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Todavía no era mediodía, pero el sol estaba alto y calentaba los brazos y la espalda de Key. Terminó de lavarse los pies y los brazos y hurgó en su mochila de Luis Vuitton hasta que encontró su pequeña polvera. Con el diminuto espejo se estudió con detenimiento el rostro, por partes. Tenía un aspecto espantoso, así que rebuscó otra vez en la mochila hasta que encontró sus utensilios básicos: unas pinzas, una pequeña botella de leche hidratante Estée Lauder, y pomada para los labios. Mientras se depilaba algunos pelos del perfecto arco que formaban sus cejas, se dijo a sí mismo que no se estaba acicalando para Minho.

Eso fue lo que se dijo a sí mismo, aunque no con mucha convicción, porque el solo recuerdo de los besos de él le provocaba un agradable cosquilleo en la espalda y le encendía las mejillas, como si volviese a tener dieciséis años y le gustara Kim Jong Won, el capitán del equipo de baloncesto. Jong Won nunca se enteró de que él existía, pero Minho sí. Se lo hacía saber cada vez que posaba los ojos en él. Desde los catorce años se había dado cuenta de que los chicos –y de mayor, los hombres– lo miraban. Pero Minho era diferente. Sus ojos expresaban algo más profundo, más oscuro y fascinante, como todo lo pecaminoso y lo prohibido. Y Key siempre había tenido debilidad por lo pecaminoso.

Se aplicó pomada para los labios. Cuando hubo acabado de maquillarse, dejó los cosméticos a un lado y observó los pinos y los altos matorrales. Un insecto se le acercó al rostro y lo espantó con una mano. Estaba seguro de que era martes, pero habían ocurrido tantas cosas desde el sábado por la noche que parecía que hubiese transcurrido un mes.

De repente, Baby ladró a dos libélulas y estuvo a punto de caerse al agua, pero Key lo agarró a tiempo. Advirtió que el sol ya estaba encima de su cabeza y pensó que debía de haber pasado una hora ya y que Minho todavía no había vuelto. Se levantó, recogió sus cosas de la hierba y se trasladó a un agradable lugar situado detrás de unos arbustos, justo debajo de un pino. Extendió el chal en el suelo, y él y Baby se sentaron a comerse las galletas y el queso.

Por primera vez en varios días, Key se encontraba solo con su perro. Ahora que no tenía a Minho a su lado, prometiéndole que volvería a casa, empezó a imaginar una vida de reclusión en esa isla. Una severa dieta a base de reptiles y pescado. Los tres solos, cada vez más viejos y locos. Minho con un aspecto tan desastroso como el de Tom Hanks en Náufrago. Y él con la pinta de Ginger en La isla de Gilligan.

Key sintió que el corazón se le aceleraba y tuvo que luchar contra el pánico para no perder el conocimiento. Ni siquiera hacía una semana que había desaparecido. Si alguien lo estaba buscando (y estaba seguro de que su familia lo estaba haciendo), seguro que todavía faltaban algunos días para que se abandonase la búsqueda. Key inspiró profundamente y dejó salir el aire despacio. Se esforzó por desterrar el pánico de su mente.

Cuando consiguió tranquilizarse un poco, se preguntó qué estaría entreteniendo a Minho durante tanto tiempo. Su imaginación empezó a deambular de una posibilidad catastrófica a otra. Temió que se hubiera roto una pierna o que se hubiese despeñado por un acantilado. Debería haber ido con él. ¿Y si él lo necesitaba?

Entonces recordó que se trataba de Minho, un hombre capaz de cuidar de sí mismo y de todos aquellos que estuviesen bajo su protección. Si se rompía una pierna, seguro que se las apañaría para entablillársela y seguir adelante.

Key tomó a Baby en brazos y le rascó el pecho. Hacía tan poco tiempo que conocía a Minho que no se explicaba cómo había llegado a conocerlo tan bien, cómo se había convertido en alguien tan importante para él. Key nunca había necesitado a un hombre antes. Sí, había deseado a algunos. Pero nunca los había necesitado.

Si, por cualquier razón, Minho no se encontraba en la isla, Key y Baby encontrarían sin duda la manera de encender un fuego y asar una iguana. Así que, ¿a qué venían esas palpitaciones sólo por pensar en la posibilidad de perder a Minho? ¿Por qué se sentía como si él fuera algo imprescindible en su vida?

Key lo revela todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora