Capítulo 51 (5/7) ¡Perdón!

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Se sentó en la cama e intentó tocar a Harry, pero estaba sola.
— ¿Harry? —lo llamó.
Nadie contestó.
Echando a un lado el edredón, se levantó y se vistió deprisa.
— ¿Harry? —volvió a llamarlo, mientras bajaba las escaleras.
Nada. Ni un sonido, aparte de los latidos frenéticos de su corazón.
El pánico comenzó a abrirse paso en su cabeza. ¿Le habría sucedido algo?
Entró corriendo en la sala de estar; el libro estaba sobre la mesita de café. Pasando las páginas con rapidez, vio que la hoja donde había estado el dibujo de Harry seguía en blanco. Aliviada por el hecho de que no hubiese regresado al libro, continuó registrando la casa.
¿Dónde estaba?
Fue a la cocina y notó que la puerta trasera estaba entreabierta. Frunció el ceño, extrañada, y la abrió del todo para salir al porche.
Echó una ojeada al patio hasta que vio a los niños de los vecinos sentados en el césped, justo al lado de los setos que separaban ambas casas. Pero lo que más le extrañó fue observar a Harry sentado con ellos, enseñándoles un juego con piedras y palitos.
Los dos niños y una de las niñas estaban sentados a su lado, escuchando atentamente, mientras su hermana pequeña —de tan sólo dos años— gateaba entre ellos.
_____ sonrió ante la apacible estampa. La calidez la invadió de repente, y se preguntó si Harry se habría visto así con sus propios hijos.
Abandonó el porche y caminó hacia ellos. Bobby era el mayor de los niños, con nueve años; después venía Tommy, con ocho y Katie que acababa de cumplir seis. Sus padres se habían mudado al vecindario hacía ya diez años, recién casados y, aunque tenían una buena relación, jamás habían pasado de ser más que amigables vecinos.
— Entonces, ¿qué ocurrió? —preguntó Bobby, cuando llegó el turno de Harry.
— Bueno, el ejército estaba atrapado —continuó Harry, moviendo una de las piedras con un palo—, traicionado por uno de los suyos: un joven hoplita que había vendido a sus compañeros porque quería convertirse en centurión romano.
— Eran los mejores —le interrumpió Bobby.
Harry hizo una mueca burlona.
— No eran nada comparados con los espartanos.
— ¡Arriba Esparta! —gritó Tommy—. Así anima nuestra mascota del colegio.
Bobby le dio un empujón a su hermano, y lo golpeó en la cabeza.
— Estás interrumpiendo la historia.
— No debes golpear a tu hermano jamás —le dio Harry con brusquedad pero, aún así, con cierta ternura—. Se supone que los hermanos deben protegerse, no hacerse daño.
La ironía de sus palabras le encogió el corazón. Era una pena que nadie hubiese enseñado a sus hermanos esa lección.
— Lo siento —se disculpó Bobby—. ¿Qué pasó después?
Antes de que Harry pudiese contestarle, el bebé se cayó y desparramó los palitos y las piedras. Los chicos comenzaron a gritarle, pero Harry los tranquilizó mientras levantaba a Allison y la ponía de nuevo en pie.
Acarició levemente la nariz de la pequeña y la hizo reír. Después regresó al juego.
Mientras le llegaba el turno a Bobby para mover la piedra, Harry retomó la historia donde la había dejado.
— El general macedonio observó las colinas que lo rodeaban; estaban encerrados. Los romanos los habían acorralado. No había modo de flanquearlos, ni de retroceder.
— ¿Se rindieron? —preguntó Bobby.
— Nunca —contestó Harry con convicción—. La muerte antes que el deshonor.
Hizo una pausa mientras las palabras reverberaban en su cabeza. Era la inscripción que adornaba su escudo. Como general, había vivido honrando ese lema.
Como esclavo, hacía mucho que lo había olvidado.
Los chicos se acercaron un poco más.
— ¿Murieron? —preguntó Katie.
— Algunos sí —respondió Harry, intentando alejar los recuerdos que afluían a su mente. Recuerdos de un hombre que, una vez, fue el dueño de su propio destino—. Pero no antes de hacer huir a los romanos.
— ¿Cómo? —preguntaron los niños, ansiosos.
Esta vez, Harry cogió al bebé antes de que volviese a interrumpirlos.
— A ver —comenzó Harry mientras le daba a Allison su pelota roja. La niña se sentó sobre la rodilla que tenía doblada, y él la sujetó pasándole una mano por la cintura—. Mientras cabalgaban hacia ellos, el general macedonio sorprendió a los romanos, que esperaban que él reuniese a sus hombres en posición de falange, lo cual les hubiese convertido en una presa fácil para los arqueros y la caballería. En lugar de hacer lo previsible, el general ordenó a sus hombres que se dispersaran y apuntaran con las lanzas a los caballos, para romper las líneas de la caballería romana.
— ¿Y funcionó? —preguntó Tommy.
Incluso _____ estaba interesada en la historia. Harry asintió.
— Los romanos no se esperaban ese movimiento táctico en un ejército entrenado. Completamente desprevenidas, las tropas romanas se dispersaron.
— ¿Y el general macedonio?
— Soltó un poderoso grito de guerra mientras cabalgaba en su caballo Mania, atravesando el campo hasta llegar a la colina donde los generales romanos se estaban replegando. Ellos se dieron la vuelta para enfrentarlo, pero no fue muy inteligente por su parte. Con la furia que sentía en el corazón, debida a la traición que había sufrido, cargó sobre ellos y sólo dejó a un sobreviviente.
— ¿Por qué? —preguntó Bobby.
— Quería que entregase un mensaje.
— ¿Cuál? —inquirió Tommy.
Harry sonrió ante las ávidas preguntas.
— El general hizo jirones el estandarte romano y después usó un trozo para ayudar al romano a vendarse las heridas. Con una sonrisa letal, miró fijamente al hombre y le dijo: «Roma delenda est», Roma está destruida. Y, entonces, envió al general romano de vuelta a su casa, encadenado, para que entregara el mensaje al Senado Romano.
— ¡Guau! —exclamó Bobby, impresionado—. Ojalá fueses mi profesor de historia en el colegio. Así aprobaría la asignatura seguro.
Harry alborotó el cabello negro del niño.
— Si te hace sentir mejor, a mí no me interesaba nada el tema a tu edad. Lo único que quería era hacer travesuras.
— ¡Hola, señorita _____! —la saludó Tommy cuando por fin se dio cuenta de su presencia—. ¿Ha escuchado la historia del señor Harry? Dice que los romanos eran tipos malos.
Harry miró a _____, que estaba a unos metros de distancia, y ella le sonrió.
— Estoy segura de que él lo sabe.
— ¿Puede arreglar mi muñeca? —le pidió Katie, ofreciéndosela.
Harry soltó a Allison y cogió la muñeca. Le puso el brazo en su sitio y se la devolvió.
— Gracias —le dijo Katie mientras se arrojaba a su cuello y le daba un fuerte abrazo.
El anhelo que reflejó el rostro de Harry hizo que a _____ le diera un pinchazo el corazón. Sabía que en ese momento, él estaba viendo la cara de su propia hija al mirar a Katie.
— De nada, pequeña —le contestó con voz ronca, alejándose de ella.
— ¿Katie, Tommy, Bobby? ¿Qué estáis haciendo ahí?
_____ alzó la mirada mientras Emily rodeaba la casa.
— No estaréis molestando a la señorita _____, ¿verdad?
— No, para nada —le respondió _____. Emily no pareció escucharla porque siguió regañando a los niños.
— ¿Y qué está haciendo Allison aquí? Se suponía que debía estar en el patio trasero.
— ¡Oye mamá! —gritó Bobby acercándose a ella a la carrera—. ¿Sabes jugar a Parcelon? El señor Harry nos ha enseñado.
_____ se rió a carcajadas mientras los cinco regresaban al jardín delantero, con Bobby hablando sin parar.

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Perdón...Perdón...Perdón...! Ayer luego de comer, juro que la iba a seguir...pero (siempre hay un "pero" conmigo), con el dolor de cabeza que tenía, me dormí y coso.

Las amooo...!


Esclavo Sexual «Harry & _____»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora