Ella miró de nuevo el palito, no había duda, las dos rayas rosas le decían que estaba embarazada. Después del momento de confusión se sintió feliz. Era muy pronto sí, pero estaba dispuesta a vivir esa aventura. Porque estaba convencida que ser madre tan joven iba a ser toda una aventura.
Le alivió pensar en su novio León, estaba convencida que no la dejaría sola. Llevaban solo seis meses de relación pero para ella había sido toda una novedad tener la atención de él. Mayra era por naturaleza solitaria y también era muy tímida. Nunca le había gustado ser el centro de atención de nadie.
Estaba deseando darle la noticia, aunque se preguntó porque en los últimos dos meses él no había sido tan atento y cariñoso como al principio, cuando empezó a conquistarla. Se dijo a si misma que serían los nervios por los futuros exámenes.
Escondió el test en una tabla de madera suelta del suelo, allí escondía también su diario. Se sentó en la cama y se hizo una trenza.
Cuando llegó al instituto dejó los libros en su casillero, para buscar a León. Después de mucho buscar lo encontró en las gradas de la cancha de baloncesto. Corrió hasta situarse detrás de su espalda, quería darle un gran abrazo antes de darle la noticia. Pero lo que oyó la dejó paralizada, no se esperaba tal traición por parte de su novio. Se le cayó la venda de los ojos y se dio cuenta de detalles que al haber estado enamorada había pasado por alto.
-Que si tío, me acosté con la pija, ahora quiero mi pasta.- Eso era lo que estaba diciendo León. Lo odio y se alejó intentando no ser vista. Estaba rota por el dolor y la desilusión. Sentía que su vida se acababa y no había hecho más que empezar. Oyó que él la llamaba pero no se detuvo, no quería verlo. Ni oírlo. No sabía a quién odiaba más si a él por cabrón o a ella por idiota.
Corrió hasta llegar a una esquina en la que se tropezó con el chico rebelde del instituto. Alto, fuerte y musculoso, brazos con tantos tatuajes que no se veía piel. Pelo negro y ojos azules. Todo él estaba rodeado por una irresistible aura de peligro.
Hacía tiempo que no lo veía por eso en principio no lo reconoció. Él era su vecino y su único amigo de infancia.
-¿Ulises?- Preguntó ella.
-Si y tú eres Mayra. ¿Por qué lloras?- Preguntó él a su vez.
Y por ilógico que pareciera se lo contó todo. Desde el principio hasta el final.
Entonces él la llevó con él hasta un local, la hizo entrar sorprendiéndola con lo que allí se encontró.
Era una mini vivienda. Tenía un billar en una esquina, un futbolín en la otra. Una excelente televisión plana último modelo con su home cinema. Dos sofás mugrientos que habían pasado tiempos mejores. La cocina era de barra americana y estaba equipada con lo indispensable.
Ulises la hizo sentar, le preparó un té con limón, se sentó a su lado y le hizo una coleta. Después le cogió la mano y preguntó:
-¿Ahora que vas a hacer?-
-Hablar con mis padres, esperar su apoyo.- Contestó ella aunque tampoco lo tenía muy claro. En ese momento no sabía que hacer ni que esperar de la vida.
Él la miró y sonrió enseñándole todos los dientes. Esa sonrisa hizo que algo dentro de ella se moviera.
-Idea equivocada. Nunca esperes nada de la gente porque te decepcionaran.- Habló él desde su propia experiencia, su padre lo único que había hecho era decepcionarle y abandonarle.
-¿Y según tú que debería hacer?- Preguntó ella confusa.
-Prepararte para lo peor. Y vengarte del hijo de puta ese.- Contestó Ulises.
-No puedo me duele demasiado. Lloraré. Y me pondré en ridículo.- Se quejo ella con ojos llorosos.
-Nunca dejes que el dolor te hunda. El dolor no te tiene que hundir, te tiene que hacer mas fuerte.-
-Quiero irme lejos y olvidar.- Volvió a quejarse ella.
-No sin acabar tu último año de instituto. Necesitas el título. Mira mi padre me desheredó y me echó de casa. Suerte tengo este chiringuito. Cuando me gradué en el instituto me marcharé lejos. Pero no sin mi graduado. Aunque sé que voy a suspender. Me he dedicado a perder clase, a no atender y ahora los maestros me tienen manía. Encima de todas las dudas que tengo. -
-Te propongo algo, te hago caso, me ayudas a vengarme y humillar a León. Y yo te ayudo a aprobar.- Dijo emocionada Mayra.
-Quedan tres meses de curso.- Protestó Ulises.
-Aprobaras.- Aseguró ella.
La abrazó para sellar el trato. Luego le aconsejó lo que debía hacer.
-Antes de hablar con tus padres, termina el curso de peluquería y estética que empezaste en la academia de mi hermana. Lo necesitarás. Sabes que quizá no puedas ir a la universidad. Y sin estudios ni preparación es más difícil encontrar trabajo.-
-¿Cómo sabes tantas cosas?- Preguntó asombrada porque sentía que estaba hablando con una persona mayor y no con alguien de su edad.
-Sé muchas cosas de ti. Por mucho tiempo fuiste mi amiga. Y mi vecina.- Contestó él.
-Hasta que cambiaste.- Murmuró ella triste.
Ulises prefirió no decir nada más. Quizá algún día se confesara con Mayra. Pero ese no era el momento.
Buscó su móvil, marcó el número de la academia de su hermana y cuando comprobó que daba línea le dio el teléfono a ella para que hablara.
Mayra volvió a apuntarse a las clases tal y como le había aconsejado su amigo.
Iría en turno de tarde para no faltar al instituto.
Le vendría bien estar tan ocupada para no pensar tanto en su mala experiencia.
-Tendremos que pensar en ir al instituto o volver a la urbanización.- Dijo Mayra.
-Esta es mi casa ahora. Mi padre me echó. Trabajo en un pub de camarero los fines de semana para ganar algo de pasta.-
Ella por instinto le abrazó, pensaba sería un abrazo corto solo para consolar. Pero se sintió tan agusto en sus brazos que intentó encerrarse aún más en ese abrazo. Él solo recordó sentimientos antiguos que ya no debería tener.
Ulises la cogió en brazos y la apretó fuerte contra él. Mayra levantó la vista a su cara y se dio cuenta que estaba más cerca de lo que pensaba. Su respiración se aceleró. De repente necesitaba que él le diera un beso. Pero se quedó con las ganas porque se levantó con ella en brazos y con delicadeza la puso en el suelo.
-Entonces ¿Vamos al instituto?- Preguntó él.
-Vamos.- Contestó ella cogiendo su mano.
Juntos salieron del local convertido en vivienda y caminaron despacio hasta su centro escolar.
Ulises la acompañó a sus clases de matemáticas. Le dio un beso en la mejilla.
-Te veo aquí en cuarenta minutos. La siguiente clase nos toca juntos.- Ordenó él.
-De acuerdo Uli.- Dijo ella devolviéndole el beso.
Entró en el aula ignorando a todos, la ayudó que el profesor ya estuviera allí.
-Señorita llega tarde.- Regaño el profesor.
-Lo siento. Le prometo que no volverá a ocurrir.- Se disculpó sonrojándose.
Se sentó y sacó de la mochila su libro, cuaderno y estuche.
León le cogió la mano ya que por desgracia el único pupitre libre que había era a su lado.
-Nunca en tu vida vuelvas a tocarme.- Dijo duramente ella.
Después se centró en las explicaciones del maestro ignorando totalmente a León.
Cuando sonó la alarma avisando del cambio de clase corrió a la puerta y se tiró a los brazos de Ulises que ya la esperaba. Sentía que en cualquier momento podía flaquear y perdonar al cabrón del que ya consideraba su ex novio.
Ulises la guió de la mano hasta las taquillas, por el camino ella le contó lo que había pasado con su ex.
-¿Preparada para vengarte?- Preguntó él.
-Quiero estarlo.- Respondió ella.
-León viene por el pasillo. Voy a besarte.- Explicó Ulises.
-Entonces empújame suavemente hasta los casilleros.- Pidió Mayra.
Ulises le hizo caso y la hizo retroceder hasta que la espalda de ella tocó el frio metal. Su cuerpo se estremeció pero ella no sabía si era por frío o por la anticipación de recibir un beso de su antiguo amigo.
Él puso las dos manos al lado de su cabeza y se inclinó a su boca.
La respiración de Mayra se aceleró, se hizo más densa, añorando sus labios, a pesar de que nunca la había besado.
Ese era un beso para no sentir nada, pero lo sintieron todo. Sobre todo él que sin poderlo evitar intensificó el beso.
Ella le permitió el acceso a su lengua. Sintiéndose débil se abrazó a él.
Cuando se separaron respiraban aceleradamente, juntaron sus frentes intentando tranquilizarse. Algo se había despertado y no sabían que era.
-¿Desde cuándo llevas engañándome con este?- Preguntó León dolido.
-No tienes derecho a preguntar cuando yo solo fui tu apuesta. Te divertiste engañándome. Y este como tú dices es mucho mejor que tú. Él tiene algo en el pecho que tú no tienes. Corazón.- Contestó ella alegrándose de no mostrarse débil ante su ex. Se sintió orgullosa de si misma. Se sintió fuerte.
-Si al menos me escucharas.- Pidió León mirándola suplicante.
-Mi chica no tiene nada que hablar contigo. Llegamos tarde a clase de música.- Intervino Ulises.
Y cogidos de la mano se alejaron por el pasillo para ir al aula de música.
Antes de entrar él le dijo:
-Estoy orgulloso de ti. Sigue siendo así de fuerte.-
Entraron juntos en la clase cogidos de la mano. Despertaron toda clase de rumores. Él era el chico malo, el mafioso, el peligroso. Con el que de ninguna manera puedes jugar. Ella era la chica dulce, buena, obediente y rica. Una extraña y peligrosa combinación. Porque o Mayra se corrompía o Ulises volvía al buen camino.
Buscaron un sitio para sentarse juntos y cuando la maestra entró se centraron en la clase.
Como era la última asignatura del día se quedaron allí sentados un rato. El mejor amigo de León los observaba con el ceño fruncido.
-Bésame otra vez. Zack no deja de mirarnos.- Pidió ella.
Ulises obedeció, pero hizo algo más. Sentarla en su regazo. Después con ternura acarició su boca. Esta vez la que intensificó el beso fue ella. Sus lenguas jugaban una guerra como si no hubiera mañana.
Un profesor entró y les regaño severamente, aquel no era lugar para aquella clase de juegos. Luego los mandó al despacho del director. Que les dio un sermón sobre sexo seguro y controlar las hormonas. Como castigo llamó a sus padres para que fueran a buscarlos. El primero en llegar fue el padre de Ulises.
-Eres un puto inútil. ¿No te dije que no me metieras en problemas?-
-Señor por favor no lo regañe. Fue mi culpa. Yo le pedí que me besara.- Pidió Mayra.
-¿Y ella es?- Preguntó curioso el hombre.
-Soy Mayra Flores, hija de Finny Torres y Sandro Flores.- Se presentó Mayra.
-¡Ah! La hija del dueño de los laboratorios farmacéuticos Sander. Nuestros vecinos.- Dijo reconociéndola Hugo Santos.
Otro imponente señor entró en la diminuta habitación e intentó darle una bofetada a Mayra. Pero Ulises se lo impidió agarrándole del brazo.
-Delante de mí no la golpeará señor. Yo daría mi vida por protegerla.-
-¿Estás saliendo con este impresentable?- Preguntó asombrado Sandro.
-Padre, él no es un impresentable. Es un buen chico que me ayuda mucho. Y me cuida. Y yo le quiero.- Dijo Mayra sin poderse contener.
Hugo contuvo la risa, su hijo era cualquier cosa menos una buena persona. En los dos últimos años se había metido en tantos líos que no podía contarlos con los dedos de la mano.
Tráfico de drogas, peleas ilegales y un largo etcétera que lo habían llevado a echarle de casa. Se permitió tener la esperanza de que esa dulce muchacha lo cambiara.
Lo deseó con todas sus fuerzas. Le gustaría recuperar a su hijo.
Sandro después de regañar a su hija le dio permiso para estudiar en la biblioteca. Con la condición de que a las nueve de la noche estuviera en casa.
Los dos ocupados hombres de negocios los dejaron solos. Entonces ellos se fueron a tomar algo antes de encerrarse a estudiar. Pero León los esperaba a la salida del instituto.
-Que bajo has caído May te acabas de liar con este y ya te estás metiendo en problemas.-
-Los problemas serán para ti si no te alejas.- Amenazó Ulises.
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LOS JUEGOS DEL AMOR.
RomanceElla se ilusionó con León. Su vida estaba llena de sueños e ilusiones que empezaban con él y terminan con él. Una mañana fue a buscarle para darle una sorpresa y oye una conversación que deseó no haber oido nunca. Huye del lugar destrozaday tropieza...