Jet Black Heart

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—¡Hijo de puta! —grité a todo pulmón, golpeándolo en el pecho de manera inútil.
Mi cara estaba enrojecida por la rabia y impotencia que me causaba además de  la tristeza, la pena y el corazón partido en treinta mil pedazos.
Harry me miraba con sus ojos verdes llenos de súplicas.
—Jadey, yo...
—¡Ni te atrevas! —le corté— ¿Cómo pudiste? —susurré— ¿Cómo pudiste hacernos esto, sabiéndolo todo?
—¿Hacernos? —preguntó Harry.
Sus escleróticas estaban totalmente bordó e inflamadas.
El discurso de A no había durado más de diez minutos, avisando los nuevos horarios de visita entre las Alas.
Cuando terminó, y nos acercamos a Styles armamos un escándalo que nadie notaba, nos pasaban por alto, como si no estuviésemos. El primer saludo que recibió de mi parte fue una cachetada, lo único que había articulado fue un:
—Los Payne tienen una extraña manera de saludar.
Hasta que expresé mi enojo a su compromiso, a lo que Nelson no había dicho palabra en ningún momento.

Lo miré.
—Sí, a nosotros.
Él no pareció entender. Solo murmuré unas palabras intangibles y me fui hecha una furia. No tenía ganas de hablar con nadie, especialmente con ellos dos.
Me detuve en la puerta en busca de aliento.
—Estresarse es malo para el bebé. —dijo una voz al lado del marco.
Miré a la dueña de la voz.
Perrie Edwards había dejado su acento formal y su tirante coleta atrás, como lo tenía mientras servía a A, ya que llevaba su cabello suelto y un cigarro en la mano, apoyada al igual que una bad girl.
No le respondí.
—Te compartiría —informó mirando el vicio en su mano— pero tampoco es recomendable.
Ella lo tiró al suelo y me miró a los ojos.
—Nelson tal vez te haga sentir en la cima del mundo, pero te ahogará si es necesario, porque el reflector le pertenece, sin importar qué.
—Gracias —respondí sin fuerzas—. Pero el concejo ya no me sirve.
Se encogió de hombros.
—Mi ocupación aquí abajo es decir lo que quieren escuchar, nadie desea lo que en realidad necesita escuchar, el humano busca comprensión. Especialmente ahora.
Sonreí falsamente.
—No eres tan mala dando concejos.
Ella remojó sus labios mirando a otro lado.
A es bastante perra cuando lo quiere, —siguió contándome— es su trabajo. ¿Quieres una amiga real aquí? —Hizo un ademán para que me acerque— Ella en parte lo es. Traerá a algunos de tus conocidos y los pondrá en el Área Beta. —Miró a todos lados—. No lo escuchaste de mí.

Ella caminó lejos de mí y yo quedé sola. Como de costumbre.

La siguiente semana apenas comía, no salía de la habitación de Perrie y me quedaba echada en la cama mirando hacia mi barriga y sientiéndome molesta.
Para estas alturas Perrie ya se había cansado de seguir soportándome.
—¡Venga Thirlwall! —exclamó al verme aún en su habitación—. Tienes que salir de esta habitación, apesta a ti, ¡tienes que mostrar la mujer fuerte que sé que eres y plantarte ahí en plan no-me-importa-un-carajo!
Yo respondí con desgano.
—No hay tal mujer.
—Vale, inventa una.
La miré. No era mala idea.
Me obligo a ducharme, cambiarme y salir de allí, el espacio tan abierto me causaba escalofríos, sabía lo que tenía que hacer.
Me sentí desprotegida, pero no me iba a detener.
Caminé como si no hubiese desaparecido durante siete días completos.
Miré al remolino de gente y deducí que era miércoles de visita. Todas iban vestidas con sus mejores ropas pero no todas maquilladas o con tacones.
Apenas si podía caminar llegado un momento del pasillo.
Sentí una mano en mi muñeca. Me tiró hasta que me di la vuelta, chocándo con un pecho cubierto con una remera blanca y una chaqueta verde menta.
Miré los inevitablemente atractivos ojos de mi posible secuestrador.
—Harry —dije conteniendo el aliento.
Su rostro temblaba y parecía estar derrumbándose a pesar de su últimamente trabajado y fuerte cuerpo.
Su cabello había sido rapado a los costados y cortaron un poco la parte del centro que con suerte medía unos cinco centímetros. Adiviné que era lo más que podían llegar con los caprichos de Harry.
—No. —Arruinó mi intento de gritarle—. En serio quiero que me digas qué es lo que pasó.
—Te casarás con ella. —Arrugué mi rostro.
—Lo haré —afirmó.

The only girl in the world- Jarry StirlwallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora