Llegaron a Italia en la tarde, más precisos, en Roma. Los hombres de Mu los recogieron en el aeropuerto y los llevaron hasta las oficinas centrales de toda la mafia italiana. Death Mask ya conocía Roma, al igual que Aphrodite, pero en el caso de Midoriko, no. Estaba pegada al vidrio mirando los antiguos edificios totalmente emocionada. Todos los demás la observaban con extrañeza e intentaban no mirarla, pero la Yakuza jalaba de Aphrodite para preguntarle los nombres de los monumentos. Aphrodite se sonrojaba por tales cuestiones. Parecía que estuviera con una niña de diez años.
--Signorina Midoriko, le recuerdo que pronto llegaremos con Don Mu... -le informó un hombre de traje negro al sentir que la líder de Japón no se tomaba las cosas en serio.
--Ya lo sé, -le contestó Midoriko con su peculiar tono infantil aún pegada a la ventana. –Es que quiero ver todo lo que hay en Roma... no molestes, ya sé que pronto llegaremos. Para eso nos trajiste, ¿No?
--No la hagas enojar o te cortará la cabeza. –le advirtió Aphrodite serio y el hombre tragó saliva. Seguramente por eso su jefe quería hacer un trato con ella. La fama de la unificación de los Yakuza había llegado a los oídos de las altas cabezas de todas las mafias.
Carraspeó un poco y el auto se detuvo frente a un edificio al centro de la ciudad. Bajaron dos de las escoltas y, a continuación, ayudaron a Midoriko a descender. Los condujeron hasta el piso de arriba y abrieron otros dos sujetos las puertas que daban a la sala de espera. Midoriko se sacó su katana del obi y la reposó en sus piernas sentándose en la estancia. Aphrodite se sentó al lado de la Yakuza y Death Mask observando que las escoltas entraban a la oficina principal y lo saludaban. Después de unos minutos, salieron los guardaespaldas y les indicaron que entraran. Midoriko pasó a un lado de ellos haciendo una cara de desprecio y, una vez que los tres habían entrado, las puertas se cerraron.
--¡Ha pasado tanto tiempo, Don Mu! – exclamó Midoriko al encontrarse con el jefe de La Cosa Nostra. Mu se levantó del sillón y saludó a Midoriko para después pedirles que se sentaran.
--Te ves algo molesta, ¿Puedo saber por qué?
--Tus escoltas son muy serios. Con decirte que indirectamente me dijeron que dejara de ver los monumentos de historia y civilización romana para verles las caras de aburrimiento que traían... -se quejó y Mu soltó una débil carcajada.
--¿Qué los trae por aquí? Me dijiste por teléfono que no me lo podías decir hasta que estuviéramos cara a cara...
--Te traigo a tus subordinados de vuelta. –sonrió Midoriko. Mu se sentó del otro lado del escritorio y colocó sus codos sobre el cristal que decoraba la mesa.
--¿Y bien? ¿Dónde está tu escuadrón? ¿Acaso los perdiste? –preguntó el italo-tibetano.
--Digamos que me quise tomar un respiro, pero descuida, volveré pronto a Japón...
--¿Tienes prisa de irte, Midoriko?
--No mucha, realmente. Sólo quiero aclarar algunos pendientes que tenemos, Don Mu, como por ejemplo, nuestra alianza... -colocó su katana en el suelo. Los demás se quedaron en silencio. Era una charla entre líderes y no debían meterse. Mu dio un gran suspiro y cerró los ojos antes de decirle lo que pensaba:
--He pensado mucho eso y creo que, en este momento, no es conveniente que firmemos un pacto entre los Yakuza y La Cosa Nostra...
--Tienes mucha razón. – dijo Midoriko y extendió sus brazos para llevárselos a su nuca. –Bueno, yo quería darme un paseíto por Roma, ya que es mi primer viaje fuera de Japón... -suspiró cerrando los ojos. –Pero veo que tendré que regresarme...
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Aunque seamos enemigos
FanfictionEl destino siempre está rodeado de sorpresas... Las diferentes mafias del mundo se entrelazan para dar paso a una historia trágica de amor. La traición, el dolor y la muerte está a la orden del día. ¿Quieres leerlo?