♪ Miradas y risas

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El día en que llegué a la escuela con los ojos vendados, Louis tomándome del brazo, y un pedazo de rama gigante a modo de bastón, la directora prácticamente nos expulsa por irrespetuosos.

Por lo que, tristemente, ese día tuve que quitarme la venda y pasar una hora en el salón de castigos junto al de cabello como plumas, jugando con un comecocos de papel hecho con los apuntes de Cívica de alguien... ¿O eran de Literatura?

"Elije" le dije yo, y lo más gracioso es que no podía hacerlo. Jugábamos al azar; el levantaba su dedo en el aire y lo dejaba caer en uno de los colores, nombres o números.

Esa vez, le toco el 7.

"Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete" conté.

"Bien, ahora tienes verde, azul, rojo o negro"

"Verde" me indicó con sus labios "es mi color favorito"

"¿Ah sí?" le había contestado "es el color de mis ojos"

Y entonces sonrió de lado, entre orgulloso y avergonzado, y susurró tan bajo que aunque hubiese querido, no lo hubiera podido escuchar, un "lo sabía".

Incluso ahora me sonrojo de pensar en el tiempo que me confesó que había perdido imaginando mi mirada.

Abrí el color que me pidió, y dentro, en la letra de Stacie, la bonita chica de cabellos rosas que nos había regalado el adivinador antes de irse, la pregunta "¿Qué te gustaría ser de grande?"

Se la leí.

Él tomó una lapicera de arriba del pupitre de atrás, con la que creí que iba a escribir, pero por el contrario la llevó hasta sus labios y empezó a fingir que cantaba, pareciendo toda una Shakira.

"¿Cantante?" le pregunté, y dejo de moverse, llevando las manos hasta su regazo, y casi pude ver el rojo subir por sus mejillas, hasta su frente. "Siempre he querido ser guitarrista" añadí, y él elevó la cabeza tan rápido, conectando sus orbes con las mías.

Los ojos de Louis eran... Bueno, increíbles.

Ese día no llevaba lentes, y traía una camiseta azul que contrastaba perfectamente bien con el color que vestía en la mirada.

Uno pensaría que, al mirar a una persona ciega, solo vería vacío. Uno esperaría encontrar desentendimiento, remordimiento, dolor. O simplemente nada, más que incomprensión.

La mirada de alguien que no vive como tú vives, que no puede hacer todo lo que tú haces, y que hay cosas del mundo que nunca comprenderá.

Pero los ojos de Louis no eran de ese modo.

Él transmitía paz, como un sabio hombre que hace siglos ha descubierto que en la vida hay más de lo que crees.

Y a la vez escondían esa inquietud que todos nosotros tenemos, ese incómodo picor que nos hace preguntarnos ¿Por qué a mí?

Lo curioso es que todos somos un "mi", y no entendemos por qué nos tienen que pasar cosas malas.

Pero Louis, él lucía como si las hubiese aceptado hace tiempo, y ahora solo quisiera brindar pleno amor a todos los que lo mirasen, a pesar de ese comportamiento irónico y escéptico que lo había visto tener tantas veces ya, con alumnos y profesores y demás videntes.

Los ojos de Louis eran como cristales rotos que nadie podía reparar. Y nunca entendí por qué todos intentaban hacerlo, si eran tan preciosos de la manera en que estaban.

Vi una mano sacudirse en frente de mi cara y me despabilé para descubrir que había pasado cerca de 5 minutos mirando a Louis lo suficientemente fijo como para desintegrarlo.

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