♪ Botes y Babosos

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Me di cuenta de que las cosas andaban mal en el momento exacto en que Harry dejó mi casa una tarde cerca del 9 de junio.

Entonces estábamos de vacaciones, y pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo juntos.

Había tanto que no le contaba en ese entonces.

Tantos detalles sobre mí que mantenía ocultos y que hacían a mi garganta arder al no poder decirlos.

Y también él.

Él suponía que yo era idiota, o algo por el estilo. Pero no lo era. "Hay una diferencia muy grande entre estar ciego y no ver." le expresé un día con mis torpes manos antes de salir por la puerta, y luego lo dejé con un beso en la mejilla.

No estoy diciendo que él no me amase, sé que lo hacía. Me amaba a tal punto que sentía que se moría. Pero lo peor de todo es que el ni siquiera se daba cuenta de que estaba queriéndome cuando lo hacía. No sabía que todo eso a lo que el llamaban "debilidades", "cursilerías", "estupideces", todo eso entraba en mi definición de amor.

Hubo una tarde, después de no vernos por casi 3 días, en que se apareció en la puerta de mi casa. Tocó el timbre y cuando salí a la puerta en mi pijama, ahí yacía él. 

"Buenas." musitó, depositando un beso en mi mejilla. Lo sentí extremadamente nervioso a pesar de la frescura que obviamente fingía. "Te traje éstas." me dijo y me extendió algo que al tomar entre mis brazos califiqué como Tulipanes.

"Mis flores favoritas." murmuré para mí mismo. 

Y en ese instante él mencionó "Tus flores favoritas ¿verdad?" 

Asentí, dando un profundo suspiro dentro del ramo. "¿Saldrías a pasear conmigo hoy, Lou?" preguntó dudoso. Una opresión en mi pecho me indicó que algo no estaba del todo bien. 

Volví a asentir, y dejé la puerta abierta para que el entrase en lo que corría a cambiarme.

Fizzy todavía dormía, mientras que Dios sabrá dónde estaba Lottie. Mi madre, por su parte, trabajaba. Como siempre desde que tengo memoria. O desde que ella tiene memoria. Quizás desde que el mundo tiene memoria.

Cuando era un niño solía llorar en su regazo por horas y golpear las paredes, gritándole que estaba abandonando a sus hijos por su tonto trabajo. No era capaz de entender que la única razón por la que trabajaba eran, justamente, sus hijos.

Me vestí tan a prisa que salí con una media de cada color, vestido completamente de negro (si no me equivoco). Adornaba mi torso una camiseta transparente que dejaba ver mi físico, y mi cabello uno de los Tulipanes de H (el resto había sido cuidadosamente depositado en una botella que encontré ya que no tenía idea de donde estaban los floreros en mi casa).

A pesar de que no podía verme, me sentía confiado con mi apariencia ese día, así que bajé trotando por la escalera y di un saltito en el último escalón, con mi bastón plegado en mi bolsillo trasero y mis anteojos puestos. "¿Vamos?" dije, parado cerca de la puerta con la esperanza de que Harry siguiese allí. Casi olvidé por un segundo que no me oiría.

"¿Estás listo?" oí su voz a mi espalda, y supuse que me vio bajar. Tomé su mano entre la mía, en señal de afirmación, y estaba helada.

Tan helada como el invierno, y ese ni siquiera era un día frío. Incluso había salido el sol. "Harry..." susurré para mí mismo.

Algo efectivamente andaba mal.

Levanté la llave en el aire, y él me la quitó de la mano, cerrando la puerta por mí. "No quiero que hagas ningún esfuerzo hoy."

"yo sí" ♪ l.s. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora