mi rostro. Saqué la lengua y apreté los ojos limpiándome desesperadamente. Por suerte, nadie estaba riéndose de mí.

La zona por donde estábamos pasando ahora estaba cubierta de campos y juraba no haber visto ni una sola casa. La carretera estaba oscura y vacía. Vaya a saber dónde estábamos metidos.

La temperatura afuera era muy pesada. A pesar del invierno, había una humedad terrible. Cambié la radio ganándome un bufido de parte de Kale y los tres escuchamos a la persona que hablaba.

Byron perdió el control del coche apenas escuchó aquella voz en la radio. Tardó unos segundos en volver a la carretera, y al hacerlo, subí el volumen.

―Este mensaje va dirigido a Cassandra Dawson. ―miré a Byron que frenó el coche de golpe. Observé la radio con suspicacia― Escapar no te llevará a ninguna parte. Hija, estás rodeada. Todo el mundo te está buscando. ―una mueca de disgusto se formó en el rostro de mi hermano al escuchar aquella palabra. Para nosotros, el hecho de que Jon nos llame "hijos" era un insulto― Vayas a donde vayas, habrán lobos, vampiros, incluso científicos.

―¿Y qué mierda quieren que hagas entonces? ―replicó Kale de mala gana. Levanté un dedo en señal de que se calle y presté atención. Apenas el castaño había hablado, Jon cerró la boca. Byron rodó los ojos y miró por la ventanilla. Habían nubes grises en el cielo y refucilaba cada un segundo.

―¿Qué mierda queremos que Cassandra haga? ―esta vez habló Riggs― Pues, ella deberá entregarse.

Comencé a tantear cada parte de mi cuerpo en busca de algún micrófono. Era obvio que nos habían insertado uno en alguna parte, ropas o mochilas. No teníamos muchas cosas y sería fácil encontrarlo.

―¿Y qué si no lo hago? ―dije inspeccionando todo el coche. Mis compañeros también lo estaban haciendo. Observé que Byron sacaba de su bolsillo un pequeño aparato negro. Iba a lanzarlo por la ventana pero negué con la cabeza sosteniendo su brazo.

Holland Riggs soltó una carcajada.

―Bueno... hay muchas cosas que podemos hacerles. No hay una sola en concreto. Entre esas podemos encontrarlos, asesinar a tu hermano vampiro y a tu novio humano, y tal vez... poner bombas. Luego te asesinaremos a ti. De la peor forma.

―Buena suerte con eso. ―contestó Kale, quitándole el micrófono de las manos al rubio. Lo lanzó por la ventana y antes de hablar, la voz de una operadora sonó en la radio.

Su bomba fue activada. ―miré con desesperación a los otros.

―Bajen del coche. Ahora. ―masculló Byron. Le obedecí abriendo la puerta, puse un pie fuera y antes de poner el otro, fui expulsada por la presión que ejerció la bomba. El coche explotó en cuanto la cuenta regresiva llegó a cero y aterricé a unos metros, sobre un pastizal.

Me incorporé unos segundos después, tomando grandes bocanadas de aire. Usé mis pocas fuerzas para levantarme. Los pedazos de metal del coche volaban hacia todas las direcciones y un vidrio chocó contra mi frente. Instantáneamente sentí el líquido rojo brotar de mi piel y no me importó. Levanté mi mirada hacia el cielo y caí en la cuenta de que llovía a cántaros. El viento de la tormenta era el que hacía volar todos aquellos metales y pedazos de coche que quedaban.

Escuché un grito que me regresó a la realidad. Eché a correr sin bajar la guardia. En cualquier momento podrían aparecer Jon o Holland y me asesinarían así sin más.

―¡Byron! ¡Kale! ―grité mirando hacia todos lados.

―Cassie, aquí. ―llamaron. Kale estaba tirado del otro lado de la carretera. Su pierna sangraba y le impedía caminar. Corrí hacia él y lo abracé.

―¿Dónde está mi hermano? ―negó con la cabeza y mi corazón se aceleró― No niegues con la cabeza. Dime dónde está.

―No lo sé. ―susurró haciendo fuerzas para levantarse. Lo ayudé pasando su brazo sobre mis hombros y lo tomé de la cintura. Gimió de dolor y lo obligué a sentarse. Rompí un pedazo de mi blusa y la envolví alrededor de su herida.

―¡Byron! ―grité llamándolo. Y nuevamente, no habíamos tenido respuesta. Sabía que él había salido del coche antes de que explote, pero no tenía idea de su paradero ahora mismo.

La lluvia caía con más intensidad que antes. Tenía miedo que Kale se desangrara. Tomé mi mochila (la cual estaba sana) y me la colgué en la espalda. Caminamos hacia un árbol caído del otro lado de la carretera. Una de sus ramas impedía el paso del agua y por suerte el suelo estaba seco. Kale se sentó ahí y busqué con desesperación el botiquín casero que me había hecho por si acaso en los bolsillos de la mochila.

―Te sangra la frente. ―dijo en un intento de calmarse a sí mismo. Asentí con la cabeza mientras le cosía la herida.

Ahogó un grito cuando terminé. Puse una gasa y acomodé su pantalón. Él se lo había arremangado para que pudiera cerrar el tajo que un vidrio había hecho, a la altura de su pantorrilla.

―Debes desinfectarte, Cass...

―Estoy bien. ¿De acuerdo? ―contesté interrumpiéndolo. Kale tensó la mandíbula bajando la mirada y me senté a su lado― Disculpa. Estoy nerviosa.

―Byron no está muerto. No volverá a pasar lo de aquella vez, ¿sí? Tienes que calmarte. ―repuso haciendo referencia al incidente del edificio. Asentí con la cabeza y la apoyé en el tronco del árbol.

Mi mirada se desvió hacia sus labios. Si él me encontraba mirándolo, se asustaría y saldría corriendo sin importarle su pierna lastimada. No por el hecho de que le molestara, sino por la mueca que yo estaba haciendo.

Mejor mira hacia la carretera, Cassandra.

Desvié la mirada hacia el coche. Las llamas iban cesando con lentitud y cerré mis ojos sumergiéndome en una oscuridad absoluta.


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