Ian llevaba casi tres horas intentando localizar a Sasha, la había llamado al celular, a la casa, a sus amigos, pero nadie sabía de ella. No la había visto en casi una semana, pero siempre se estaban mensajeando o enviando fotos, nunca incomunicados.
A la hora del almuerzo de la empresa se encontró con Derek en un restaurante que quedaba cerca, él también lucía preocupado a pesar de que trataba de ocultarlo.
-Estoy preocupado, no ha contestado ninguna de mis llamadas, ni los mensajes, nada -dijo mientras tomaba un poco de su Coca-Cola. Lucía cansado.
-Tampoco se ha comunicado con ninguno de nosotros, ni siquiera Oscar sabe dónde está -se pasó las manos por el cabello abatido, con todo lo que ya había sucedido, era posible esperar algo peor-. Me dijo que ayer llegó casi a las once, pero no la vio, asumió que estaba dormida.
-Ayer le mandé un mensaje a las diez y no respondió, se me hizo raro, pero no me preocupé porque pensé que podría estar dormida u ocupada -suspiró-. Ahora son casi las tres y ella sigue sin responder. Necesito encontrarla.
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Sasha abrió los ojos de a poco, le dolía el cuerpo y la cabeza le daba vueltas. Miró a su alrededor y recordó la noche de ayer, ella saliendo en busca de Ian, el pañuelo en su boca, los gritos y la puerta abriéndose. ¡Esto solo le pasaba a ella! Se sentó en el colchón y envolvió sus piernas con sus brazos, estaba aterrada, solo Dios sabe en manos de quién había caído, aunque tenía la ligera sospecha de que era la tal Jes. ¡Menuda loca que se encontró!
Observó el pequeño cuarto en que la tenían, estaba oscuro y la única luz provenía de un pequeño traga luz, a su lado había una mesita y más allá un par de sillas. Los ojos se le llenaron de lágrimas, quería ser fuerte, pero el miedo le ganaba, se limpió la pequeña lágrima que corrió por su mejilla cuando vio la que puerta se estaba abriendo, se acomodó en la esquina del colchón y observó como una persona vestida de negro se acercaba a ella, era de espalda ancha y cintura estrecha. Llegó al filo de la cama y se apoyó en ella, estiró su mano e intentó tocar el rostro de Sasha, ella se alejó y la mano quedó tendida en el aire.
La puerta se abrió nuevamente y entró otra persona vestida de negro, era varios centímetros más baja que la anterior, ambos estaban frente a ella, imponentes.
-Traele algo de comer y luego salte -dijo la figura más baja, era una mujer. El otro solo asintió, aunque no le quitó la mirada a Sasha hasta que cerró la puerta.
Las lágrimas ya corrían por las mejillas de Sasha, cerró los ojos y respiró profundo. El labio le temblaba y su garganta estaba completamente seca. Hacía calor, pero ella estaba completamente helada, moría por salir de ahí, por ver a Ian, por refugiarse en sus brazos. Se levantó de la cama y paseó por la pequeña habitación, no había salida, solo la puerta. Resopló molesta. Al oír pasos acercándose corrió hacia la cama y volvió a la esquina de esta.
-Cómete todo -le ordenó un hombre. Ella asintió más por miedo que por cualquier otra cosa. Esperó hasta que el hombre estuviese afuera para acercarse al charol, en este había un sánduche de pollo y una botella de jugo, lo comió todo en poco tiempo.
Se acostó en la cama y pasó sus dedos por su muñeca, ahí estaba la pulsera que Ian le había regalado por su cumpleaños, cerró los ojos y empezó a llorar de nuevo. Solo esperaba que Ian ya se hubiese dado cuenta de su desaparición y que la estuviera buscando, esa era su única salida.
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-No te preocupes Ian, ya estoy en la casa de Sasha -dijo Alia-. Te llamó luego, adiós -colgó la llamada y tocó el timbre de la casa de Sasha.
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A través de los siglos
Roman d'amourElla tiene muchos amigos. Él está completamente solo. Sasha siempre ha vivido rodeada de lujos y comodidades, tiene los mejores amigos que una chica de dieciséis años puede desear y un talento innato para la música, pero se siente vacía. Ian des...