♪ Flacuchos y Afeminados

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Vi abrirse la puerta del salón, y tuve miedo.

Creí que habían vuelto. Sentí las lágrimas arremolinarse entre mis cuerdas vocales, impidiéndome hablar.

Ladeé la cabeza con temor, y entonces lo vi, con la mochila colgada de un solo hombro y unas gafas de sol cubriendo sus alucinantes ojos.

Un suspiro de alivio abandonó mi boca involuntariamente, exasperado y agradecido, y mi cabeza calló entre mis dos manos, que estaban unidas formando un triángulo en el suelo.

"¿Quién está ahí?" inquirió Louis, y tanteando los bancos, todos desordenados por mi caída, llegó hasta el suelo en donde yo sangraba y, por supuesto sin quererlo, me piso un dedo.

"¡AY! ¡JESÚS!" grité y me giré hacia atrás, recostado con la espalda sobre la helada cerámica del salón y lamiendo el lugar en donde su zapato me había herido.

Él dijo algo, y supongo que al no recibir respuesta se dio cuenta de que era yo. Levanté el torso y permanecí sentado. Mis débiles codos sostenían mi peso.

En medio del gran círculo de pupitres en el que estábamos se agachó despacio, y lenta, muy lentamente, estiro su mano hasta mi rosada mejilla, y leí en su curvada boca como pronunciaba la palabra "Harry".

Me quedé helado, preguntándome cómo es que pudo reconocerme con solo oírme hablar, y apenas tocarme.

"Soy yo" me percaté de responder, tiempo después, y lo vi removerse incómodo entre la diminuta mancha de sangre que había tocado con su palma.

"¿Estás herido?" movió sus labios despacio, y dijo cada frase con el cuidado suficiente como para que yo la entendiese.

Miré hacia abajo, avergonzado, y me siento terrible por decirlo pero, en ese momento, me alegré de que Louis fuese ciego, porque de verdad no quería que me viese en esta patética situación.

"No" susurré, y volteé hacia su rostro, en caso de que quisiese decirme algo más.

"No me mientas" fue lo que dijo, aunque yo no lo escuché.

"¿Estás hablando pausado o solo mueves los labios sin hacer sonidos?" traté de cambiar de tema, y él se cruzó de brazos, girando la cabeza y apretando sus labios.

Esa era una expresión de "Vamos, idiota, solo dime la verdad", lo entendí perfectamente.

"Fueron los muchachos de intercambio" murmuré, y él se sentó delante mío, gesticulando un "Muéstrame".

Me tomó unos segundos comprender lo que quería, y cuando lo hice tomé su mano, que descansaba sobre su regazo como si fuese de la realeza. Tranquilo, acerqué su extremidad hasta mi malar, y el dio un saltito, inspirando cortado, al apreciar la herida.

Con su rasposo pulgar la acarició tres veces, calmo, y entonces me moví hasta la lastimadura en mi cabeza.

Al alcanzarla, el retiró la mano rápido y volvió a empacarse "Vamos".

"¿A dónde, Louis?" pregunté, realmente solo quería yacer aquí toda mi vida y no volver a ver la luz del sol otra vez.

El negó repetidamente de la cabeza, y me tomó del brazo, llevándome hasta la parte delantera de la habitación.

Palpó la pared hasta descubrir la pizarra, y entonces escribió "A PATEARLE EL CULO A ESOS BASTARDOS".

Reí estruendosamente, qué bien me caía joder "Claro, porque un ciego flacucho y un sordo afeminado dejan mucho que temer".

"No tienes idea cuánto ;)" garabateó por último, y fue difícil de leer porque la primera frase se le encimó con la segunda.

"Tss" sonreí en rendición, y enganché mi brazo con el suyo, tomándolo como el padre toma a la novia cuando la lleva hacia el altar "Solo acompáñame hasta la enfermería ¿quieres?"

Y así lo hizo.

Y yo que estaba preocupado por tener un escéptico, frío e idiota, de compañero. JA, pues al parecer Louis William Tomlinson no era nada de lo que las malas lenguas decían.



"yo sí" ♪ l.s. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora