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La reunión familiar de los Kim siempre se celebraba el primer sábado de septiembre, este año la reunión se celebraría en casa de los padres de Key, para aflicción de su madre. Había algunas ovejas negras en la familia Kim, y a la madre de Key no le entusiasmaba la idea de que su jardín se llenase de bebedores de cerveza y camorristas. En realidad, se sentía un tanto atemorizada ante esa clase de hombres, aficionados a la caza y a escuchar a Lynyrd Skynyrd en radiocasetes baratos mientras abarrotaban su camioneta de botellas de cerveza vacías.

Además, nunca entendería a esas mujeres que ponían a esos tipos en un pedestal y les servían patatas fritas para que disfrutasen del partido de fútbol mientras ellas hacían callar a los niños. Mujeres cuyo peinado resistía una carrera en camioneta con la ventanilla abierta. Aunque, si su madre hubiese sido sincera consigo misma, habría tenido que admitir que su propio peinado podría resistir un tornado.

El jardín de los Kim, de dos mil metros cuadrados, estaba sombreado por viejos arces y enormes robles. Largas mesas soportaban el peso innumerables bandejas de pollo frito y pan de maíz, jamón, salsas, estofados y encurtidos caseros. Una de las mesas estaba repleta de ensaladas y cazuelas. Había otras tres dedicadas a pasteles y dulces.

Como en todas las familias, algunos parientes seguían fieles a sus orígenes pueblerinos, mientras que otros tenían empleos en grandes empresas y vivían en barrios exclusivos. Las camionetas y camiones oxidados con banderitas de la Confederación se encontraban aparcados al lado de flamantes Cadillac y brillantes cuatro por cuatro.

Pero todos habían acudido con sus mejores galas. Las mujeres lucían vestidos y camisas de estampados florales; Key llevaba una sencilla playera de seda de cuello cuadrado y manga corta. Los hombres iban con elegantes pantalones y camisas de vestir, pero ninguno de ellos tenía tan buen aspecto como el acompañante de Key, que no le quitaba la mano de la cintura. La camisa de Minho era de color azul, y los pantalones de color gris marengo. De corte europeo, eran más anchos a la altura de los muslos y caían sobre los mocasines cosidos a mano. Alto, moreno y guapísimo, estaba para comérselo, y Key pensó que no le disgustaría clavarle los dientes.

Poco después de llegar, Key presentó a Minho a sus padres; Minho pareció un tanto desconcertado cuando el padre de Key le estrechó la mano, le dio una palmada en el hombro y le agradeció que hubiese cuidado de su «pequeño». Su madre no cesaba de expresarle su gratitud por haberles devuelto a su hijo sano y salvo y, en cuestión de minutos, todos los asistentes a la reunión supieron que Choi Minho era el héroe que había salvado a Key de una muerte segura a bordo de un yate averiado.

-Olvidaste contarles algunos detalles de la noche en que nos conocimos -le susurró Minho al oído mientras cruzaban el césped en dirección las tías abuelas de Key, que les hacían señales con la mano como locas.

-¿Te refieres a cuando me ataste con mi propia ropa?

Key sintió el roce de sus labios en la sien cuando Minho sonrió y respondió:

-Sí, y de cuando disparaste la pistola de bengalas contra mí.

Key no se molestó en decirle que la pistola de bengalas se había disparado por accidente. Pensó que era mejor no sacarlo de su error.

Key presentó a Minho a sus tías abuelas Bunny y Boo, que se encontraban sentadas fumando unos Viceroy y tomando bourbon con agua mientras distribuían copias del árbol genealógico de los Kim.

Ellas mismas lo habían confeccionado y habían añadido una lista de los fallecidos el año anterior además de algunas historias basadas en sus recuerdos más antiguos. Boo no había escrito gran cosa a causa de «la azucarbetes». La relación entre la deficiencia de insulina y la mala memoria era algo de lo que nadie estaba muy seguro, excepto por el hecho de que dicha deficiencia siempre eximía a Boo de hacer cualquier cosa que no le apetecía hacer.

Key lo revela todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora