Prólogo.

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De todas las humillaciones que Key Kim había sufrido a lo largo de su vida (y la lista era bastante larga y jugosa), la de verse desnudo en unas fotos colgadas en internet era, sin duda, la peor. Cualquiera que tuviera un módem y una tarjeta de crédito podía contemplarlo en cueros. Cada foto era más embarazosa que la anterior. Saber que esas fotos se encontraban en Internet era una desgracia constante un peso sobre sus espaldas, un yunque sobre su cráneo.

Aquellas imágenes eran de algunos cuantos años atrás y se las había hecho a su ex novio, Jonghyun el Capullo. Jonghyun, el chico que le había profesado amor infinito, el chico que le dijo que podía confiar en él para cualquier cosa, había utilizado sus fotografías para salir de sus problemas financieros. Cuatro años después de la ruptura, había creado www.keyenbolas.com, la mayor humillación de Key.

Tiempo atrás, Key había posado para fotógrafos profesionales demasiadas veces para llevar la cuenta. Pero Jonghyun trabajaba en un banco de inversiones y había hecho las fotos con una Kodak desechable que había comprado en una máquina expendedora, en esa ocasión, que sólo podía atribuir a un momento de absoluta locura, él permitió que le hiciera una serie de fotos en las que aparecía totalmente desnudo en la cama, sobre la bicicleta y encima de la mesa de la cocina masticando barritas de chocolate y Doritos.

La peor foto de todas era una en la que aparecía besando una piruleta de tamaño gigante. En ese momento, las fotos eran graciosas, eran un chiste tonto sobre su carrera, porque él nunca ingería nada que no hubiera sido cocinado al horno, o hervido, o sazonado con una salsa sin rastro de calorías. Jamás tomaba ningún alimento graso que su cuerpo no pudiera depurar sin problemas.

Lo que no se veía en las fotos era el malestar que sufrió justo después de ese atracón de comida basura, el círculo vicioso de culpa que empezaba después de una absoluta pérdida de control, el pánico ante la posibilidad de haber ganado treinta gramos, que siempre la obligaba a correr hacia el gimnasio o hacia el lavabo.

Ésa era una compulsión que actualmente controlaba, pero en un momento determinado había estado a punto de acabar con su vida. Incluso ahora, cada vez que veía en fotos de cuando media 1,74 y pesaba cincuenta kilos, escuchaba una vieja vocecilla que la tentaba a saltarse la comida o que la urgía a irse al Colonel y pedir una bandeja de pollo, puré de patatas con salsa y una diet Coke.

Peor que la humillación de esas fotos vulgares aparecieran en Internet a la vista de todo el mundo, era la conciencia de que no podía hacer nada al respecto. Aunque lo había intentado. Había rogado a Jonghyun que le devolviera las fotos y que las sacara de la Rad. Le había ofrecido dinero, pero todavía entonces él estaba tan amargado por la ruptura que se había negado a ello. Key consultó a un abogado y éste le dijo lo que, básicamente, ya sabía. Jonghyun era el propietario de las fotos y podía publicarlas donde quisiera. A pesar de todo, ella llevó el caso ante los tribunales y, rápidamente, lo perdió.

Su única opción, actualmente, consistía en contratar a un matón. Opción que habría tenido en cuenta si hubiera podido saber de antemano que no sería descubierta, lo cual la humillaría todavía más, y no sólo a él, sino también a su familia. Porque, en su familia, repleta de prolíficos pecadores, Key había sido siempre la oveja negra. Lo cual era un considerable cumplido si se tenían en cuenta los problemas recientes del tío Jed. Ninguno de ellos había estado en prisión, aunque si en la cárcel del condado. Y verlo a él entre las rejas acabaría definitivamente con su madre.

Key sacó la revista que tenía en la maleta y echó un vistazo a su rostro, que aparecía en la portada de National Enquirer. Debajo de la foto, el titular rezaba: «El ex modelo Key Kim, peso pesado de la profesión, continua escondido.»

Dejó la revista a un lado y llevando a Baby Doll, su-pinscher enano bajo el brazo, salió del pequeño bungalow. Al parecer últimamente nunca mencionaban su nombre sin tener que hacer algún comentario sobre sus once kilos que había ganado desde su alejamiento de la profesión. «Peso pesado» era uno de los adjetivos más amables que utilizaban en estos días. El menos favorito era «Gran Key». Intentaba que esos calificativos no lo hirieran o preocupasen. Pero, en lo más hondo, lo hacían.

No estaba gordo, ni tampoco se escondía. Se encontraba en una isla privada de la Bahamas, descansando, en unas vacaciones que su salud metal necesitaba yacía tiempo. Pero al cabo de dos días de descanso ya estaba desconsoladamente aburrido. Tenía una vida que vivir y un negocio que dirigir. Y ahora, gracias al sol y al aire fresco, tenía un bonito bronceado, la cabeza despejada y un nuevo plan.

Pensó en lo único que necesitaba para obligar a Jonghyun a retirar la página de Internet era un buen investigador privado y algunos trapos sucios recientes. Jonghyun nunca había sido honesto en sus negocios, y él sabía que debía de haber mucho material del que echar mano para chantaje. Era tan sencillo que no entendía por qué no había pensado en ello antes.

En cuanto llegara a casa, Jonghyun el Capullo empezaría a caer en picado.



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