Cap. 22: Dormitorio de Muerte

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--Para asesinarlos... ¿Qué más se podría esperar?

Esas palabras iniciaron la balacera. Los cinco sacaron rápidamente sus armas con balas expansivas haciendo correr a los dos. Una bala del lado de la "Alianza Italiana-Griega" se introdujo en la mano de Krishna, soltando la pistola por el dolor. La fuerza traidora se expandió y corrió a refugiarse para evitar daños. Aphrodite viró su vista al origen de la bala que los protegió y encontró que Aldebarán estaba en lo alto de la capilla disparando a discreción. El brasileño sonrió e inmediatamente comenzó a tirar.

--Gracias, Aldebarán. –alcanzó a decir el suizo. Aldebarán levantó dos dedos a la altura de su frente y los quitó rápidamente para seguir en la ardua tarea de protegerlos.

Mientras tanto, Death Mask jaló a Aphrodite hacia la parte trasera de la capilla para usarla a modo de trinchera. Ambos prepararon sus armas y de la torre mayor, Aldebarán les lanzó dos armas calibre 45 y sus respectivas cargas. El suizo le quitó el seguro a sus dos armas y salió de la trinchera, presuroso. A su lado, Death Mask le gritaba cubriéndolo:

--¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?!

--¡Voy a matar a esos desquiciados! –respondía tirando a las tumbas en las que estaban escondidos los demás.

Comenzó a caminar lentamente hasta que se oyó un grito de dolor proveniente de la torre. Debido al quejido de dolor, el suizo no tuvo más remedio que regresar a la trinchera improvisada. Al llegar, se dio cuenta de que Aldebarán estaba de rodillas y había sido alcanzado por una de las balas expansivas en el hombro. Al parecer, había saltado de la torre hasta la parte trasera, donde alcanzó a caer sin, aparentemente, ningún daño. Dejó las armas en el suelo y trató de revisar al brasileño, pero éste no lo dejó. La fuerza descomunal del moreno era demasiada para el cuerpo esbelto de Aphrodite. Sangraba en demasía. El suizo lo movió un poco reclamándole:

--¡Déjame verla o no vas a contar con ese brazo más adelante!

--¡¿Quieres que me calme ante una emboscada, imbécil?! –Aldebarán empezaba a respirar entrecortadamente. -¡¿Acaso no ves que vinieron a asesinarlos?!

--Aldebarán, -comenzó a decirle Death Mask, calmado a pesar de seguir disparando sin obtener éxito. –sé que no es fácil, pero lo único que no podrán quitarte es la dignidad...

Aldebarán se levantó, a pesar de toda la sangre que había perdido y tomó su arma para sonreírles. La vida de sus nuevos compañeros valía más que la suya. Optó por arriesgarla. Un recuerdo vino a su mente: él, totalmente cubierto de la sangre de sus enemigos y sintiéndose tan vacío. Ya nadie lo esperaba en su país natal. No había nada qué perder. Caminó lento, pero más decidido que ninguno otro y se lanzó a la lluvia de balas incrustándosele en el enorme pecho. Los gritos de Aphrodite no se hicieron esperar:

--¡Aldebarán! ¡No lo hagas! ¡No...! –el brasileño le dirigió una sonrisa al suizo y respondió:

--Guarda silencio y observa lo que un hombre de verdad hace...

Las balas no dejaban de cesar. Envuelto lleno de furia y ya cansado, corrió al líder y lo tomó del cuello. Sorrento apenas si podía respirar, pero aún así, le seguía disparando. El brasileño no desistía, ya no tenía fuerzas y en vez de caer, lo apretó más con sus grandes manos. Las heridas en todo su cuerpo no dejaban de sangrar, incluyendo las nuevas. El líder alcanzó a pedir con una extraña mueca en el rostro:

--Suéltame... malnacido...

--No, tú te vas conmigo al infierno. –le dijo. Sorrento sonrió con malicia y levantó un brazo. Una señal bastó para que Kaysa le disparara con un rifle de doble cañón haciendo que Aldebarán soltara a Sorrento y diera dos pasos atrás, confundido. Ya no podía más. ¿Acaso había acabado todo para él? ¿Le quedaba morir en un estado deplorable? La única acción que logró ejecutar fue una sonrisa... blanca... gentil... mortal...

Aunque seamos enemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora