Prólogo

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Tierras altas de Escocia
Año 1304

Los tierras  de las Higlanders se encontraban sumidos en una sangrienta y violenta batalla. El líder del clan MacHunter; Kendric, se encontraba en pleno apogeo de la batalla , luchando codo a codo con sus valientes soldados, vestidos con el típico tartán con los colores MacHunter y sus magníficas espadas empuñadas. El clan se caracterizaba por ser uno de los más poderosos de toda Escocia.

Mientras Kendric luchaba y con su espada atravesaba el estómago de un soldado enemigo y volteaba para derribar a otro enemigo. Un dolor lacerante apareció en su omoplato izquierdo, sintiendo desgarrarse sus carnes, Kendric lanzó un furioso grito de guerra, que heló la sangre de los guerreros que ahí se encontraban, tanto enemigos como aliados. Al sentir el profundo dolor, los pensamientos de Kendric comenzaron a fluir, estos iban dirigidos a su amada madre y a su pequeña hermana. Se preguntaba que sería de ellas si el perecía en plena batalla, como viviría su pueblo, su gente si el Laird del clan moría. Los enemigos tomarían posesión de sus tierras y asesinarían a sangre fría a los soldados y a aquel que no se sometiera a ellos y sobre todo ultrajarían a las pobres mujeres y  a las pobres niñas se las llevarían de esclavas y las venderían, eso no podía suceder, no mientras le quedara un hálito de vida. Así que con las últimas fuerzas que le quedaban y un renovado grito de guerra, sus soldados cobraron nuevas fuerzas y arremetieron contra los enemigos con renovado ánimo. Caleb, el mejor amigo de Kendric, un guerrero de morenos cabellos y ojos tan verdes como los árboles del campo, le observaba a la distancia mientras él mismo luchaba contra tres guerreros enemigos. Una de las más grandes ventajas de los MacHunter, era sus estatura, todos sobrepasaban el metro ochenta y en las batallas era una ventaja enorme para destruir a los enemigos, como sucedía en este caso. Caleb veía a su primo tirado en el suelo con una herida en su espalda, no sabía si ir y ayudarle o seguir luchando, pero al ver que lanzaba un grito de guerra, y se levantaba para seguir luchando, sus propias fuerzas se renovaron y acabó con los dos soldados que contra él luchaban.

Mientras la batalla continuaba, Kendric, estaba rodeado de tres soldados enemigos y les gritaba:

-¿Quién es vuestro Laird y qué es lo que quiere con loa MacHunter?-mientras con su espada detenía el ataque de un hombre de baja estatura.

-Nuestro Laird, es el verdadero Laird de estas tierras-contestó en un gruñido y arremetió contra Kendric

Al no comprender los dichos de ese hombre, Kendric desenfundo la otra espada que llevaba y así luchar con ambas manos. fuera quien fuese ese hombre, no permitiría jamás que se adueñara de sus tierras y asesinara a  su pueblo, de pronto una debilidad tremendamente fuerte le sobrevino y tirándolo a tierra, mientras sus enemigos reían y le abrían paso a un guerrero muy parecido a él, solo que éste tenía el cabello y los ojos tan negros como las alas de un cuervo y una mirada siniestra, si no fuera por esa expresión hosca en su rostro, sería un hombre bastante apuesto.

-Hola primito, ¿no te da gusto verme?-dijo mientras pinchaba levemente el cuello de Kendric con su espada y una mirada asesina aparecía en sus labios.

-No... no te conozco-cada vez le era mas difícil enfocar la vista y mantenerse despierto, sentía que su alma comenzaba a salir de su cuerpo y que ese hombre acabaría por eliminarlo. reuniendo las últimas fuerzas que le quedaban exclamó- ¿Cuál es tú nombre?

-Yo soy Balthair. el gran Balthair, el único y verdadero dueño de medallón que llevas colgado en tu cuello. YO soy el futuro guardián del destino y ni tú ni los dioses lo impedirán, si antes debo matarlos a todos... créeme que no lo dudaré en ningún momento.-Mientras Balthair decía esto y Kendric se encontraba cada vez mas débil una potente y cegadora luz hizo que Balthair se apartara apresuradamente de Kendric y saltara a dos metros de distancia. Todo pareció detenerse, los soldados quedaron como estatuas y el único movimiento que había era el pecho de Kendric al subir y bajar al ritmo de su lenta respiración. De pronto la luz ya no era tan cegadora y Kendric observó que dentro de la luz algo sucedía, como pudo, logró ponerse en pie e ir a inspeccionar lo que ahí había. una hermosa joven de cabellos negros se encontraba riendo, su sonrisa calentó el frío corazón de Kendric e involuntariamente le hizo sonreír. Ya no había dolor, solo la necesidad de que aquella joven viniera y le cantara una canción para hacerle olvidar todos los horrores de la guerra, quería abrazarla y prometerle cosas que nunca le había prometido a ninguna mujer. De pronto la joven pareció verle, pero no podía ser real, pensaba mientras su corazón latía mas deprisa. Seguramente era un hada, si, eso debía ser, no era real.

mientras ambos un par de ojos marrones y un par de ojos amatistas se observaban fijamente, una delicada  mano se posó sobre el hombro herido de Kendric y calor férreo le atravesó el hombro, causando que sus ojos se llenasen de lágrimas y  se desviaran de los de la joven. De pronto el dolor cesó tan rápido, que volteó a ver que sucedía. Una hermosa joven de no mas de veinte años, vestida con una túnica blanca adornada en el pequeño escote con hileras de pequeños botones de oro, sus hombros estaban desnudos puesto que la túnica no tenía mangas, su piel tan clara al igual que sus cabellos y sus ojos tan azules como un cielo despejado. En su cabeza llevaba una corona de muchas flores y pequeños adornos de diferentes colores, no llevaba calzado pero la túnica cubría sus pies. 

-¿Quién eres?.-preguntó Kendric con la voz rasposa-

-No te asustes guerrero, descansa. Solo estoy aquí para decirte que ya es hora de que tomes tu lugar como guardián del destino, y luches para proteger a tu pueblo. pero no estarás solo, los dioses te acompañarán en todo momento y verás que tus enemigos no podrán contra ti. Aunque debo advertirte que no será tan fácil, puesto que tú enemigo ha invocado a las fuerzas del mal y ellas son muy poderosas, pero no más que los dioses.-La voz de aquella joven era como un susurro que calmaba todos los dolores de las personas, te hacía olvidar todo dolor o sufrimiento

-¿Quién eres?, ¿Eres una druida?.-Exclamó el joven, sintiendo como sus fuerzas eran renovadas y se sentía cada vez más fuerte y lleno de energía.

-Así es, guerrero MacHunter. Mi nombre es Branwen y  cuidaré de ti y  de la futura guardiana del destino, cada vez que me necesiten.

-Mi madre siempre me ha hablado de esto, pero necesito más respuestas por favor.-Suplica, pero ya es tarde, el hada ha desaparecido y la batalla nuevamente se reanuda. Cuando Kendric se levanta, sus soldados van ganando y el enemigo pierde terreno, al verse en desventaja Balthair ordena a sus hombre retroceder y así huyen de aquel lugar y entre risas y gritos de júbilo de los soldados MacHunter, Caleb se acerca a su gran amigo y le abraza.

-Hemos vencido mi amigo-dice entre risas de alegría y palmeando la espalda de Kendric.

-Lo sé, pero siento que algo no está bien Caleb, algo malo se aproxima.

-Relájate compañero y volvamos a casa, que muero por dormir una semana entera y por un baño caliente para quitarme esta mugre que llevo encima.- Y así entre risas ambos volvieron a saludar a sus soldados y prepararlos para el regreso al castillo. Esta noticia fué recibida entre risas  de júbilo

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Ciudad de Concepción, Chile año 2015

Elayne, se encontraba almorzando junto a algunos compañeros,  en el comedor de la clínica en la cual trabajaba. amaba su labor de enfermera y el poder ayudar a las personas. Mientras pensaba en sus próximas vacaciones y su destino, no escuchó la broma que le hizo Rubén uno de sus compañeros y mejor amigo.

-Hey, chica...¿estás soñando despierta otra vez?.-mientras bebía de su vaso de jugo.

-No, solo pensaba en mis vacaciones Rubi.-exclamó entre risas.

-Oye... que no me digas así, pie grande.-Todos comenzaron a reír mientras Elayne le fulminaba con la mirada.

-No soy pie grande, es normal que una mujer use zapatos número treinta y nueve.-poniendo los ojos en blanco, le lanzó un trozo de pan y todos comenzaron a reír. De pronto, algo extraño sucedió, fué como si el mundo se detuviera y solo ella pudiera moverse. Lentamente volteó su rostro hacia una de las ventanas del comedor, específicamente a la que daba al patio y el rostro de un hombre muy apuesto apareció ante ella, su larga cabellera roja ondeaba al viento y unos ojos del color de la amatista la observaban con fijeza. Sin saber como reaccionar, solo se quedó observándole y guardando en su mente los detalles de este apuesto hombre, aunque no era normal ni  común en pleno siglo veintiuno que un hombre tuviera el pelo así de largo. De pronto el ruido de un vaso rompiéndose, le hizo volver a la realidad y el rostro apuesto de aquel hombre desapareció. sus compañeros al  ver la palidez que la embargaba, le preguntaban que que sucedía y al no encontrar respuestas, Elayne les dijo que solo le había dado un poco de frío. Algo extraño para estar en verano, pero para no entrar en detalles, se levantó de la mesa, excusándose que debía ir al baño y se dirigió a su casillero para realizar una pequeña llamada a su abuela materna.


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