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Key levantó la vista y miró a Minho. La única señal de que todavía estaba vivo era el calor que notaba en el pecho de Minho. Tenía los dedos de las manos y de los pies entumecidos, como si se encontrara en la nieve, y temía quedarse helado de puro miedo. Durante los tres últimos años, Key había vivido con ese miedo y la había mantenido a raya con dificultades. Ahora no estaba segura de poder lograrlo.

-Quiero sentirme a salvo otra vez, Minho.

Key había sido secuestrado por error, amenazado y amordazado, había estado a punto de ahogarse al intentar salvar a su perro y había sobrevivido a duras penas a una tormenta. Le habían robado a Baby y, ahora, unos traficantes de drogas disparaban contra él. Si a todo eso añadía el accidente con la pistola de bengalas, el rescate frustrado de la noche anterior y la preocupación constante, tenía todos los ingredientes.

Aquella primera noche en el Dora Mae, Key creyó que iba a morir y luchó para seguir vivo. La noche pasada, durante la tormenta, le había asaltado el mismo miedo. Y ahora debía enfrentarse a esa última amenaza contra su vida. Key llevó las manos a ambos lados de la cabeza de Minho y la acercó a la suya. Durante los últimos días, las pocas veces que se había sentido casi seguro había sido entre los brazos del hombre que había puesto su vida en peligro. La fuerza de esos robustos brazos era lo único que la hacía sentirse vivo.

-Minho- susurro.

Minho no tuvo que preguntarle qué quería. Lo sabía. Pegó sus labios a los de él y Key se abrazó a él mientras se dejaba inundar por el calor de ese beso. Ese calor se propagó por su cuerpo como una llama e hizo retroceder el miedo. Minho lo poseyó con los labios y con la lengua y Key se centró en él, en la textura y el sabor de su boca. El olor de Minho lo llenaba todo.

Key le acarició el cuello y los hombros. Introdujo las manos debajo de la camisa de él y se las calentó contra su pecho. Minho era tan fuerte y vigoroso, tan potente y masculino que sentir el latido de su corazón bajo la palma de la mano le resucitaba los sentidos. Key quería más. Mucho más.

Key pasó los labios por el cuello de Minho.

-Hazme el amor, Minho -le pidió.

La mano de Minho encontró su muslo desnudo. El contacto de esa palma cálida y el deseo provocaron un flujo repentino entre las piernas de Key.

-No es un buen momento. -La voz de Minho sonó tan densa como la sangre en las venas de Key.

No era posible que hubiese entendido bien.

-¿Qué?

-No es un buen momento.

Sí, la había entendido bien, pero no podía creer que estuviera diciendo eso. Ese era Minho, el chico de manos rápidas que era capaz de desnudar a una persona antes de que ella se diese cuenta. Minho, el hombre que lo había acusado de calientapollas hacía menos de veinticuatro horas.

Key escudriñó su cara oscurecida por las sombras.

-¿Cuándo será un buen momento para ti? ¿Dentro de unas horas, cuando posiblemente estemos muertos?

-Key, haré todo la que esté en mi mano para que vuelvas a casa, sano y...

-Lo sé -lo interrumpió él-, pero no puedes garantizarlo. -Le desabrochó el botón de la bragueta-. Es posible que todo lo que somos, todo lo que podríamos llegar a ser desaparezca esta noche, Minho. En una remota isla en medio del Atlántico.

Todas las esperanzas y los sueños sobre su empresa, sobre formar una familia algún día, morirían con él. Ya no habría «algún día» para Key. Su madre y su padre nunca sabrían qué le había ocurrido y tendrían que vivir para siempre con el interrogante de si se encontraba vivo o muerto. Los conocía lo suficiente para saber que nunca perderían la esperanza. Lo buscarían durante el resto de sus vidas.

Key lo revela todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora